Robin Lane Fox, profesor de Oxford y jardinero: «La historia avanza por errores fértiles»
Figura central de los estudios clásicos británicos, llega esta semana al Prado con la conferencia 'El mundo natural: pagano y cristiano' en el marco del ciclo José Pedro Pérez-Llorca
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Corresponsal en Londres
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Iniciar sesiónJunto a la muralla medieval del siglo XIII que rodea los jardines del New College de Oxford, Robin Lane Fox recibe a ABC con la calma de quien lleva más de medio siglo observando el crecimiento de los árboles que plantó con sus propias manos. ... Uno de ellos, que sembró en 1990, se alza como testigo de los cuarenta y cinco años que el historiador ha dedicado a cuidar este jardín con el mismo rigor con que lee a Homero.
El césped, las flores y los muros parecen una prolongación natural de su pensamiento. «La falta de lluvia es una tragedia», dice, mientras camina junto a un colorido parterre. «La gente habla de jardinería como si fuera un pasatiempo, pero para mí es una forma de vida. No hay nada más real que la tierra». El profesor se mueve despacio entre las plantas. «He escrito sobre jardinería mil palabras o más cada semana durante cincuenta y cinco años», comenta.
Y es que desde 1970, Lane Fox publica una columna semanal de jardinería en el 'Financial Times', lo que lo convierte, según sus propias palabras, en el colaborador más longevo del diario. En paralelo, ha construido una de las trayectorias más sólidas de la historiografía clásica europea. Profesor de historia antigua en Oxford desde 1977 y miembro emérito del New College, es autor de obras de referencia como 'Alejandro Magno, conquistador del mundo' (1973), 'El mundo clásico: la epopeya de Grecia y Roma' (2005) o 'Homero y su Ilíada' (2023). Esta última, publicada en España el año pasado, él mismo la considera una obra de especial relevancia.
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Manuel P. VillatoroEl paseo por el jardín deriva en una conversación sobre la belleza. «Creo en la belleza. No se oye lo suficiente sobre ella», dice mientras se inclina para observar una flor. «En mi mente siempre tengo una visión de cómo quiero que el jardín se vea, pero sé que nunca lo hará. Aun así, sigo intentándolo. Esa es la diferencia entre cuidar la tierra y estudiarla: en el jardín, el fracaso es parte del conocimiento». A sus 79 años, habla con la misma cadencia con la que escribe, entre la modestia y la provocación. «Dicen que ahora hay que replantar los jardines con especies autóctonas, que lo demás es colonialismo botánico. Yo no lo creo. Creo en la belleza, y en la diversidad. Eso es lo que intento cultivar». Y no sólo en la tierra.
Después, ya dentro de una sala del College, Lane Fox sigue hablando con entusiasmo. La conversación se amplía hacia su familia, la escritura, el arte, la política británica y también mundial y la conferencia que este jueves, 16 de octubre, impartirá en el Museo del Prado. A las 19.00 horas, en el auditorio del museo y con retransmisión por YouTube, pronunciará la Conferencia José Pedro Pérez-Llorca 2025, titulada 'El mundo natural: pagano y cristiano'. El acto, instituido en homenaje al que fuera presidente del Real Patronato del Museo hasta su fallecimiento en 2019, ha acogido en años anteriores a figuras del calibre de Mary Beard o Anne Carson.
«Estudiar una sociedad esclavista no es celebrarla; es una razón más para entenderla bien»
Según fuentes del museo, la conferencia de Lane Fox representa «una gran oportunidad para seguir creando relatos atractivos en torno a la colección y las joyas que atesora», y recuerdan además que, junto a la pintura, la institución conserva «una importante colección de escultura clásica de Grecia y Roma», un territorio que Lane Fox conoce con profundidad.
'El mundo natural: pagano y cristiano' analizará, según explica él mismo, «la evolución del concepto de naturaleza desde los griegos paganos hasta la mirada cristiana». «En la Biblia, Dios le dice a Noé: os doy las bestias del campo, las aves del cielo, las serpientes… y vuestro temor y vuestro pavor estarán sobre ellas, y son vuestro alimento. Los paganos no tenían nada parecido. Algunos decían que el hombre era uno de los animales. Me interesa esa diferencia entre el hombre como comandante de los animales y el hombre como parte de ellos».
El símbolo de la flor blanca
Su argumento recorre paisajes, montañas, desiertos y jardines, y se detiene en un episodio que él llama «la invención cristiana de las flores». No habla de botánica, sino de iconografía. En los mosaicos de los primeros siglos del cristianismo aparece, explica, una pequeña flor blanca que durante mucho tiempo se interpretó como un símbolo religioso para representar la pureza o el Paraíso. Sin embargo, el motivo era en realidad pagano, heredado del arte grecorromano y despojado de su sentido original. «Los cristianos inventaron una florecita blanca que aparece en mosaicos y que nadie había entendido antes. Es un malentendido, pero los malentendidos pueden ser muy creativos. A menudo progresamos gracias a ellos».
Para Lane Fox, esa pequeña confusión resume una verdad más amplia: la historia avanza también por errores fértiles, cuando una civilización reinterpreta, a veces sin saberlo, los símbolos de otra.
La conferencia incluirá también, dice, «una historia sobre mi madre, que sirve como ejemplo de continuidad entre lo pagano y lo cristiano». Explica que en la Antigüedad se creía que un niño nacía con el aspecto de aquello que la madre había contemplado en el momento de la concepción. «No de la inseminación en la cama», aclara, «sino de la concepción más tarde. Y yo sé lo que mi madre decía que estaba mirando. Muy dulcemente, siempre decía que nací y crecí para parecerme a eso. Y era una pintura española». Hace una pausa y sonríe, antes de anunciar que «será una sorpresa para el público del Prado».
Lane Fox detalla que rehúye el tono académico en sus conferencias. «Ahora la gente pone diapositivas y habla. Eso no es una conferencia», dice. «Lo peor de todo consiste en hablarle a la gente desde arriba, en un tono de superioridad. Siempre hay que asumir que el público ya tiene conocimiento, y con eso nunca te decepcionarás». Cuando se le pregunta si se considera un buen orador, sus ojos azules se iluminan mientras sonríe y responde con la seguridad de quien ha pasado la vida en el aula: «Cuando estoy bien, soy brillante». Y así espera estar este 16 de octubre en el que considera «uno de los mejores museos del mundo». Esta semana también visitará el Real Jardín Botánico, sobre el que escribirá en su columna.
Sobre España habla con afecto y con la perspectiva de un historiador que ha observado su transformación durante décadas. «De verdad lo digo: los cambios más asombrosos que he visto en Europa han ocurrido en España», afirma. «Cuando fui por primera vez, en 1965 o 1966, era otro mundo, sobre todo para las mujeres. Y mira cómo ha cambiado». Añade que para quienes soportaron «la herencia de aquella Guerra Civil indecible», la transformación del país ha sido ejemplar. «Europa ha cambiado para mejor, y España más que nadie», resume, y cita al hispanista británico Gerald Brenan como lectura esencial para entender ese proceso. «En Inglaterra deberíamos leer sus ensayos sobre España en los años cuarenta para ver cómo ha cambiado Europa entera, y para bien».
Homero, el centro
A sus casi 80 años, Robin Lane Fox encarna una forma de clasicismo que ve la Antigüedad como una raíz viva. «Sé tres cosas: sé muy bien griego y latín, puedo montar a caballo y puedo hacer jardinería. Eso es todo lo que he hecho», resume, y explica que, por ejemplo, su amor por Homero comenzó en la adolescencia, en Eton, el internado británico donde estudiaba «La Ilíada» de día y «leía libros de jardinería por la noche, bajo las sábanas», a escondidas. Décadas después, Homero sigue siendo el centro de su mundo intelectual: «Puede conmoverme más profundamente que cualquier otro texto del mundo», afirma. «Es el punto donde todo empieza».
Sobre Alejandro Magno, su primer gran éxito editorial, mantiene la misma devoción. «Me atrajo porque estaba inspirado por Homero. Va mucho más hondo de lo que la gente cree», y evoca una historia legendaria que resume su visión del héroe: «Cuando su madre Olimpia murió, por recomendación de ella, Alejandro organizó un banquete para todos los que no hubieran conocido la tristeza. Nadie acudió. Entonces comprendió que no estaba solo en su dolor».
El profesor habla también de su familia con una mezcla de orgullo y humor británico. «Ser padre es lo más importante en mi vida», dice. «Mi hija Martha (fundadora de lastminute.com) fue la primera gran multimillonaria de Internet en Europa. Es fenomenal, mucho más valiente que yo», y habla con pasión también sobre su hijo y sus cinco nietos. «Mi única nieta es la única mujer que me ha abrazado las rodillas y me ha dicho que me quiere».
«A veces pienso que el jardín es lo único que resiste. Todo lo demás cambia»
En política y en historia reciente, mantiene la distancia de un académico acostumbrado a pensar en siglos. «Soy bastante optimista sobre el Reino Unido», asegura, antes de afirmar que «no es el fin de Estados Unidos; Rusia no gobernará Europa» y «China acabará implosionando».
En este contexto defiende con energía arrolladora la vigencia de las humanidades: «Estudiar una sociedad esclavista no es celebrarla; es una razón más para entenderla bien», dice tras referirse a las «voces necias» que cuestionan el estudio de Grecia y Roma por ser este tipo de sociedades. «El griego y el latín no son solo para las élites. Lo fueron porque aprenderlos costaba dinero, pero eso debe corregirse con apertura, no con renuncia».
Antes de despedirse, vuelve al jardín, su metáfora ideal de la existencia. «En mi mente, el jardín ideal combina diseño formal y plantación libre. Formalidad informal, lo llamo». Después, se queda mirando el árbol que plantó hace treinta y cinco años y dice: «A veces pienso que el jardín es lo único que resiste. Todo lo demás cambia».
Así, entre flores y clásicos, entre Homero y los setos del New College, entre las calles llenas de estudiantes de Oxford y la expectación de su visita a España, Robin Lane Fox demuestra que la belleza no es para él una idea decorativa, sino un principio moral. «A veces la gente me pregunta por qué sigo escribiendo» dice mientras sonríe, «y yo les contesto que no sabría hacer otra cosa. Es mi vida».
Y lo seguirá haciendo, con la obstinación del jardinero que escribe y del académico que cava en la historia, hasta el final: «Me moriré y seré enterrado con el bolígrafo en la mano».
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