Piqué, entre la admiración y el desprecio

Que se haya jugado su patrimonio, todo a una, en la idea empresarial de revolucionar el mundo del deporte a través del espectáculo merece un respeto. Pocos futbolistas han sido capaces de crear proyectos tan sofisticados y de invertir en ellos buena parte de sus ganancias. Lo que en la Copa Davis fue un fracaso (los negocios no siempre salen bien) está siendo un éxito de la Kings League en países como Brasil o México y más recientemente en Italia. La imagen que da Piqué es la de un chico atrevido y listo, pero que no ha entendido que el «todo vale» del fútbol no se aplica a los negocios. Ni se ha rodeado de empresarios competentes que le pudieran orientar, ni tiene un control adecuado de su imagen pública, ni conoce los códigos de lo que podríamos llamar la 'higiene empresarial', ni por supuesto las graves consecuencias que en este terreno pueden tener excesivas dosis de macarrismo y de frivolidad.

Hay dos Piqué y los dos configuran su imagen: el de uno de los mejores centrales de Europa, de fama mundial e iniciativa prodigiosa, que al margen del fútbol era capaz de codearse con empresarios tan relevantes como Mark Zuckerberg, y el Piqué vulgar que se lía con la camarera, habla con Rubiales como un cochero y es altamente imprudente tanto en el modo de invertir como en el de tratar a sus socios. Hace cinco años era el modelo de éxito que todo el mundo quería tener cerca, hoy no es un apestado pero su popularidad anda algo decaída en una sociedad hipócrita y perdedora como la catalana, que odia el éxito pero ansía estar cerca de todo lo que deslumbra. Los mismos que ahora farfullan sus fracasos son los que hacían cola por abrazarle y lo volverán a hacer cuando la Kings League eclosione.

A propósito de la Kings League y como siempre pasa con las dos caras de Piqué, el buen resultado empresarial que puede tener este negocio en 3-5 años contrasta con la animadversión que ha creado en el fútbol federativo. Por su estrategia de fichar a jugadores de primera catalana, con sueldos de 400 euros mensuales, ofreciéndoles 1.000 y la promesa de jugar con viejas glorias y de salir por la tele, le acusan de haberse cargado la cantera regional. No es una crítica que tenga una gran resonancia mediática, pero suma en la cuenta del agravio y el mar de fondo que en estos casos también es importante.

La relación con el Barça se mantiene sin altibajos. Con sus antiguos compañeros -sobre todo con Messi- la relación es nula por no decir que funesta. Los que le escribieron 'traidor' en la pizarra del vestuario, no perdonan. En cambio con Joan Laporta la relación es cercana y cariñosa. Piqué accede a todas las peticiones del club y el club se lo agradece en lógica correspondencia. No hay rencillas ni facturas pendientes. Tal vez por ello los rumores sobre su eventual candidatura a la presidencia de la entidad han desaparecido por completo. Todo fluye sin nudos y los jóvenes jugadores de Flick le adoran y cuando acude a Montjuic a ver los partidos, baja al final a saludarlos.

En Andorra, tras la brillante trayectoria del club la primera temporada fue una vez más innecesariamente prepotente y desagradable con el gobierno del Principado, usando el éxito del equipo como chantaje para que le pagaran el nuevo estadio, dado que el campo donde juega actualmente se lo prestaron durante unos meses pero se necesita para el rugby, como le advirtieron de entrada las autoridades locales. Es verdad que todo es susceptible de mejora, pero de momento el Andorra ha descendido de categoría.

Piqué perderá con toda probabilidad los 40 millones de euros que con toda la razón le reclama la Copa Davis, lo que junto a su divorcio dejará su patrimonio tocado. El futuro éxito económico de la Kings League, más que un deseo, es una necesidad.