El cumpleaños envenenado de Lamine Yamal

Quienes no van a descansar van a ser Jorge Mendes, su mánager, ni el presidente del Barcelona, Joan Laporta. Dentro de exactamente dos meses, el 13 de julio, Lamine Yamal cumplirá 18 años y tendrá derecho a su primer contrato profesional como mayor de edad. Cuando cumplió los 16 pudo firmar su primer contrato ya como profesional, pero matizado por ser menor. Aunque no se sabe exactamente cuánto cobra, la cifra que en general se acepta como válida ronda los 3 millones de euros. Este contrato expira en 2026 y su cláusula de rescisión es de 1.000 millones de euros. Con la mayoría de edad, dentro de dos meses podrá ingresar de pleno derecho al club de los mejores pagados del mundo como merece.

El Barça tiene dos problemas: el de su quiebra técnica –y la consiguiente falta objetiva de dinero– y el de una masa salarial sobrecargada y sin demasiado margen, suponiendo que tenga alguno. Además, carece por completo de la política salarial clara, que es lo que Cruyff siempre reclamaba. No se sabe lo que el Barça está dispuesto a pagar por una estrella, por un jugador de clase media o por un obrero. No existe una concepción estratificada de la plantilla, ni mucho menos una planificación. Todo depende del salto de mata del presidente y sus comisionistas habituales. Las últimas tretas de Laporta, como plantar el césped para «demostrar» que el estadio está ya en marcha y los auditores acepten incluir los ingresos por la venta de los asientos VIP, son tan graciosas como desesperadas y reflejan el problema de fondo que tiene esta multinacional llevada «como una empresa familiar».

No hay duda de que Laporta encontrará con Mendes –uno de sus comisionistas habituales– una manera de renovar a Lamine Yamal que a todos complazca, y «a todos» significa «a todos». Pero ni Mendes ni Lamine Yamal van a renunciar a la retribución que una súper estrella –aún sin Champions, pero súper estrella– puede reclamar, y más teniendo en cuenta que para los clubes-estado controlados por jeques del gas líquido o el petróleo, 1.000 millones son la propina del limpia y están sedientos de grandes estrellas.

Las conversaciones entre Mendes y Laporta avanzan en la dirección de ampliar el contrato del jugador hasta 2030. De momento el Barça tiene que soltar lastre antes de poder fichar, al haber cerrado el ejercicio anterior con unas pérdidas de 91 millones y haberse negado los auditores del club a aceptar la ingeniería financiera de contabilizar los 100 millones de euros por los que se vendieron los asientos VIP, en tanto que entienden que el servicio no se ha empezado a prestar (de ahí el grotesco intento de Laporta de fingir que sí, plantando el césped) y que en cualquier caso habría que periodificar la cantidad en los 20 años que dura el contrato. Igualmente, los auditores consideran que el valor de Barça Vision, que Laporta estipula en 400 millones, tiende a cero.

Hemos visto a Laporta desinscribir a Christensen por una muy oportuna lesión (por cierto: ¿quién lo operó?, ¿cuándo?, ¿qué rehabilitación ha seguido?, ni una sola respuesta en un club en que todo lo que de verdad pasa, se sabe), y conseguir que Pedro Sánchez –casi de su puño y letra– inscribiera a Dani Olmo y Pau Víctor por encima de cualquier lógica. Siendo Jorge Mendes la otra parte de la negociación, parece claro que tarde o temprano se llegará a una acuerdo. Tan claro como que, a pesar del confeti con que se presente la renovación, ni Lamine Yamal ni el Barcelona serán los grandes beneficiados.