CROMOS DE NIETO / RECUERDOS DE LIGA
Pablo Aimar, el Payasito
Tenía esa condición divina de la visión de juego mezclada con hambre de gol
Riquelme, 'bostero' y amarillo
Madrid
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Iniciar sesiónPablo Aimar lleva espuelas de leyenda, ahora y siempre. El de Río Cuarto, en la Córdoba argentina, siempre habría de recordar el viento. El viento que según propia confesión nació allí mismo, en Río Cuarto. La historia del que es el ídolo de ... Messi empieza en esas coordenadas, en la canchita de Estudiantes de Río Cuarto.
Pronto fue bien visto por los 'millonarios' de River Plate, aunque su familia, su padre, estimaba que era demasiado para un pibe aún sin hacer en la vida jugar en el otro grande porteño. Todo cambiaría, poco después, con una llamada de Daniel Pasarella, 'el Káiser' a su viejo.
Y ahí sí que fue al Monumental con todas las de la ley. Pero la verdadera leyenda empieza un 14 de febrero de 2001, en Mestalla. Partido de Champions entre el Valencia y el Manchester United. Ahí Europa vio al 'Payasito' en todo su esplendor. En su regate, en su toque de balón, en esa condición divina que es la visión de juego aderezada de hambre de gol.
Aimar sería uno de los responsables, pasando los meses, de colocar al Valencia en su segunda final de La Liga de Campeones; cuando la injusticia de los penaltis impidió la fiesta de pólvoras en la capital del Turia. Pero Aimar seguiría creciendo. Rafa Benítez lo bendijo y ya estaría para siempre marcado por el signo del 'orgull' que tanto se estila frente al bar de Manolo el del Bombo. Fueron seis temporadas como estandarte de los sueños valencianistas. Las últimas con esa cosa otoñal, de decrepitud anticipada, que son el rosario de lesiones. De todos modos fueron seis años de idilio con la grada. 238 partidos y 38 goles.
El sinsabor de aquella Champions quedaría compensado con dos ligas, la de 2002 y 2004, y una copa de la UEFA y una Supercopa de Europa en ese 2004 que tan glorioso fue para los valencianistas. Dejó el Mediterráneo y puso rumbo al Zaragoza, al mundo entero. Pero Aimar ya no fue el que fue, y el fútbol quería centrocampistas más robustos. 'O tempora, o mores', que diría el clásico...
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