El Altiplano granadino a vista de pájaro: vuelos en globo a merced del viento

Si alguien quiere saber qué es la mezcla, que vaya al Altiplano y no necesitará nada más. Allí hay zonas casi desérticas, como la descrita en el párrafo anterior, pero también están las sierras de Baza y Castril. Allí hace bastante frío de noche, incluso en verano, pero cuando le da por apretar el calor, hasta los lagartos se refugian. Allí... bueno, lo mejor es montarse en un globo y verlo todo a vista de pájaro.

Ese viaje permite observar con detenimiento esas badlands, esos terrenos baldíos, esas montañas con tantos pliegues que parecen doblarse en sí mismas. Es el Geoparque, algo más de 4.700 kilómetros cuadrados de enorme riqueza geológica y también paleontológica. Sus caprichosas formaciones rocosas empezaron a crecer en la época cuaternaria, hace cinco millones de años, y la erosión de los sedimentos de esa era hizo lo demás, por así decirlo.

Lo demás son cañones de más de 200 metros de altura, cuevas naturales, valles casi asfixiados por las montañas... Contemplar aquello en todo su esplendor es un regalo para los sentidos Y también un regalo inolvidable para casi todos. Ni siquiera los que sufren de vértigo tienen excusa: arriba, en la barquilla, no se siente. Lo han comprobado empíricamente bastantes personas que se temían lo peor.

Hay varias empresas dedicadas a realizar vuelos en la zona. Encontrarlas es fácil en un rastreo por internet. El punto de partida suele ser Guadix, un pueblo con casi 20.000 habitantes, a poco más de media hora en coche desde Granada y que, de por sí, tiene elementos más que suficientes como para ser visitado.

Lo normal es que los vuelos se hagan a primera hora de la mañana y que en los globos, por lo general, quepan hasta veinte personas. Suelen durar entre una y cuatro horas, se elevan hasta los 2.500 metros y es tiempo suficiente como para sobrevolar, sin ruidos, ese capricho de la naturaleza. Desde las alturas, la diferencia paisajística de Granada se acusa todavía más. A un lado quedan las montañas blancas de Sierra Nevada, en el lado opuesto, más agreste y menos transitado, que el que conocen todos los esquiadores.

Mirando al otro está el desierto de Gorafe el epicentro del Geoparque. Tierra rojiza que recuerda al decorado natural de una película del lejano Oeste. De hecho, el Geoparque queda a poco más de cien kilómeteros de Tabernas, ya en la provincia de Almería, donde se rodaron tantas cintas de indios y vaqueros.

Quienes han disfrutado de la experiencia suelen coincidir en que es otro mundo, algo difícil de explicar. Hay muchas fotos en distintas páginas web, por supuesto, pero sólo sirven para hacerse una idea de lo que el viajero puede encontrar allí. En cuanto al precio, las tarifas varían en función de un montón de circunstancias, pero oscilan entre los 100 y los 250 euros