Liga de las Naciones
España naufraga en defensa
Un gol postrero de Íñigo Martínez suaviza una desastrosa sesión en Praga
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Crónica
Un cabezazo agónico de Iñigo Martínez rescató a España a última hora de su defensa desastrosa. Una línea de cuatro de mantequilla, muy fallona y con mucho espacio a su espalda, a la que el desinterés en la presión de sus compañeros dejó unas cuantas ... veces vendida. Perforada por el ‘ruso’ Kuchta con insultante facilidad e insistencia, desnudada hasta la humillación. Pero el 2-2 deja viva a la selección, con algo de aire, en una competición que recién empieza, pero que se le enreda.
Luis Enrique asegura que valora la Liga de las Naciones, que se la toma en serio, así que habrá que atribuir sus rotaciones al reparto científico de los cansancios para un maratón de cuatro partidos en once días, a que le da igual que juegue uno que otro, todos son titulares, o al plan específico ante República Checa. No vayamos a pensar que fue desconsideración al torneo. El caso es que el técnico revolvió su alineación hasta en ocho elementos. Solo Unai, SúperGavi y Sarabia repitieron respecto al once frente a Portugal. Y la defensa, esperpéntica la de ayer, fue reformada al completo.
Para la República Checa, que solo cambió a tres piezas de su traje triunfal ante Suiza, fue día de fiesta mayor. Quién sabe si porque era fin de semana largo en Praga (una ciudad atestada de turistas ya de por sí, pero que ayer recibió tantos que hasta vio peligrar la estabilidad del Puente de Carlos), o porque de verdad la selección, el visitante o el torneo les enciende, el Sinobo Stadium y sus alrededores estaban hirviendo, y no solo por el sol, desde primera hora de la tarde. Y con una efectiva e intimidante guerra de ruido desplegada en todos los frentes. Una fan zone infantil en el exterior abarrotada de familias y de juegos que complicaba el acceso, un speaker a todo volumen que dio la tabarra hasta el minuto inicial, unos gritos histéricos, ensordecedores y continuos de las tribunas al más mínimo aliciente, o sus silbidos en las posesiones rivales, y, por si fuera poco, un gol nada más arrancar para dejar que la megafonía diera al máximo su botón de decibelios. En algunos interrogatorios torturan así. Un suplicio de directo.
Tal vez fue por esa incómoda escenografía o por los arabescos de la alineación, el caso es que España salió al campo distraída y lo pagó. Bastó un balón perdido por la izquierda y una cadena de regalos para celebrar la fiesta: la conducción consentida al lateral checo, también su pase sin oposición para romper la defensa adelantada y el despiste infantil de Carvajal para quedarse y romper el fuera de juego. Así que fácil, Kuchta corrió sin oposición hasta Unai y además bien acompañado por Pesek a su izquierda para ofrecerse a placer y hacer más sencilla la estocada.
A la banda de Luis Enrique le tocó remar por el primer tiempo contra un marcador adverso y un rival entusiasmado, que ya amoldó su anunciada valentía a guardarse, no arrugarse en los balones divididos (Gavi cobró) y salir en masa a la contra con pelotas largas. A España le tocó tirar de su coreada posesión, menos lúcida y más plana que otras veces, pero igual de abusiva. Y no había logrado descubrir un solo agujero con ella, arrancar un solo uy, hasta que sobre la bocina del descanso, Gavi, que está iluminado en la selección, se inventó un golazo. Un tiro sutil y curvado con la izquierda, desde la derecha del área y rodeado. Una genialidad de jugador grande, esa habilidad de los escogidos para volver sencillo lo empinado. Y de la nada.
El partido mejoró en la segunda parte. La búsqueda fue compartida y la presión para recuperar también. El duelo se abrió. España intentó el daño con más elaboración, y tuvo sus chances, y la República Checa por una vía más directa. Fue así, en otro balón largo a la espalda de la defensa adelantada y desatenta española, que Kuchta volvió a colarse y plantarse solo ante Unai, pero esta vez tiró desviado.
Cumplida la hora de juego, los estrategas jugaron su ajedrez. Refrescos desde el banquillo que rejuvenecieron la contienda. No por edad sino por juego. Y nada más pisar el pasto de Praga, Asensio desenfundó contra el palo ese disparo que, según Luis Enrique, no tienen seis futbolistas en el mundo. Pero resultó más letal y definitva la maniobra posterior de los checos, que volvieron a sacar los colores de la vulnerable zaga hispana. Marcos Alonso regaló un balón y Eric García, un habitual de las peores fotos, el que salió retratado. Kuchta volvió a buscar su espalda, se aprovechó de su error de cálculo y superó a Unai con un globito. No se puede defender peor.
Y cuando España ya estaba en el suelo, Iñigo, de cabeza, suavizó la herida. Pero el equipo sangra y mucho. Por atrás.
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