Aznalcóllar: un pueblo minero sin mina

El anuncio del regreso de la actividad a la corta, aprobado por unanimidad en el Parlamento andaluz en 2014, devolvió la esperanza a la comarca tras el fracaso plan de empleo de la Junta, otro más, para reflotar la zona. «Aquí hemos subsistido de las pagas de los prejubilados de la mina y de la ilusión por volver a ver de nuevo cómo los mineros regresaban al tajo». Juan José Fernández fue uno de aquellos trabajadores de Boliden que se quedaron a merced de unas promesas políticas de recolocación que resultaron un fiasco. Lideró la lucha obrera, como sindicalista de CCOO, en busca de una alternativa para su pueblo. Hoy es alcalde de Aznalcóllar por la formación política Adelante y está dispuesto a volver a la batalla para conseguir que el proyecto de explotación salga adelante de una vez por todas.

Han transcurrido cinco años desde que los parlamentarios, sin fisuras, dijeran sí a reabrir la mina marcada por el desastre ecológico de 1998, cuando la balsa de Boliden se rompió. Después llegaría el anuncio del concurso para ceder la explotación del complejo; la adjudicación del contrato al grupo México-Minorbis; la denuncia por supuestas irregularidades en el procedimiento por parte del otro competidor, Emérita Resources, y una investigación judicial por tráfico de influencias y malversación que ha sido archivada en dos ocasiones. A principios de mes, la Audiencia Provincial estimaba el recurso de Emérita y ordenaba reabrir por tercera vez el caso. Esta última decisión judicial supuso un terremoto político que se ha llevado por delante al presidente de la Sepi, Vicente Cecilio Fernández Guerrero , quien fuera exinterventor general de la Junta durante la adjudicación. Tiene que declarar en calidad de investigado.

Todo ese periplo, que se traduce en tiempo y desesperación para el pueblo de Aznalcóllar, ha frenado en seco el proyecto en su fase más inicial. De los 1.500 puestos de trabajo , entre empleos directos e indirectos, que supondría la explotación de la corta Los Frailes , apenas hay contratados medio centenar de trabajadores. «Hay negocios locales que invirtieron en previsión de lo que iba a venir, que no han aguantado más y han tenido que cerrar». Juan José García pone de ejemplo una de las panaderías más antiguas de la localidad, de nombre Serafina. «Su dueño ha estado esperando unos años antes de jubilarse para traspasarle el negocio a su hija. Pero al final ha tenido que echar la baraja».

A escasos metros de ese negocio ya muerto, cuatro parroquianos jubilados se toman la cerveza del mediodía. La mina es una conversación perenne en las tertulias y mientras ABC habla con el dueño del negocio, uno de ellos saca una fotografía que muy pronto cumplirá 10 años. La instantánea capta el momento de la salida de los mineros que permanecieron 149 días encerrados en la Catedral de Sevilla . Era 11 de noviembre de 2009 y hacía ocho que Boliden había echado el cerrojazo. A pesar del tiempo transcurrido y las promesas de recolocación de la Junta, quedaban decenas de trabajadores sin solución. «Algunos han encontrado hueco en la mina Las Cruces, que está a unos cuantos kilómetros de aquí. Y eso es algo que no se entiende. Por qué se están reabriendo los pozos en otros sitios y aquí no. ¿Es que acaso estamos condenados?», dice el alcalde.

El cartel hecho jirones que anuncia la entrada al polígono PAMA o parque de actividades medioambientales de Andalucía, justo enfrente de la mina de Aznacóllar, es una buena alegoría del éxito que ha tenido el plan que venía a reciclar la economía local y que recuerda a otro sonoros fracasos laborales como la recolocación de la plantilla de la factoría gaditana de Delphi, que acabó en los tribunales. Se empezó a urbanizar en 2004 y se anunció como una apuesta por el sector de las energías renovales y la recuperación del entorno natural para dejar atrás lo ocurrido con la balsa. Diez años después se autorizaba a ampliar los usos del polígono, incorporando actividades menos verdes. En el Ayuntamiento justificaban esta decisión ante la falta de iniciativas privadas. Hoy en día, muchas de sus naves están cerradas. El polígono sirve para acoger el tanatorio, el parque de bomberos , un almacén de bebidas y un taller, entre otras actividades que se cuentan con los dedos de la mano.

«Allí no hay nadie contratado del pueblo, son todos de fuera». Joaquín Granado gestionaba la única administración de lotería de Aznalcóllar, que tuvo que cerrar por problemas personales. Ahora trata de reabrir el negocio desde un bar modesto que ha alquilado «y que no da para nada». Sabe que «las quinielas» le solucionan el mes pero reconoce que se está pensando invertir en el negocio con el futuro tan incierto que vive el pueblo. «Sin la mina, aquí no hay nada que hacer y los negocios acabaremos cerrando».

Desde el Ayuntamiento aseguran que se ha tratado de diversificar la economía a través de la agricultura, tratando de poner en regadío 2.000 hectáreas de secano. Pero Aznacóllar está atrapada también por su situación geográfica. Esas parcelas están consideradas zonas de especial protección para la avutarda. «Así que esos mismos agricultores que podrían estar trabajando sus tierras, se tienen que marchar a echar peonadas a la fresa en Huelva », se lamenta Juan José Fernández.

Hay empresarios locales que han conseguido vivir sin los ingresos que vienen de la explotación minera. Es el caso de los hermanos Pablos, que montaron hace 13 años su restaurante Los Arcos. «Nosotros hemos conseguido hacernos con una clientela de fin de semana. Pero la mina nos reportaría muchos más beneficios», admite uno de los dueños, Christian. Con esa idea introdujeron el menú del día en su carta. Lo hicieron al anunciarse que las máquinas regresaban a la corta. Christian es hijo de minero, «quién no en este pueblo», bromea. Su padre es un prejubilado de Boliden que no tiene nada clara la reapertura. «Está convencido de que eso va a tardar mucho».

El tiempo juega en contra de Aznalcóllar. Ese día es jornada de reparto de alimentos por la Cruz Roja. 305 personas acuden a la cita y se distribuyen más de 6.000 kilos de productos. El teléfono del alcalde no para de sonar. Al otro lado, vecinos que piden la mediación del Ayuntamiento porque van a ser desahuciados. Desde el Consistorio cifran que hay mas de cien familias en emergencia social. «La ecuación es clara: mina o muerte para Aznalcóllar».