El Barça aniquila al Unicaja y se las verá con el Madrid en la final

Duelo de pizarras en las primeras posesiones. Ibon Navarro utilizaba el 'pick and pop' para que Kravish martillease desde la línea de tres, mientras que Jasikevicius se encomendaba al juego de Mirotic al poste como eje de las incursiones azulgranas. Del tiroteo salieron con éxito los visitantes, con la muñeca muy fina y con la pila a punto de reventar por la energía y el ritmo que transmitían el dúo Jokubaitis-Nnaji.

Se frustraban los andaluces, no encontraban la manera de frenar la batería azulgrana desde el triple. Además, se estancaban en ataque, incapaces de anotar ni con las genialidades de Perry, que se estrellaba una y otra vez contra los postes visitantes. Hasta a Saras le daban ganas de entrar en la cancha y unirse a sus pupilos (le pitaron una técnica por recorrer la línea de fondo del campo, muy lejos de la zona para entrenadores. Luego acabaría expulsado).

Comenzó a precipitarse el Barça, anárquico cuando el partido pedía temple, y sus pérdidas dieron algo de vida al Unicaja. Tyson Carter tomó el mando de los ataques andaluces (geniales sus danzas pese a las buenas defensas de Abrines) y la diferencia se redujo, tanto que incluso Mirotic tuvo que ponerse serio, ansioso por acariciar el aro local el hispanomontenegrino.

Cinco puntos consecutivos de Perry relanzaron al Unicaja tras el descanso, renacido el estadounidense tras una primera parte muy discreta. Meritorio empeño del Unicaja de Ibon Navarro para no descolgarse de un partido en el que los de Jasikevicius estaban poniendo toda la carne en el asador, ambiciosos los catalanes con la final de la ACB asomando en el horizonte.

El Barça más guerrero, de barro y sangre hasta las cejas, rompió el partido en el último tramo del tercer cuarto, con un parcial de 8-0 que dejó muy tocados a los malagueños. Una vez más fueron los menos habituales, aquellos que parecían condenados al sedentarismo toda la campaña (Kuric, Da Silva) quienes permitieron a los catalanes meter una marcha más a su endiablado ritmo. Vorágine en la que el serbio Kalinic se sintió comodísimo, aprovechando la confusión el balcánico para golpear sin piedad.

Gloria coral del Barcelona, que parece repuesto del ridículo de la Final Four de Kaunas y que llega a la final de la ACB en su versión más absoluta, con todas las piezas implicadas en la rotación, con la defensa y el atletismo como mantras fundamentales y, quién sabe, si con ganas de revancha ante un Madrid que ya le ha dado suficientes bofetadas en los últimos años.