novedad editorial
Daniel Ruiz: «El 'Lazarillo de Tormes' es la novela española de iniciación más cafre que hay»
Daniel Ruiz retrata en 'Mosturito' (Tusquets) una historia con fondo social cuyo protagonista se enfrenta a muchas adversidades en un barrio sevillano
Daniel Ruiz: «La calle es lo que me ha hecho escritor, mucho más que los libros»
El escritor sevillano y columnista de ABC regresa con 'Amigos para siempre', una descarnada novela cargada de humor negro sobre la amistad
Sevilla
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Iniciar sesiónDaniel Ruiz (Sevilla, 1976) tiene una voz propia como escritor que ha logrado plasmar en novelas tan aclamadas como 'Amigos para siempre' (Tusquets, 2021). Ahora ha vuelto con 'Mosturito' (Tusquets), una historia de barrio en la que retrata la vida ... de Pedro, un niño feo y deforme que tiene que enfrentarse a las adversidades de su entorno para forjarse un futuro digno como persona. El escritor y columnista de ABC ha plasmado una novela de iniciación con una narración fresca y ágil que no decae en ningún momento. Este sábado la presentará en la librería Botica de Lectores de República Argentina.
—'Mosturito' vuelve a mostrar su predilección por las historias y los personajes que viven en el extrarradio, en este caso de Sevilla.
—'Mosturito' responde a mi necesidad de contar una historia que tenía que ver con el paisaje de mi infancia y con el barrio donde me crie. Siempre me han gustado mucho las novelas de iniciación y quería escribir una. La novela que me convirtió en escritor fue 'El guardián entre el centeno' de Salinger. De alguna manera, siempre me han marcado esas historias en las que las personas se forjan a sí mismos. En mi infancia, yo fui un niño con bastantes complejos y feo. La novela tiene muchos tintes autobiográficos, pero no cuenta mi historia, ya que hay personajes ficcionados. Cuenta la historia de un niño que crece en un entorno difícil en un barrio obrero de los ochenta, que fue un poco mi caso.
—El elemento formal también es básico en esta historia, ¿no es así?
—Es una novela con una fuerte vocación expresiva que prescinde mucho de cualquier tipo de convención. Quería que fuera una narración muy libre, con apariencia casi amateur y que tuviera sobre todo mucha fuerza expresiva. Eso me lo dio la voz del niño que protagoniza el libro, que va contando todo en primera persona y que habla de manera muy libre y con poca atención a la cuestión sintáctica. Al final eso le da a la historia una apariencia de estilo libre. Por eso creo que es una novela con un estilo muy salvaje y muy punky.
—Pedro, el protagonista, es un niño acomplejado y frágil cuando se mira al espejo, pero al mismo tiempo tiene una gran fortaleza para afrontar los desafíos y se curte a sí mismo.
—Sí, como en cualquier novela de iniciación, es al final una historia de descubrimiento y superación. Ese niño va descubriendo cosas en su entorno en relación al sexo, la violencia, los abusos y la injusticia. El niño que empieza la novela es, en cierta manera, distinto del niño que la termina. En ese proceso de descubrimiento va aprendiendo a no tener miedo y a convivir un poco con sus taras. En la parte personal mía es lo que yo también conseguí, pero al cabo de muchos más años. Al final es una historia de descubrimiento y de estar en paz consigo mismo.
—Hay pasajes del libro con mucho humor donde se llega casi a la carcajada que se mezclan con otros más dramáticos e incluso poéticos.
—El humor es muy importante porque es la vía de salvación que encuentra el lector para encajar todas esas desdichas que le van surgiendo al personaje. El humor ayuda al protagonista y a Tata, su tía, a superar esa miseria que le rodea. El humor es una parte indisociable de mi literatura y en este libro hay mucho humor que ayuda a hacer más digerible toda la parte más dramática de la historia.
—La novela retrata asuntos muy candentes como el bullying, la custodia de los menores o la violencia machista.
—Temas como el de los abusos están en mi preocupación personal porque los he percibido desde pequeño. También abordo la cuestión de la corrección. En esta novela al negro se le llama negro, como al gordo se le llama gordo y al gitano se le llama gitano. Eso estaba en nuestros paisajes de los años ochenta y con la corrección política actual se ha perdido bastante. El niño habla de forma muy deslenguada y llama las cosas por su nombre. Me interesaba que fuera una historia muy libre y muy humana, por eso retrato temas que me preocupan o resultan interesantes. En esos ochenta el friso era el de la heroína y el de la disciplina educativa excesivamente férrea. También estaba la falta de oportunidades en barrios desfavorecidos y las diferencias sociales que se vivían en sitios como donde yo me crie.
—La novela tiene también un guiño hacia la literatura picaresca.
—Efectivamente. En la literatura española uno de los textos que siempre me ha interesado ha sido el del Lazarillo. 'El Lazarillo de Tormes' no deja de ser la novela de iniciación española más cafre que hay, la más dura y la más divertida. Yo veo concomitancias entre mi novela y el Lazarillo sobre todo en la utilización de la picaresca, en el intento de salir de los problemas con el ingenio y en evadirse con el humor.
«Mi novela muy punk. El primer disco de los Sex Pistols está mal producido y los músicos no sabían tocar ni la guitarra, pero tiene una fuerza expresiva brutal
Daniel Ruiz
Escritor
—Eso se potencia con el relato del protagonista en primera persona.
—A mí me interesa mucho el tema de la oralidad y está en muchas de mis novelas. Aquí es donde está más explícita. Es una oralidad con un componente andaluz, pero con vocación universal. Uso premeditadamente formas expresivas incorrectas con la idea de supeditarlo todo al ritmo y a la expresividad por encima de la corrección. Eso tiene que ver con una preocupación mía personal relacionada con el hecho de lo que significa escribir bien. Siempre se asocia la idea de escribir bien a escribir bonito, pero no estoy de acuerdo con esa tesis. Yo creo que escribir bien es hacerlo de forma eficaz. Escribir bien no es para mí hacerlo de manera súper correcta y estéticamente prodigiosa, con un nivel de corrección grandísimo y un uso de metáforas redondas. Para mí escribir bien es hacerlo de modo que la expresividad esté al servicio de lo que se quiere decir de manera efectiva para contar lo que se quiere contar. Es una novela muy punk porque se inspira en la música punk de los primeros discos de los Ramones o incluso de los Sex Pistols. El primer disco de los Sex Pistols está mal producido y los músicos no sabían tocar ni la guitarra, pero tiene una fuerza expresiva brutal. Tenía cierto miedo cuando estaba a la mitad del texto porque Tusquets me ha dado siempre carta blanca para todo, pero podía pensarse que era un texto muy arriesgado. Tuve una comida con mi editor, Juan Cerezo. Él se había leído la primera parte y me dijo que funcionaba muy bien y que no tuviera miedo en arriesgar. Eso a mí me dio la vida y me animó a continuar. Me interesa conseguir una literatura muy orgánica, compuesta de pedazos y trozos y que sea muy expresiva y no tanto correcta. La corrección cada vez me interesa menos en literatura ahora que se habla tanto de la Inteligencia Artificial. Es una novela que difícilmente podría componer una IA. Nos hacen falta textos donde la construcción humana vaya mucho más allá de la corrección estilística y sintáctica.
—Esta novela vuelve a confirmar que usted maneja el estilo indirecto con una gran maestría.
—Cada vez más la literatura que me gusta como lector es la que va más a lo elemental y no tanto al resabio. Me interesa mucho más la literatura con 'punch' o pegada inicial que se basa más en el instinto que en la que está excesivamente programada. Esta última me provoca aburrimiento. Lo mismo me pasa en el cine o en otras expresiones. Los cuadros de Van Gogh o de Bacon apelan más a lo expresivo. Me interesa lo primario como fuerza expresiva. El resabio estilístico nos aleja de la experiencia primaria de acceder a un texto literario en bruto. Me sigue sorprendiendo por ejemplo la fuerza expresiva que tiene 'Los santos inocentes' de Delibes a pesar de ser un texto construido con una apariencia de rudeza o de carácter básico.
Una voz propia
—¿Esa manera de contar las cosas hace que sea usted un escritor especial y diferente a los demás?
—No me considero para nada especial. Lo que sí aspiro es a que se me considere un escritor que tenga una voz. Para mí eso indispensable. Esta historia propone una voz desde el principio que, si la compras, te va a conducir por toda la novela. Lo que hace diferentes a los escritores es tener una voz propia. Eduardo Mendoza, si tiene algo reconocible por encima de todo, aparte de su gracia y del humor de sus textos, es su voz. La voz de su última novela la encuentras ya en su primera, y es coherente en toda su obra. Con los músicos pasa igual. La voz es lo más difícil de conseguir. Los mayores fracasos novelísticos se producen por la ausencia verdadera de una voz.
—Hablando de Eduardo Mendoza, tanto este como Luis Landero han alabado su obra. ¿Hacia dónde cree que va a ir su trayectoria literaria en un futuro?
—No lo sé. La verdad es que no me marco ninguna meta. No soy un escritor programático. Me muevo por lo que me apetece en cada momento y ahora me apetecía una vuelta al barrio. Quería contar una historia que tuviera que ver un poco con lo personal, pero sin llegar a ser metaliteratura. Yo rehúyo de la autoficción porque me parece un género un poco tramposo, ya que al final lo abobinable de lo biográfico acaba asfixiando las cualidades de lo literario. En mi caso no ha sido así. Yo quería contar que vengo de donde vengo, que de pequeño sufrí ciertos episodios de acoso, que era un niño feo y que me crie en un barrio difícil, pero no era mi pretensión contar mi historia. Hay muchas historias mucho más dolorosas que la mía. Seguramente sea la historia más autobiográfica que jamás escribiré y la más personal en el sentido biográfico, pero en un futuro iré por otro lado. Sobre todo quiero escribir historias de las que no sienta vergüenza.
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