Esperanza Fernández rinde tributo a la Niña de los Peines, una mujer universal

Junto a la de Triana, estuvieron varios alumnos de la Fundación Cristina Heeren , donde ejerce como profesora: Elena Barrera Rojas, Encarni Cortés Cabrera, África Granados Acuña, Celia Jiménez Márquez, Eduardo López Agudo, Cristina Pedrosa Sánchez, Raquel Salas Rosado, Juan Ruiz Salces y Juan Anguita Rodríguez. Un ‘ay’ con nombre de mujer a color que muestra con orgullo los eslabones más recientes de la cadena. Inalcanzable es aquello que no se puede superar y atractivo lo que se busca y se intenta. La Niña de los Peines, que cumple estos dos atributos, parece dejar una estela que por ancha y difícil resulta imborrable y actual. A una vez remota y moderna, como si siempre hubiera existido. Y por esa senda caminan promesas, aspirantes, consagrados y artistas ya en retirada.

El espectáculo, como viene siendo habitual, se retransmitió en streaming, alcanzando un buen puñado de seguidores desde casa y en directo. Los poetas José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez inauguraron el acto con unos versos y el toque de Paco Cortés puso unos primeros acordes. Bamberas con textura de sábanas de holanda y una recreación de la petenera que tomó la de Puerta Osario del Niño de Medina y cambió a su antojo, esta vez con Esperanza Fernández bailando al centro sobre unos coros. Luego llegaron los tientos y los tangos . Al gurugú, doblones, pintores... Una maestra de ceremonias que de pie va pidiendo letras a sus alumnos, en su mayoría mujeres, y unos trazos que poco a poco nos van acercando la figura protagonista de la tarde. Todos participan en este extraño ritual en el que cada intérprete se ha de desprender de la mascarilla unos segundos para que se le escuche de la mejor forma. Por bulerías, los cuplés de Matilde la Chula , con aquella celebrada letra «Unos me echan piropos/otros me hablan de amores/lo mismo que si yo fuera/el sol con sus resplandores ay olé ay olé» anunciaron el final de la actuación.

El recital fue breve, de algo más de treinta minutos de duración, tratando siempre de colocar a la mediana de los hermanos Pavón en la agenda cultural de la ciudad. El motivo: el ejemplo que supone que la artista con mayor proyección de la denominada Ópera Flamenca, en la primera mitad del siglo XX, fuera una mujer . Una mujer desprejuiciada y con la mirada hacia delante. Dándole espacios a sus hermanos, Arturo y Tomás Pavón, y a su marido, Pepe Pinto, quien en parte renunció a su carrera para volcarse en la de ella. Juntos ofrecieron largas giras por todo el territorio nacional, pero el nombre de Pastora lució alto y claro sobre los demás, como emperadora sin etiqueta de la época que le tocó vivir. Su discografía, que se compone de más de 250 registros sonoros, daría para todo un mes de música y divulgación. Esperanza Fernández regaló una pequeña aproximación.