El momento de Oviedo: alta velocidad, capital gastronómica y 140 años de La Regenta

Podemos empezar por el corazón de Oviedo: la catedral de San Salvador. Una joya del gótico con la singularidad de ser una de las pocas catedrales de ese periodo cuya fachada tiene una sola torre, ya que nunca hubo fondos para completar la segunda. Un contratiempo que los siglos han convertido en un atractivo más por la originalidad que le da a su silueta. En su interior tenemos la primera conexión con otra de las cosas que han hecho famosa a Oviedo, el arte prerrománico asturiano. Hablamos de la Cámara Santa, que fue originalmente la capilla del palacio de los reyes de Asturias, situado en este mismo lugar en tiempos de Alfonso II 'el Casto' (siglo IX) y que actualmente guarda algunos de los mayores tesoros asturianos, como la Cruz de los Ángeles donada por el propio Alfonso II (s. IX, emblema de la ciudad de Oviedo), la Cruz de la Victoria donada por Alfonso III (s. X, emblema de Asturias), la Caja de las Ágatas donada por Fruela II (s. X) y la reliquia del Santo Sudario.

Y justo aquí, en el espacio que ocuparon siglos atrás el palacio de los reyes y la iglesia de San Salvador, se inició otra gran conexión, una que desde Oviedo se extendió por toda Europa, incluso por todo el mundo. Hablamos del Camino de Santiago, ya que fue ahí desde donde el rey Alfonso II partió hacia Galicia tras recibir del obispo de Iria Flavia las noticias del descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago. Con ese primer peregrinaje nació el Camino Primitivo, cuyo inicio lo sigue marcando la catedral; más aún, los ovetenses siguen considerando su ciudad parada obligada en cualquier versión del camino, hasta el punto de tener un dicho: «Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y deja al Señor». Por ello, por la catedral de Oviedo pasan ramales del Camino Francés y del Camino de la Costa. Y, precisamente, uno de estos ramales nos sirve para hacer conexión con otra de las señas de identidad de la ciudad, ya que la entrada del Camino de la Costa (tras pasar por otra joya del prerrománico, la Foncalada, una fuente protegida por un templete del siglo IX que constituye uno de los mejores ejemplos conservados de arquitectura civil de la Alta Edad Media) pasa por la actual Calle Gascona. Esta calle es también conocida como el 'bulevar de la sidra', ya que concentra más de una docena de sidrerías y es el mejor lugar de Oviedo para sumergirse en todo lo que rodea a la bebida más representativa de Asturias. Lo cual no solo es cuestión de gastronomía (aunque sin duda Gascona será uno de los centros neurálgicos del año de Oviedo como capital gastronómica), sino toda una cultura. Un buen ejemplo es 'Nesta sidrería pue cantase', una actividad en la que bandas tradicionales de música recorren esta calle, parando en los distintos locales, todos los jueves entre las 20.30 y la medianoche.

Pero volvamos hasta la catedral, ya que justo delante de ella nos encontraremos con otra de las piezas que conectar para comprender Oviedo: la estatua de Ana Ozores, 'La Regenta', obra de Mauro Álvarez Fernández. Podríamos decir que se trata de una pieza doble, ya que nos da pistas sobre dos aspectos de la ciudad. Uno es el propio mundo de la novela (de cuya publicación se cumplen 140 años en 2024, algo que Oviedo piensa celebrar con diversos actos y nombrando hijo predilecto a su autor), la 'Vetusta' de Clarín, cuyo espíritu aún impregna Oviedo, en especial un casco viejo de calles peatonales, palacetes renacentistas y barrocos e iglesias en las que uno puede fácilmente imaginar entrando al magistral Don Fermín de Pas. Y, en segundo lugar, esta 'Regenta' también nos da una pista de la importancia que se le ha dado a las estatuas en el arte urbano de Oviedo, con un buen número de piezas notables repartidas por la ciudad, desde obras de artistas con tanto prestigio como Fernando Botero o Eduardo Úrculo, hasta otras dedicadas a personajes populares, como la Mafalda sentada en un banco del Campo de San Francisco, el principal parque ovetense.

Como ven, sin apenas tener que movernos de los alrededores de la catedral, hemos conseguido ligar muchas de las cosas que hacen de Oviedo una ciudad tan especial: el prerrománico, el Camino de Santiago, la sidra, la gastronomía, la música, la literatura, la arquitectura, el arte urbano… Y aún estamos muy lejos de agotar todo lo que la capital asturiana tiene que ofrecer. Podríamos, sin ni siquiera salir del casco antiguo, recomendar por ejemplo una visita al Mercado del Fontán, un clásico mercado ideal para acercarse a las materias primas de la gastronomía asturiana; justo enfrente, en una hermosa plaza porticada, se instalan cada jueves puestos de flores, artesanía y productos típicos y se celebra el popular 'rastro' ovetense los domingos. Además, esta es una de las mejores zonas de tapeo y terraceo de la ciudad. Y en pocos metros podemos pasar de lo más popular a la alta cultura. También en el casco antiguo, instalado a caballo entre el Palacio de Velarde (siglo XVIII) y la Casa de los Oviedo-Portal (siglo XVII), está el Museo de Bellas Artes de Asturias, en el que encontramos cuadros de El Greco, Zurbarán, Murillo, Goya, Sorolla, Picasso, Tapies y muchos otros maestros.

Aunque para encontrar el templo de la cultura más representativo de Oviedo tenemos que situarnos en la frontera entre el Oviedo antiguo y la ciudad moderna. Allí se encuentra el Teatro Campoamor, célebre tanto por albergar una de las mejores temporadas de ópera de España como por ser cada año la sede de la entrega de los Premios Princesa de Asturias. Acercarnos al Campoamor nos llevará también muy cerca del ya mencionado Campo de San Francisco, el parque ovetense por antonomasia, donde siglos antes se encontró el gran roble ('carbayu' en asturiano) que dio a los ovetenses el apodo de 'carbayones'. Este se taló para abrir la Calle Uría, una de las principales arterias de esta zona que aún hoy es el corazón comercial de la ciudad.

Y no podemos terminar sin hablar del resto de tesoros del prerrománico asturiano, un estilo arquitectónico verdaderamente único la mayor parte de cuyos edificios más representativos están en Oviedo. En el Monte Naranco, a unos tres kilómetros del centro de la ciudad, están los dos más famosos: Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo (ambos del siglo IX). El primero es un palacio (aunque durante siglos se empleó como iglesia) cuyo bello mirador de tres arcos es desde hace muchos años la imagen institucional del turismo de Asturias. El segundo es parte de una basílica parcialmente derruida en el siglo XI, pero cuya decoración escultórica es una maravilla. Como maravillosas son las pinturas murales de San Julián de los Prados (también del siglo IX) -o Santullano, como la llaman los ovetenses-, la iglesia parroquial más antigua de Europa que ha estado en uso de forma ininterrumpida. Los frescos de sus paredes son uno de los conjuntos de arte de la Alta Edad Media mejor conservados de España. Además, después de décadas sufriendo por la cercanía de una autopista, por fin este año se comenzará un proyecto de remodelación de sus alrededores, que hará que este monumento tenga un entorno que le haga justicia.