La puesta en escena de Ventura, la maestría de Castella y la elegante inspiración de Talavante

El primero de la tarde, de Moura, fue un toro al que le costaba galopar, teniendo que hacerlo todo Ventura. Tras dos rejones de castigo, cabalgando a dos pistas, se dejaba llegar mucho al animal, templando hasta el límite la cabalgadura. No se empleó nunca el toro, aunque tenía nobleza. Tuvo que aguantar Diego, que con su capacidad natural logró poner al público en pie, tras quiebros ajustadísimos. El mal uso del rejón de muerte impidió que tocara pelo. El cuarto toro fue tecloso, tanto se arrancaba de lejos, como esperaba, pensándoselo. En las primeras banderillas se paró el toro, y al bordear las tablas Ventura, el astado arremetió contra el caballo, quedando todo en un susto. Después, hizo un alarde de conocimiento de distancias y terrenos, haciendo disfrutar a la plaza de Colmenar. Le quitó el bocado y cabezada a Bronce, dejando un gran par de banderillas a dos manos. Extraño fue que Diego, tan seguro con el rejón de muerte, habitualmente, volviera a fallar en reiteradas ocasiones, por lo que su labor quedó reducida a una ovación con saludos.

De presentación impecable, aunque abanto a más no poder, fue el segundo, primero de la lidia a pie. Cada vez que veía un capote, corría a chiqueros, haciendo amagos de saltar. Distraído en los primeros tercios, lo centró Castella doblándose con él en el inicio de faena, hasta sacárselo a los medios. Basó la faena en el pitón derecho, donde le dejaba la muleta siempre puesta, tapándole la salida, para así poder ligar las series, que logró sacarle con algunos muletazos destacables, siempre templados, pese a que el toro soltaba a veces la cara. Al natural el animal decía menos aún, y además le tocó la muleta, un tanto descompuesto. Volvió a la diestra el francés, donde exprimió al máximo al toro, acabando la faena en las cercanías. El reiterado mal uso con el acero hizo que su labor quedara silenciada.

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Rosario Pérez

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Cumplió en varas el quinto, tras lo que se pudo ver algo de capote, gracias al quite de Castella, rematado con una bonita larga. Dos extraordinarios pares de José Chacón le hicieron desmonterarse. Brindó Sebastián a los presentes, y comenzó por estatuarios en el tercio, logrando meter a los presentes. Se puso a torear con la diestra, dejando muletazos muy buenos, siempre con la figura erguida. Uno fue eterno. Cambió al natural, donde el toro clavó los pitones en la arena en un muletazo. Casi dio una voltereta el de Mayalde, costándole entonces seguir las telas por ese pitón. Le dio tiempo el francés, y volvió a la diestra, de nuevo con pases muy despaciosos, también gracias al temple que tenía el toro, que además tenía fijeza y prontitud; aunque le faltó duración. Se fue apagando, por lo que Castella recurrió a las manoletinas finales, antes de dejar un estonocazo, abriendo la Puerta Grande.

Tras dos primeros tercios rápidos y eficaces, comenzó Talavante su faena al tercero a pies juntos por alto, tras lo que se sacó al toro a los medios. Comenzó el toreo en redondo por la izquierda, en una primera tanda muy templada y con gusto. Muy pulcro estuvo con la diestra, ligando siempre. El del Conde de Mayalde acudía al engaño pronto y noble, pero sin mucha transmisión. No obstante, sirvió para dejar a Alejandro torearlo a gusto y despacio. Tras una buena estocada, cortó la primera oreja de la tarde.

Buena brega de Fini y buenos pares de Miguelín Murillo, aunque se partió una banderilla -pero, tanto la ejecución como la colocación habían sido buenas-. Inició Alejandro la faena genuflexo, tras haber brindado a los presentes, dejando doblones muy buenos. Un cambio de mano en la primera tanda sigue durando. Los naturales fueron a cámara lenta. Le exigió desde el principio el extremeño, repondiendo bien el toro, que humillaba. Midió muy bien los tiempos, sin alargar la faena. Terminó de nuevo por bajo, con mucho temple, y un cadencioso pase del desdén. El pinchazo previo a la estocada hizo que no desorejara al toro, aunque cortó una merecida oreja, con mucha fuerza.