¿Por qué la violencia doméstica es un tabú en Alemania?

Las autoridades reconocen que buena parte del problema ni siquiera aparece en estas abrumadoras cifras porque los casos a menudo no se denuncian, pero aún así los datos pasan desapercibidos y ni siquiera los medios de comunicación les conceden un espacio de primer plano. «Hay una cierta soberbia, se piensa en general que es cosa de países del tercer mundo, de países subdesarrollados, no de un país civilizado como Alemania, cuando la estadística demuestra que sucede en todas las clases sociales alemanas.

Y también se piensa que afrontar este tipo de violencia no es un tema tan importante, porque no se entiende que la base de la sociedad es la familia. En España se ven frecuentemente campañas de prevención, se informa sobre cada asesinato... en Alemania sin embargo sigue siendo un tema tabú, no verás un folleto informativo ni siquiera en un centro médico», intenta explicar las causas de la despreocupación alemana Amparo Devis, profesional del coaching familiarizada con este tipo de casos.

Si en España se asocia esta violencia con la cultura machista, su larga experiencia en el trato con las víctimas de violencia lleva a Devis a concluir que, en Alemania, tanto el problema en sí como la falta de actuación por parte de las autoridades está más bien relacionada con la historia emocional del país.

«En Alemania, después de laguerra, por la situación social en un país derrotado y por todo lo que se vivió en la postguerra, los alemanes mejoraron inconscientemente su habilidad para no mostrar su descontento de puertas afuera, para no expresar sus verdaderos sentimientos y opiniones, para actuar con corrección y bajo radar en la calle. Pero toda la frustración y la agresividad que sienten se destapa a menudo dentro de la casa y los niños han crecido pensando que ese comportamiento es normal», sigue Devis, «los agresores suelen ser tipos divinos fuera del entorno familiar, dominan el arte del autocontrol mucho mejor que los latinos, hasta que entran en casa y llega la vía de escape. Y hay que aclarar que en Alemania esta violencia afecta tanto a hombre como a mujeres».

Otro de los aspectos culturales a tener en cuenta es que «al miso tiempo, hay un erróneamente entendido concepto de la intimidad: se sobreentiende que lo que pasa en la casa de alguien no debe preocupar ni ocupar a nadie más. Los familiares y los vecinos que saben o sospechan lo que está pasando entienden que se trata de un asunto muy personal en el que no deben meterse.

En España, en general en los países latinos, tenemos otro sentido de la comunidad, pero en Alemania no, la cultura es mucho más individualista. Por eso ni siquiera los medios de comunicación se ocupan de este problema, a pesar de su evidente gravedad, porque se considera que no es un asunto que atañe a la comunidad sino personal, del ámbito privado».

Devis insiste en que «la cultura emocional es completamente diferente a la nuestra. Si en España se ve a una mujer llorando, el impulso es asistirla, preguntar qué le pasa... En Alemania, con una cultura emocional que no permite mostrar las emociones, si una mujer llora mientras pone una denuncia por malos tratos en una comisaría, lo que inconscientemente entienden los agentes es que esa mujer está descontrolada, que no está en sus cabales, que está mentalmente desequilibrada. Y automáticamente interviene el Jugendamt, una institución oficial de protección a la infancia y la juventud para la que la familia no juega un papel demasiado importante, de manera que una primera medida es casi siempre separar a los niños de esa madre, de ahí que muchas mujeres prefieran no denunciar, porque saben que serán juzgadas y que corren el riesgo de perder a sus hijos».

En un Estado garantista como el alemán, donde proliferan las ayudas sociales de todo tipo, son paradójicamente las embajadas extranjeras las que luchan contra este problema, más que las autoridades alemanas, que ni siquiera lanzan campañas informativas para educar en lo que es o no es violencia. La embajada de México, por ejemplo, ofrece en su página web formación y cuenta con un gabinete psicológico permanente de ayuda, una posibilidad que no brinda el Estado alemán. «Las víctimas a menudo no saben que su caso es denunciable, no saben que hay violencia psicológica que suele acabar en violencia física.

Nadie les dice que lo que empieza por bromas hirientes, celar al otro o ignorarlo, descalificarlo, sigue por la destrucción de artículos personales, el aislamiento, las amenazas y, finalmente, la violencia física» subraya Devis, «y en Alemania las víctimas no cuentan con asesoría estatal de ningún tipo, con nadie que les diga que todo eso no forma parte de la normalidad en una pareja».