MUndial Femenino
Caracuel: «Para mi padre que su hija jugara al fútbol era una vergüenza»
La cordobesa recuerda con ABC aquel balompié que practicaba a pesar de la oposición paterna y las doce horas de trabajo en una fábrica textil, y celebra la libertad y el apoyo al fútbol de hoy
La discusión sobre las porteras: el puesto más débil del fútbol femenino
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Iniciar sesiónMientras las jugadoras de la selección española se preparan para jugar unas semifinales de un Mundial con un país aplaudiendo y un planeta admirándolas, Encarna Caracuel tuvo que sortear con los mejores regates una oposición familiar y social para jugar al fútbol. De ... ahí que en esta charla con ABC, la mejor delantera de la época, y quién sabe de cuántas épocas si la hubieran dejado jugar más, resuma su paso por el fútbol con un «tengo muy buenos recuerdos, y algunos malos también».
«Era una época muy difícil para jugar al fútbol, pero si quieres algo, lo luchas. Y para mí el fútbol era y es mi pasión. La noche antes ya no podía dormir en cómo lo iba a hacer», explica Caracuel, 71 años. De pequeña, era su escape. Con 14 años, y como sus seis hermanos, trabajaba 12 horas en una fábrica textil; ocho horas por la noche y cuatro por la tarde. Hasta su padre tuvo que firmar un permiso para que le dejaran trabajar más horas. En cuanto salía, al fútbol, con el resto de niños de la colonia, donde vivía con sus padres, emigrados de Andalucía. Pero con miedo. Porque si en esa sociedad de los 70 era difícil, para Caracuel la censura empezaba ya en casa. «Mi padre, buff, ni oír hablar de fútbol. Que su hija jugara era una vergüenza, una niña en medio de tanto niño. Por eso yo tenía que estar mirando por si venía; en cuanto lo veía, yo me iba del campo y hacía como que no estaba jugando. Y más de una vez me decía: 'cualquier día te voy a dar una hostia'. Y mi madre también me decía que si no iba a casa a comer».
Pero los goles eran parte de ella y acabó llamando la atención de los clubes. El Vic fue el primero. Pero el entrenador tenía que hablar con su padre. «Y me dijo que si quería ir a entrenar, tenía que ir con mi hermana, que sola ni hablar. Pero la afición la llevaba en la sangre y por mucho que me dijeran yo quería jugar».
Superó el miedo a que la pillaran, y esa falta de apoyo. Marcó 50 goles en 27 partidos. Se intercambiaba la camiseta con una compañera para evitar que fueran a por ella. Porque había buena relación con las rivales fuera del campo, pero no tanto dentro. «Jugamos en Lérida y cuando entramos en el vestuario la gente preguntaba por mí porque me marcaban hasta dos o tres personas. El entrenador me puso la camiseta del 9 al 8, yo salí y pim pim pim, gol. El entrenador del otro equipo empezó a gritar que yo era la 8; y en el vestuario, la chica que llevaba mi camiseta tenía la rodilla chorreando sangre. Yo era una persona muy fuerte, había hecho deporte toda la vida. Para marcarme me decían 'no corras tanto'».
Pero corría y corría. En contra la sociedad. «El fútbol siempre ha sido igual, pero para nosotras era una época muy mala. Éramos las primeras. Nunca se había visto fútbol de mujeres, nos criticaban en todos los sitios. Luego parecía que la cosa se calmaba, pero España siempre ha sido muy machista. Fue una época muy mala. Con Franco, además, se juntó todo. Jugaba y trabajaba y encima mi padre. Él no y yo sí».
Pasión y miedo
«En el primer campo que sales te hunden porque te humillaban de todo lo que te gritaban. Yo me metía en el campo y no sentía ni escuchaba nada. Era sorda». Incluso cuando surgió esa primera selección no oficiosa, con Rafael Muda como impulsor, la situación no solo no fue a mejor. «Jugamos en el campo del Córdoba sin el escudo de España. Me acuerdo que llovía a mares, y que estaban haciendo un reportaje del No-Do. Iban grabándonos las piernas, el culo... era para humillarnos. En otros países tenían sus cosillas, pero sí se veía mejor a una mujer jugando al fútbol. Aquí, la Federación se empeñó en que no merecía la pena, que no era rentable».
De sueldos, claro, ni hablar, pero ahí siguen en su memoria todos los goles que marcó. «Claro que me acuerdo de mis goles. Hubo un partido en el que el Barcelona iba a ganar el título si sumaba la victoria. Era la liga de un trofeo de una bebida francesa. Y jugábamos en Vic. Estábamos empatados y le coloqué un gol que no se esperaban. El entrenador de aquel Barcelona era Antonio Ramallets. ¡Cómo se puso! Y recuerdo otra con el Barcelona contra el Espanyol. El entrenador del Espanyol y el nuestro eran íntimos, así que nos pidió a un par de jugadoras que fuéramos al partido y jugásemos con la camiseta del Espanyol. Fuimos dos o tres del Vic y yo le marqué dos goles al Barcelona. Me gané al público porque jugaba bien. Yo aquí era muy querida».
Llegó un momento en el que en el Vic no pudo compaginar trabajo y entrenamiento, así que no la dejaban participar en los partidos. Fichó por el Sabadell. «La gente conmigo disfrutaba. Tenía mucha agilidad y no había partido que jugara que no marcara tres o cuatro goles. Fui la máxima goleadora de Catalunya. Si lo pienso, quizá tendría yo hasta una Bota de Oro, porque había pocas mujeres como yo. Pero había más repercusión fuera y aquí era la época de los tontos: trabajar y el dinero para los padres. Ahora hay una libertad muy diferente. Si hubiera tenido yo ese apoyo... Era feliz, hacía lo que me gustaba, pero con miedo».
Tan buena en lo suyo que hasta quiso ficharla Italia, con contrato incluido. «Se lo dije a mi padre y su respuesta fue: 'si sales de casa aquí ya no entras más'. Y ahí se acabó». Con 36 años, en el Sabadell, tenía que coger un tren de ida y otro de vuelta, tres horas en total, cada sábado y cada domingo. «Ya no podía más, estaba cansada».
Ahora está feliz de recordar todo aquello gracias a este nuevo foco que ha conseguido con Grefusa y Snatts. «Nos han resucitado y nos están reconociendo. Yo tuve mala suerte porque no me apoyaron. Me da un poco de pena haber nacido antes de tiempo. Ahora podría estar jugando el Mundial. Y eso que creo que todavía se hace un poco de menos el fútbol femenino. Y eso que el juego es más bonito, más fino, más táctico».
Fan del Barcelona femenino, sigue viendo mucho fútbol. No se pierde ni un partido de este Mundial, y lo tiene claro: «España tiene muy buenas jugadoras, un muy buen equipo y van a hacer muy buen papel en el campeonato. Sería un subidón». Como un gol de los suyos.
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