Milímetros que son kilómetros

El equipo de Flick tiene muchas cosas y muchas cosas buenas, pero una lo hace de momento indestructible ante casi cualquier rival y es esta letal capacidad, sólo comparable a la del Real Madrid, para oler el miedo, el desánimo del contrario y hundirlo en su miseria cuando más afectado está. El cuarto de Raphinha, también por milímetros por encima de Lunin.

Durante la primera parte, de los once intentos madridistas de jugar contra la espalda de la defensa rival, sólo uno no acabó invalidado. Cuando siempre con lo mismo te arruinan tantas veces has de empezar a preguntarte si es normal. Aunque sea por milímetros. También por milímetros le anularon dos goles a Mbappé, que además falló lo que no puede fallar alguien que sale tan caro. Pero por milimétrico, fallo garrafal el de Lewandowski, que ya con el cero a dos remató al palo a puerta vacía: en cualquier caso, no pudo ser menos importante.

El Barça se había sentido tan superior antes del partido, tan seguro de ganar y sobre todo, tan incapaz de imaginar de qué manera o por qué motivo podía ser derrotado, que me recordaba a mí cuando era joven y nunca sabía si la infundada seguridad en mí mismo resultaría seductora o de una insufrible arrogancia y causaría rechazo. Y aunque mi yo de 2024 se muere de la vergüenza al recordar algunas de las antiguas escenificaciones, he de decir no sin asombro que de vez en cuando funcionaban.

No tanto, es cierto, como le funciona todo al Barça, incluida su fe ciega en la tecnología y en la precisión de sus líneas defensivas. De todos modos, lo poco que era legal, Mbappé y Vini se encargaban de fallarlo. No comparecía el Madrid letal y más bien le sucedía lo que suele matar a sus rivales, tan proclives a desaprovechar lo que acaban lamentando. La constante artillería blanca se estrellaba contra el fuera de juego, contra Iñaki Peña y sobre todo en una frustración difícil de explicar pero todavía más difícil de no ver.

Flick tuvo tan claro como todos el cambio de Fermín por De Jong para dotar de más amplitud y recursos al mediocampo y eso corrigió la soledad de Pedri en la primera mitad y desencadenó la goleada, junto con un Madrid que no compareció y que tiene que empezar a preocuparse por esta temporada, porque la épica no le bastará por lo menos contra el Barça.

Raphinha tuvo la manita en sus botas pero decidió que no tenía que ser una noche del todo histórica. Estos jóvenes sobrados y desmesuradamente buenos se han ganado esta semana que nunca más hablemos con paternalismo cuando nos refiramos a ellos.