Qué son las 'levadas' de Madeira, un mundo de piedra, agua y lujurias vegetales
Las ‘levadas’, cauces de piedra construidos en el siglo XV para el regadío, forman hoy una amplia y bellísima red de senderos para descubrir los umbríos bosques de Madeira
Javier Jayme
De Madeira puede afirmarse, parafraseando el Génesis, que en un principio -hace 5,5 millones de años- fue la roca volcánica emergida del océano. A ésta, en el segundo día, vino a tapizarla, nubosa y goteante, la laurisilva . Durante el tercer día -que ... dio comienzo apenas seis siglos atrás- los portugueses, sus primeros pobladores, perforaron la espesura forestal construyendo las ‘levadas’ . Y el cuarto y último día -ahora- son los turistas, recorriendo a pie las ‘esplanadas’ , quienes mayormente hacen usufructo de aquéllas.
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‘Levadas’, ‘esplanadas’... He aquí algunos términos portugueses que, de entrada, embrollan al foráneo. Unos interrogantes que Liliana Gonçalves, guía de Adventure Kingdom, nos va despejando mientras avanzamos por este universo hecho de piedra, agua y lujurias vegetales : «Las levadas (del verbo portugués levar = llevar, añado yo) son canales o acueductos que bordean las montañas a lo largo de kilómetros, en ocasiones atravesándolas mediante túneles, con multitud de tramos sobre rocas escarpadas y expuestos al vacío. Su misión es transportar el agua de distintas fuentes a sus usos intermedios o finales, ya sean éstos el consumo humano, la agricultura o la producción de energía eléctrica. En la actualidad no existe ‘levada’ sin su ‘esplanada’, el camino abierto en paralelo a su trazado que permite a los senderistas tomar contacto con la naturaleza y el paisaje.
Hoy por hoy las levadas constituyen un genuino ex libris madeirense. Su origen se remonta al primer cuarto del siglo XV con la ocupación pionera de la isla, cuando el agua se hizo indispensable para los regadíos, particularmente el de los campos de caña de azúcar , el oro blanco de Madeira, que no tardó en convertirse en su mayor productor y exportador para Europa. Simultáneamente, se irrigaban las plantaciones de la viña que, andando el tiempo, daría origen al emblemático vino de Madeira .
El agua fluye mansamente por las distintas levadas todo el año, transportada por gravedad en suave pendiente. Sus cauces tienen forma de U estrecha para minimizar la evaporación. Cierto que estos cursos fluviales artificiales no son exclusivos de Madeira; sí lo son su accesibilidad y extensión. Actualmente, la forma de riego abarca alrededor de 200 levadas con unos tan insospechados como impresionantes 3.000 km de canales acompañados de ‘esplanadas’ primorosamente cuidadas -sus cunetas se adornan a menudo con flores silvestres-, incluidos 40 km de túneles. Todo un singular sistema circulatorio para descubrir abismados paisajes y especies de flora y fauna endémicas, únicas en el mundo.
Para los amantes de la naturaleza, senderear cualquier levada es punto menos que imprescindible durante su visita a la isla. Las opciones, sobre distintas longitudes y grados de dificultad, son numerosas, desde la de las 25 Fuentes o la de Caldeirão Verde, las más populares, hasta las de Lagoa do Vento o la de Rocha Vermelha, ambas menos transitadas por poco conocidas. Los consejos son los habituales en este tipo de aventura: llevar ropa de abrigo o de baño -según la temporada-, calzado cómodo, impermeable, gorra, protector solar y provisión alimenticia. A cambi o, la promesa de contemplar paisajes con embrujo, hermosas cascadas, cantiles precipitados, coloridos cultivos y, siempre presente, la reliquia botánica del Terciario, el bosque de laurisilva, umbrío y misterioso, incluido por la Unesco en la lista del Patrimonio de la Humanidad en 1999.
Nuestra particular aventura tiene lugar a lo largo del sendero PR11, conocido como vereda dos Balcões , que acompaña a la levada de la Serra do Faial , conduciendo al conspicuo mirador homónimo. Un corto recorrido circular de 1,5 km. circundado por las especies arbóreas y arbustivas de la laurisilva: el viñátigo, el til, el acebiño y por supuesto el laurel, del cual toma el nombre todo el conjunto. Es todo un privilegio poder contemplar la etérea maquinaria del monteverde -sinónimo aquí del bosque de lauráceas- en pleno rendimiento. Las nubes, arrastradas por los alisios, son detenidas por los cordones alpinos; y allí, transformadas en espesísima niebla que presta su característico toque lóbrego al contorno, se produce el crucial proceso de su ‘ordeño’: el vapor de agua se condensa en gotas que rezuman de todas las hojas cual gigantesca destilería; luego éstas se infiltran en el subsuelo para resurgir más abajo, alimentando los manantiales y los ríos.
En cuanto al mirador dos Balcões , colgado sobre el valle de Ribeira da Metade , nos ofrece un espectáculo como no hay dos: el de un grandioso anfiteatro flanqueado por costillares basálticos que se descuelgan con verticalidades sobrecogedoras sobre un fondo de profundas barrancadas, cubiertas de tupido verdor, en el cual se desenvuelve todo un mundo vegetal, mineral y humano. Y hoy, día despejado, hay programa doble con la visión hacia lo alto de las enhiestas cresterías y cumbres de la cordillera central -el Pico del Arieiro (1.817 m), el pico das Torres (1.851) y el pico Ruivo (1.862), techo de Madeira -, amén del soberbio panorama geológico de las masas rocosas de la Penha d’Águia .
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