novedad editorial
Andrés Neuman: «Como buen maestro, mi hijo no sospecha lo que me está enseñando. Los buenos maestros enseñan sin querer»
El escritor hispanoargentino acaba de publicar el libro 'Pequeño hablante' (Alfaguara), que completa el díptico que le ha dedicado a su hijo
Andrés Neuman: «La paternidad es un goce para el que no nos educan a los hombres»
'Pequeño hablante', de Andrés Neuman: qué gracia la de mi hijo
Andrés Neuman acaba de publicar 'Pequeño hablante'
Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) acaba de publicar 'Pequeño hablante' (Alfaguara), libro que junto a 'Umbilical' (Alfaguara, 2022) conforma el díptico que el escritor le ha dedicado a su hijo. Se trata de una declaración de amor de un padre ... que plasma en sus textos las emociones que va sintiendo ante la iniciación verbal de su vástago. También la obra reflexiona sobre el paso del tiempo, sus propios recuerdos de la infancia o cómo el pequeño se fascina por los detalles que le presenta la vida analógica frente al inevitable reclamo de la era digital.
—Este libro cierra con 'Umbilical' un ciclo imprescindible para conocer mejor las expectativas por el hijo que ha de venir y las primeras sensaciones por el niño que ha llegado. ¿Por qué sintió la necesidad de escribir estas obras?
—Con estos dos libros se cierra un breve díptico que explora las emociones, reflexiones, temores, dudas y aprendizajes que genera un nacimiento en una familia. Más desde el punto de vista de un padre curioso y en pañales. 'Umbilical' se centraba en la etapa preverbal, es decir, en el embarazo, el nacimiento y la relación poco explorada en literatura entre hombres y bebés. En esta nueva entrega se atiende a la etapa de verbalización, al nacimiento de la lengua en la mente de una criatura y al despliegue de la gramática como fenómeno afectivo no sólo lingüístico. En este volumen confluían tres pasiones: la de un padre enamorado, la pasión por las palabras, ya que siempre he sido inquieto verbalmente hablando y me ha fascinado la versatilidad del lenguaje y cómo cada palabra es inagotable, y la pasión por mi formación académica, porque estudié filología y me gusta mucho la lingüística. Como investigador universitario me pregunté de qué manera avanzaba en nuestra mente eso que llamamos la lengua materna. Al principio el idioma lo balbuceamos con dificultad e imitamos los sonidos de la tribu, tiene un secreto que no conocemos.
—¿Cómo se cristaliza esa pasión por el lenguaje?
—Me interesa mucho el misterio de cómo nuestra especie humana está destinada a olvidar todos sus aprendizajes esenciales y también sus experiencias que nos definen como seres humanos. Todos hemos nacido y no lo recordamos. Hemos aprendido a respirar, a alimentarnos, a caminar y a correr, pero no lo recordamos. No recordamos cómo aprendimos a hablar nuestra lengua materna. Todo se basa en un olvido muy minucioso. Estos libros, además de ser un regalo de amor a nuestro hijo, indagan en esos primeros años de su infancia que luego ni mi hijo, ni su madre, ni yo podremos recordar nunca.
—La mentalidad de un niño es vertiginosa y no para de fascinarse por todo lo que le rodea. ¿Por qué a nosotros nos cuesta tanto trabajo fascinarnos por las pequeñas cosas de la vida?
—Ese es otro de los olvidos. Todos supimos vivir el presente y maravillarnos. Todos nos fascinamos con una pequeña ramita. Mi hijo lo llama 'tesoritos', cosas que encuentra tiradas en un parque. El ser humano ha tenido esa capacidad para maravillarse por lo pequeño. El marco de valores hace que desalojemos esos saberes primarios por otros más funcionales para el sistema en que vivimos. Eso genera unas ganancias y también unas enormes pérdidas. Muchas veces el acompañamiento de la infancia y la crianza de nuestras criaturas nos ayuda a recordar cosas que sabemos vagamente: habitar en el presente, jugar con convicción, valorar lo pequeño, militar en cierto tipo de alegría, el sentido del humor y la pasión a todas horas. En esa época están presentes esas capacidades de la infancia, la curiosidad lingüística, la máquina insaciable del porqué, el querer conocer por qué el mundo funciona como funciona. Todas estas cuestiones son importantes. Acompañando a una criatura sabemos que esas funciones son importantes. Madres y padres aprendemos más de nuestros hijos que viceversa. Yo me siento un discípulo de mi hijo. Por eso este es un libro de lo que mi hijo nos está enseñando como padres. Cuando convives con una criatura tu conciencia mortal se agudiza. Si eres un padre huérfano como yo, no hay un día de tu vida que no tengas presente el tiempo que te queda y no sabes durante cuánto tiempo podrás jugar y dialogar con tu hijo. Yo quería dialogar cuanto antes con él. Que sea como un «amor constante, más allá de la muerte», citando a Quevedo.
—En el libro es esencial el tiempo presente en el que vive el niño, pero también ese descubrimiento del pasado, de lo pretérito.
—Ese es otro de los experimentos del libro, hacer un seguimiento de los pequeños hitos de la gramática castellana y analizar de forma poética sus consecuencias en el modo de habitar el mundo que va teniendo el pequeño. Ver cómo el paisaje del mundo se transforma a medida que la gramática avanza. Al principio, cuando empezó a hablar, el mundo era para mi hijo como una especie de archipiélago de sustantivos. Como dijo Juan Ramón, «inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas». El mundo estaba lleno de cosas esperando ser nombradas. Después de los sustantivos aparecen las preposiciones. La primera es la preposición 'a', que modifica el sentido de los objetos. Luego viene el adjetivo y ahí empieza la poesía. De repente el epíteto es más importante que el objeto al que modifica. Entonces se inaugura la lucha por el matiz y la resistencia instintiva ante el matiz. En el libro se cuenta el trabajo que le costó a mi hijo adquirir los adjetivos intermedios, es decir, palabras como tibio en vez de caliente o frío. Nuestra gramática adulta se basa mucho en esos contrastes infantiles. Luego vienen los adverbios, que son muy existenciales (aquí, ahora, todavía, etc.), que tienen que ver con el deseo y la fugacidad. Y así hasta que llegan los tiempos verbales. En el libro se narra el momento en el que creo que recordar que mi hijo conjugó el pretérito por primera vez. «Papá, pasó coche», era la frase. Eso me produjo una reacción emocional porque nunca lo había oído conjugar en pretérito. En ese momento acababa el bebé y empezaba un ciudadano que empezaba a evocar el pasado. Traduje la frase pasó coche por pasó bebé, pasó papá y pasará todo. Eso nos lleva a términos más simbólicos relacionados con nuestra propia iniciación del mundo y el descubrimiento de la realidad.
—El libro también está salpicado de recuerdos de su propia infancia, recuerdos que remiten a su madre fallecida y a su padre.
—Otro tema importante de los dos libros que publicado son los abuelos. Yo he sido un niño con muchas pérdidas en unos momentos difíciles. Viví en Argentina en tiempos complicados, pero tengo el grato recuerdo de mis cuatro abuelos. Perdí a mi madre muy pronto, pero disfruté de mis abuelos. Sé lo importante que son en la infancia, tanto en vida como en personajes póstumos. El libro hace un seguimiento del abuelo presente y de la abuela ausente. Mi padre se ha transformado como hombre a través de su relación como abuelo con su nieto. La 'abuelez' te da una segunda oportunidad. Parte de los capítulos se dedican a las aventuras del nuevo abuelo. Estos cumplen en nuestra sociedad un papel económico y social importante, y están muy sobrecargados. También está el personaje de mi madre, la abuela. Es una triste paradoja que mi hijo no podrá conocer a la mujer que me dio la vida. Eso me resulta difícil de aceptar, pero me impone una misión muy bonita que es narrarle a mi hijo cómo era mi madre como personaje. Para él su abuela sólo vivirá como personaje narrado. De ahí la importancia del lenguaje para recrearla.
—Aparece también un texto muy simbólico como es el de la cocinita de juguete, que en su momento su madre no se la compró.
—En el libro se cuenta el cambio en el tipo de educación que recibí yo en los años ochenta y el tipo de entorno en el que se está educando mi hijo. La anécdota de la cocinita yo no la sabía. Mi padre la tenía guardada en su corazón. Yo tendría unos tres años cuando ocurrió. A esa edad le pedí una cocinita a mi madre. Mi madre, a pesar de que era una mujer muy moderna en muchas cosas y en lo profesional, no me quiso comprar esa cocina y me compró algo más varonil. Por lo visto, mi madre le confesó años después que se había quedado preocupada y que tenía la sensación de haberse equivocado. Cuando mi hijo cumplió dos años mi padre le regaló una cocinita, pero en verdad fue un regalo para nosotros dos. Es muy fácil fingir que estamos de vueltas de estas historias, pero en verdad nuestra infancia no acaba nunca en nuestra memoria. Por eso las personas mayores conectan tanto con los niños.
Cubierta del libro
—¿Nos iría mejor en el mundo actual si tuviéramos más en cuenta esa mirada de los niños?
—No me cabe duda. Me tomo la infancia muy en serio. En los primeros años de vida hay una gran industria editorial que es un gran negocio. Soy un gran comprador de libros para niños. Pero cundo somos adultos no pensamos luego sobre esa primera infancia. La infancia es muy importante para la literatura, pero no de 0 a 3 años, sino después. El 0-3 es una laguna neurológica, de la educación pública y de nuestro imaginario colectivo. La industria editorial sí tiene en cuenta esas edades, pero las disciplinas adultas y serias no las aplicamos a esa edad. Convivo con un poeta de tres años y me tomo muy en serio esa edad. Siento que mi vida está siendo más intensa y rica tomándome muy en serio las cosas que le importan a mi hijo y tratando de aprenderlas. Por eso me siento un discípulo de mi hijo. Como buen maestro, mi hijo no sospecha lo que me está enseñando. Los buenos maestros enseñan sin querer. Es un libro de acción de gracias a mi hijo.
—¿Cree que a los niños de ahora no se les trata con el respeto que se merecen y que lo más fácil que encuentran los padres es darle una tablet o un móvil para que no molesten?
—Hay muchos lugares comunes que parece que hay que repetir y si no parece que eres un padre o una madre rara. Uno de esos lugares comunes es creernos que existen los nativos digitales. Se considera que un niño ha nacido con lo digital. Eso es una falacia muy interesada de la industria digital. Cualquier persona que conviva con un niño puede ver la resistencia de estos por las pantallas y con las videollamadas. Lo que quieren las criaturas pequeñas es la presencia analógica. Les gusta más al principio una hojita caída que una tablet. Pero si luego le insistes mucho piden, acaban pidiéndote una tablet. Que conste que no quiero decir que yo esté en contra de lo digital. Me ha sorprendido que mi hijo sabe por ejemplo imprimir documentos y usa también la aplicación de Disney+ para elegir los episodios. Pero no compremos la idea de que lo digital se adquiere de forma natural. En verdad estamos proyectando nuestra propia dependencia y adicción a lo digital en nuestros hijos. Mi hijo busca más lo analógico que lo digital. Es la residencia analógica en la tierra, parafraseando a Neruda. Cuanto más crece más difícil será conservarlo. Cuanto más se pueda extender lo analógico y ponerle un límite a lo digital, más completa es nuestra experiencia vital. Por supuesto que le he puesto un teléfono en las manos, pero siempre es mejor que no sea la primera opción. Cuando mi hijo se convirtió en un bípedo consumado en mitad de una comida me dijo: «¿Corremos?».
—Después de este díptico dedicado a su hijo, ¿qué próximos territorios va a explorar?
—Estaba escribiendo una novela larga que no tenía que ver con estas cuestiones de la crianza y que se quedó interrumpida con el nacimiento de mi hijo. La fuerza vital de mi hijo era tal que no era capaz de escribir durante mucho tiempo. Estos libros reflexionan sobre cómo y cuándo se puede escribir cuando estás la mayor parte del día cuidando a tu hijo. ¿Si te dedicas a escribir libros, qué tipo de escritura es posible cuando todo está lleno de cansancio, distracciones? No son novelas de 500 páginas y de pensamiento y desarrollo pausado. Son obras que tratan de reflexionar sobre un nuevo ritmo cotidiano. Pero poco a poco estoy volviendo a ese proyecto y espero poder finalizar esa escritura en algún tiempo. Sabía que la primera infancia era ahora o nunca. Me acuerdo cuando nació nuestro hijo que los padres que nos rodeaban decían que lo disfrutáramos mucho porque eso iba a durar poco. Para mí una forma de disfrutarlo ha sido escribiendo estos libros y ver cómo los niños detienen el tiempo y ponen todos sus sentidos en algo pequeño e importante. Yo he detenido el tiempo.
Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras