Santa Eulalia de Bóveda, el Oráculo de Galicia
Paganismo y cristianismo se dan la mano en este santuario considerado único, pues no hay otro igual en el mundo
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FRAN CONTRERAS
Lugo
Ocurrió por casualidad en 1914. El sacerdote José María Penado, párroco de la iglesia de Bóveda de Mera, se percató de que el suelo del templo estaba cediendo y decidió que tenía que arreglarlo. Durante los trabajos de acondicionamiento, los obreros hallaron ... una escalera que conducía a una estancia soterrada que parecía muy antigua, repleta de elementos que parecían romanos. El hallazgo del enclave no trascendió hasta 1926, cuando tuvo conocimiento del mismo la Comisión de Monumentos Históricos Artísticos de Lugo, la cual, cinco años después, lo declaró Monumento Nacional, siendo en la actualidad, desde 1985, Bien de Interés Cultural.
Estos fueron los orígenes del que es uno de los lugares más singulares y enigmáticos de España: el santuario Santa Eulalia de Bóveda, situado a 14 km. de la bimilenaria ciudad, y capital, de Lugo, ubicado en el concello de Mera, al pie del Camino Primitivo de Santiago.
Desde hace más de un siglo, se han sucedido las excavaciones -gracias a las realizadas por Luis López Martí podemos hoy disfrutar de esta joya del patrimonio cultural gallego-, los estudios e investigaciones para intentar desvelar el gran número de secretos e incógnitas que atesora. Y es que hasta la fecha no se ha podido determinar cuándo y para qué fue creado.
Como apuntan todos los expertos, se trata de una construcción tardo romana. Fue edificada, junto a la calzada que unía Lugo con Braga, entre los siglos II y III, como templo y oráculo de la diosa Cibeles, siendo más tarde santuario funerario dedicado al dios Dioniso. Un enclave que a partir del siglo IV quedó cristianizado, prorrogando su sacralidad, y en el que se ubica una de las posibles tumbas de Prisciliano, el obispo hereje que dio lugar al movimiento herético conocido como priscilianismo.
Lugar de poder, sagrado, epicentro de peregrinaciones, del que aparecen las primeras referencias en el siglo VIII, hoy sabemos que poseía dos alturas -solo queda la inferior, la superior fue derribada para construir la iglesia románica-, que tiene una particular orientación solar y que está repleto de claves y secretos sincréticos, tanto en el diseño, como en sus esculturas y pintura.
Un viaje en busca de los antiguos dioses
Se accede descendiendo por una escalera, como si nos introdujéramos en las profundidades de la Tierra, a la Magna Mater, como era conocida la diosa Cibeles. Ya en el atrio, protegido por dos columnas, frente a la fachada -realizada con sillares de granitos dispuestos de forma horizontal, con ventanas adinteladas y ambos lados vanos triangulares- aparecen a ambos lados de la portada seis relieves en la piedra que revelan el carácter sagrado y dan algunas pistas de los ritos que aquí se celebraban.
En la parte superior, aparece un grupo de cinco figuras humanas bailando. Son los 'gallus', quienes realizaban las danzas orgiásticas del culto a Cibeles ante los devotos. Y, bajo ellos, la representación del 'Archigallus', el sumo sacerdote de las ceremonias a Cibeles.
Nada más cruzar el pórtico, un visogodo arco de herradura -el más antiguo de España-, entraremos a la que fue cripta del oráculo-templo, una estancia rectangular abovedada. La tenue luz que se filtra por los vanos provoca un estado de fascinación en el visitante mientras contempla sus muros decorados con motivos geométricos, astrales y decenas de aves -uno de los mejores conjuntos pictóricos romanos en nuestro país-, una piscina-estanque protegida por columnas y, al fondo, un ábside de arco de herradura donde hay un ara romana.
Todo cambia cuando el visitante es consciente de que se encuentra en el lugar al que acudían enfermos para sanar, fieles para escuchar los designios de los dioses y devotos para ser iniciados en los antiguos misterios de Cibeles. Y esta pequeña estancia era el escenario de los 'taurobolios', es decir, los 'baños de sangre animal', una orgía sanguinolenta en la que se sacrificaba un animal -un toro o un cordero-, y cuya sangre era derramada desde la estancia superior para caer en la piscina-estanque, bañando al fiel devoto o al enfermo, bajo la creencia de que la sangre animal tenía propiedades curativas e iniciáticas.
Este ritual, que fue prohibido con la llegada del cristianismo, se complementaba con la manifestación de la diosa Cibeles a través de las aves representadas en la piedra. Sus sibilas eran las perdices, palomas, patos, ocas o avestruces pintadas y que parecían cobrar vida cantando. Pero, en realidad, eran animales escondidos por los sacerdotes en un pasillo oculto entre los muros.
Cibeles, el oráculo gallego
Recorrer en silencio, paso a paso, descubriendo cada detalle de la antigua cripta oráculo sobrecoge. No solo por la singular arquitectura, escultura y pintura o por los interrogantes sobre su origen y funcionalidad, si no porque entre sus sillares permanece el eco remoto de lo mágico y sagrado, la energía que dejaron durante siglos todos los que hasta aquí acudieron pidiendo ayuda o respuestas a la diosa Cibeles.
Originaria de la región de la Anatolia de Frigia (Turquía), llegó a ser invocada primero por griegos y luego por romanos en todos los rincones del Imperio. Así que, amigo lector, no dude en su próximo viaje rumbo a Galicia visitar un destino de referencia en la España mágica porque no le dejará indiferente. Además, si reconecta con los antiguos dioses, es posible que escuche el canto de las aves, los presagios que susurran las sibilas enviadas por la diosa Cibeles a este oráculo gallego.
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