Novela
Daniel Ruiz: «Ni siquiera la amistad, que parece lo más incorruptible, es ajena al dinero»
El escritor sevillano y columnista de ABC regresa con ‘Amigos para siempre’, una descarnada novela cargada de humor negro sobre la amistad
Jesús Morillo
La literatura para Daniel Ruiz (Sevilla, 1976) es un «acto político» . La afirmación no solo puede definir a un escritor que tiene entre sus autores favoritos a Albert Camus, Juan Marsé y Rafael Chirbes , sino que esa « ... vocación social» ha ido cristalizando en una bibliografía que incluye, entre otras novelas, sátiras sobre el mundo de la política y la empresa, ‘Todo está bien’ (2015) y ‘La gran ola’ (2016), que le valió el premio Tusquets , o ese ambicioso fresco sobre la sociedad española actual, a través de una pequeña ciudad costera del Sur sostenida por la industria petroquímica, que compone en ‘El calentamiento global’ (2019).
Si en esta última el escritor sevillano y columnista de ABC creaba un territorio narrativo, similar al Santa María de Juan Carlos Onet ti , en su nueva novela, ‘Amigos para siempre’ (Tusquets), reduce significativamente el foco para colocar al lector frente a la cena del cincuenta cumpleaños de Pedro en un lujoso chalet de una zona residencial, junto a su mujer, sus amigos de la época del instituto y sus parejas.
Esta celebración será el punto de partida de una indagación a lo Igmar Bergman pero con mucho más humor negro , sobre las miserias que sostienen la amistad, la crisis de mediana edad , las relaciones de poder que establece el dinero y las incoherencias de unos personajes que han traicionado todos sus sueños de juventud.
Un viaje al fin de la noche, salpicado de drogas, prostitutas y mucho alcohol , en el que poner en cuestión el matrimonio, la vida burguesa y los fundamentos de la amistad. ‘Amigos para siempre’ llega el próximo miércoles a las librerías.
En su nueva novela pone el foco en un grupo de amigos en plena crisis de mediana edad.
El resorte de la novela viene de una experiencia personal con un grupo de amigos en el que tengo una discusión muy fuerte con una buena amiga mía por la polarización política, en la que nos prometimos que no nos íbamos a hablar más. De ahí surgió la necesidad de reflexionar sobre de qué manera la política y la polarización de los últimos tiempos se ha introducido en las discusiones, hasta el punto de poder dinamitar relaciones personales consolidadas desde hace muchos años.
Pero su novela es más compleja.
A partir de ahí pensé en hacer una historia sobre un grupo de amigos entre la cuarentena y la cincuentena, y someterlos un poco a examen, casi a echarlos a pelear, para descubrir sus miserias. Tenía que ser una novela que pusiera de relieve sus incoherencias vitales y cómo el paso del tiempo lastra muchas veces lo que uno aspiraba a ser.
«Toda literatura al final es un acto político y toda forma de expresión tiene una vocación social»
Todos los personajes han traicionado sus ideales de juventud.
Ninguno de ellos se veía de joven como son ahora.Todos han tenido que resignarse y ceder en muchas cosas, en perder muchas aspiraciones. Pero, a pesar de todo, ellos mismos se sienten jóvenes, aunque el lector se da cuenta de las pústulas que tienen y de qué manera se han degradado por el camino.
De hecho, todos tienen en común la nostalgia de revivir continuamente aquellos años de juventud.
Creo que al final es justamente eso: cómo sin darnos cuenta hemos buscado nuestro paraíso personal en el pasado y la juventud. Ellos están anclados en el pasado porque lo sienten como el momento más brillante de sus vidas. Cada uno ha transitado por senderos muy distintos y siguen apelando al recuerdo de esa juventud que vivieron juntos, pero en realidad están ya muy distanciados.
La amistad parece estar sustentada en un sinfín de pequeñas traiciones y mentiras.
Es el retrato de todos los grupos de amistades que perviven en el tiempo. El hecho de ser amigos para siempre supone admitir determinadas traiciones y ser, digamos, benevolente y condescendiente con los defectos del contrario y los propios. Al final hay un acuerdo tácito que se parece mucho a la mentira de convivir con todas sus miserias. Se vive en esa mentira porque, si no, no se podrían soportar a sí mismos y sus relaciones.
En la creación de sus personajes ha buscado conscientemente que todos caigan mal al lector.
Cuando me pongo a escribir tengo un prurito de que todos los personajes tengan las más aristas posibles. Eso me lleva a que cada uno tenga un catálogo de defectos que producen antipatía. Como escritor y como lector esos son los personajes que más me interesan. No me interesan los especialmente heroicos, porque están muy alejados de la realidad. No hay nadie que sea un modelo de conducta, sino más bien somos un acopio de defectos con los que tenemos que convivir y tolerar.
El dinero, además, marca las relaciones entre ellos.
El condicionante económico determina absolutamente el sistema de relaciones y esta puede ser una de las posibles tesis del libro, aunque a mí no me guste hablar de tesis. Ni siquiera la amistad, que es lo más aparentemente incorruptible, es ajena al dinero, que condiciona nuestras relaciones de una manera mucho más poderosa que otra serie de valores.
Una de las constantes de su narrativa es que sus personajes interiorizan las relaciones de poder que se establecen en la sociedad.
Ese es un planteamiento general, ya no como escritor sino como ciudadano. La condición socioeconómica y la capacidad adquisitiva son lo que determinan nuestras relaciones y, por qué no, también las amorosas y sexuales. El ejercicio del poder tiene una impronta en todos los ámbitos de la vida y también en el de la amistad.
«Todos llevamos el lumpen dentro, cualquier persona. Todos llevamos un componente canalla con el que tenemos que convivir»
Las mujeres de su novela, además, tienen interiorizado el machismo de sus maridos.
Lo sufren y lo asumen con naturalidad, incluso inconscientemente. Sara Mesa me dijo cuando leyó la novela que las mujeres que aparecían eran todas despreciables. Todas dejan mucho que desear, no hay ninguna heroína. Incluso eso tan feo de la competitividad de las mujeres, la manera en que algunas asumen la belleza como un atributo que está por encima de otras cosas y que disculpan determinados comportamientos en los hombres... He intentado hacer un retrato de lo que veo en mi entorno y en ese paisanaje normalmente no hay genios, sino gente que sobrevive sobrellevando sus problemas en relación con el dinero, el poder, la sexualidad...
Otra constante de su narrativa es que bajo una superficie más o menos idílica late una violencia que aflora en prostíbulos, drogas, agresiones...
—En la construcción de mis relatos me gusta poner de relieve las tensiones que se producen en la vida cotidiana, de personas que viven con una naturalidad una situación cercana al abismo, a situaciones del lumpen. Creo que eso es así en la realidad, con gente que tiene un nivel adquisitivo alto que convive con la cocaína con naturalidad, con los vicios, con la prostitución o con formar parte de una plataforma de búsqueda de sexo como las que se ven en la novela. Todos llevamos el lumpen dentro, cualquier persona, cualquier clase media, todos tenemos un componente canalla importante con el que convivir. Eso está en nuestra vida cotidiana.
¿Es pesimista en su visión de la naturaleza humana?
Sí, pero tampoco con dolor y sufrimiento. Somos unos pobres diablos, empezando por mí mismo. Somos personas que en seguida nos aburrimos los unos de los otros, nos molesta un poco todo. Conozco a gente encomiable, pero el ser humano me parece bastante discreto desde el punto de vista moral. Tampoco creo que el hombre sea malo por naturaleza, pero somos personas que nos movemos muchas veces por bajas pasiones y eso hay que asumirlo con deportividad y naturalidad.
Igual esas bajas pasiones son las que nos hacen humanos.
Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Lo contrario es lo que más me molesta, la gente que hace bandera de irreprochabilidad, que considera que está por encima de todo. Todos tenemos un componente de miseria y de degradación, y desde el punto de vista ciudadano hay que intentar pasar por la vida intentando hacer el menor daño posible y tener ciertos componentes morales. Pero, la verdad, es que la debilidad está ahí y es algo irresistible. Está en la condición humana ser débiles a la tentación.
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