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Pablo Arias Cabal y Roberto Ontañón, II Premio Nacional de Arqueología y Paleontología

La maravilla de La Garma: «El arte rupestre no es sagrado. Pintaban hasta en la cocina»

Los habitantes de La Garma, la ‘Pompeya del Paleolítico’, adoraban el rojo, se adornaban y no distinguían entre lo material y lo espiritual. Así era la vida cotidiana hace 16.000 años

Pablo Arias Cabal y Roberto Ontañón, en el Museo Arqueológico Nacional Guillermo Navarro
Judith de Jorge

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Hace unos 16.000 años, un grupo de humanos debió de quedarse perplejo al regresar a su casa en las montañas cántabras. Un derrumbe había bloqueado la entrada de la cueva que ocupaban. La suerte quiso que estuvieran fuera cuando sucedió y les libró de ... una muerte segura. Dentro, su campamento, cerrado a cal y canto, se quedó tal cual lo habían dejado: restos de fuego en la cocina, pinturas rupestres, una multitud de adornos de hueso y asta... Vestigios de una gran actividad que se han conservado inalterados hasta nuestros días como una ‘Pompeya del Paleolítico’. Por ese motivo, la cueva de La Garma en Omoño es «absolutamente excepcional, única en el mundo», afirman los directores del yacimiento, Roberto Ontañón y Pablo Arias Cabal, quienes acaban de ser reconocidos con el II Premio Nacional de Arqueología y Paleontología de la Fundación Palarq. Su trabajo, un ejemplo sobresaliente de la nueva arqueología no invasiva, derriba algunos de los mitos de la prehistoria más arraigados.

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