Europa, con más apuros de lo previsto, gana por quinta vez en campo contrario

Por si esa ventaja no fuera suficiente, la baja a última hora de Viktor Hovland por una lesión en el cuello hizo que no se pudiera celebrar su partido ante Harris English, por lo que según las normas obligó a repartir el tanto en juego. De manera que cuando empezó la ronda dominical el resultado ya era de (5-12) y las manos continentales estaban un poco más cerca de la copa.

Así las cosas, llegaba el momento de ver si la estrategia de Luke Donald de colocar a toda su alternativa por delante, a fin de sumar los puntos necesarios lo antes posible, era la acertada o no. Lo que no quería el timonel inglés era que los estadounidenses pudieran encadenar resultados positivos en los primeros momentos y que eso inspirara a los que llegaran por detrás. Por eso Justin Rose, Tommy Fleetwood, Matt Fitzpatrick y Rory McIlroy ocuparon las cuatro primeras plazas con una orden muy clara: tomar ventaja lo antes posible para no dar siquiera opción a una reacción local.

Lo que ocurre es que no se contaba con una máxima que dista de ser un tópico, pues es toda una realidad: los estadounidenses son individualistas por naturaleza. Por eso en cuanto salieron a jugar sin la presión de tener un compañero con el que compaginarse al lado, pudieron sacar todo su potencial y rendir como se esperaba de su lugar en el ránking mundial. Y la primera, en la frente. Cameron Young le tomó pronto la medida a Rose y llegó a marcar una ventaja de tres hoyos mediada la vuelta, mas el campen olímpico tiro de experiencia y le llevó hasta el 18. Pero allí, para delirio del público, le ganó el primer punto y colocó una mueca en el rostro de los visitantes, que se recrudeció cuando Justin Thomas se impuso a Tommy en el postrer agujero. Empezaban a llegar los nervios (7-12).

Si bien los azules habían comenzado confiados y mandando en sus choques, pronto el color rojo norteamericano empezó a predominar en el marcador. Hasta el punto de que Ludvig Aberg se convirtió en el único visitante en franquía cuando el torneo apuntaba a sus momentos decisivos. Matemáticamente seguían saliendo las cuentas, porque los empates de Fitz, Hojgaard y MacIntyre seguían llegando al objetivo. Pero tocaba sufrir.

Para desgracia española, Jon Rahmno pudo ayudar a capear el temporal, ya que otro de los oros olímpicos en liza, Xander Schauffele, no le dio opción (4 y 3). Al español le afectó en demasía perder el 'fourball' del sábado en el último agujero y el domingo ya no tuvo fuerzas ni juego para sobreponerse. Menos mal que Aberg asumió el papel de líder y dio la única alegría a los suyos al superar a Cantlay (2 y 1), lo que sumado al medio punto de Fitz ante DeChambeau (que supo agridulce ya que Bryson le neutralizó cinco hoyos de déficit) dejaron el electrónico en un amenazante (8,5-13,5) y con solo dos empates provisionales en los seis encuentros restantes.

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Las miras del viejo continente ya estaban puestas en amarrar al menos uno de ellos para alcanzar los 14 puntos necesarios para retener la copa, algo que a medida que llegaban los partidos a su fin se iba viendo más complicado. Sobre todo, cuando otro de sus pilares, McIlroy, cayó ante Scottie Scheffler (1 arriba). El número uno del mundo estaba picado en su orgullo, pues había perdido sus cuatro partidos previos en Bethpage y no quería irse a casa con un ominoso rosco. Así que lo dio todo para superar al norirlandés en una batalla épica (9,5-13,5).

Unas horas antes nadie habría apostado que tendría que esperar a los últimos duelos para la decisión de esta 45.ª edición de la Ryder Cup, sobre todo porque J. J. Spaun volvió a hacer su trabajo y se deshizo de Sepp Straka (2 y 1) con gran aplomo. Estados Unidos remontaba y, sobre todo, se creía que podía ganar. Sus aficionados de volvían locos y, ahora sí, los jugadores de las barras y estrellas se apoyaban como un equipo de verdad, no una simple reunión de golfistas.

Los locales necesitaban hacerse con los cuatro últimos partidos y apretaron a tope el acelerador. Pero Henley no contaba con la presión de un Shane Lowry que le sacó el medio punto para retener en el último instante (11-14). El irlandés se hizo con un último hoyo de manera épica y los saltos y los lloros que realizó a continuación así lo atestiguaban. «He ganado un Open Británico ante mi público, lo cual fue extraordinario, pero lo que he sentido aquí en este momento es mi mayor experiencia en mi carrera deportiva», comentó entre lágrimas el héroe europeo. Y ya con su equipo a tope de pasión solo quedaba la honrilla de ganar, que le cupo a Tyrrell Hatton, que empató con gran temple ante Morikawa (12,5-14,5). Luego MacIntyre logró in extremis maquillar el resultado al superar a Sam Burns (13-15).