entrevista
Manu Sánchez: «Un directivo de TVE me pidió que arreglara mi acento andaluz y yo le dije que escuchara más ligero»
El empresario, presentador y humorista sevillano dice que ocurrió hace mucho tiempo y que ya todo se ha normalizado: «Me di cuenta de que no era un consejo profesional sino un mensaje de un andaluz acomplejado»
«Era muy buen estudiante y me costó convencer a mi padre de que me iría mejor como cómico que como ingeniero de telecos»
«Cuando me dijeron que podría quedarme parapléjico y sin riñones, no pensé ciertas cosas gracias a mis hijos»
El «tumor» negro de Manu Sánchez con su cáncer: «Perdí un testículo pero gané dos ovarios»

El calvario que Manu Sánchez ha vivido durante los últimos doce meses tras sufrir un cáncer testicular y varias operaciones muy duras le hace recordar sus inicios en el mundo del espectáculo y su paso a la televisión y a los grandes teatros hace ... más de veinte años. El empresario, actor, presentador y humorista sevillano reivindica su acento andaluz y la cultura andaluza. «¡Fuera complejos!», proclama citando a Roberto Leal, Eva González, Carlos Herrera o María Jesús Montero.
-¿Se considera gracioso?
-No me tengo por alguien gracioso, si acaso por alguien ingenioso. Y con ese ingenio se pone y se pone hasta hacer reír a los demás. Conozco en mi profesión a compañeros que te pueden leer un prospecto y te ríes con ellos porque tienen una gracia innata. Yo tuve la suerte de conocer a Tomás Summers y que apostaran por mí en la televisión. Yo siempre soñé con tener un «late night».
-¿Qué es lo peor o más vergonzoso que le ha pasado en un plató de televisión o en un teatro?
-Yo tengo el sentido del ridículo como descolocado. Yo puedo salir en tanga con alitas pero si creo que es bueno lo que voy a decir, me siento superseguro. Y si estoy vestido de frac pero creo que voy a decir una idiotez, me siento todo lo contrario. He salido en la Sexta con un body color carne y me sentía un tipo maravilloso porque lo bailé muy bien. A veces he sido maestro de ceremonias de galas muy prestigiosas pero me han escrito cuatro «paparruchás» y me he sentido muy ridículo. Yo le doy más importancia al fondo que a la forma. Mis dos ciudades fetiche son Sevilla y Cádiz. En Sevilla se le da más importancia a la forma y todos cuidan las casetas de la feria o el vestuario que se ponen el Domingo de Ramos, mientras en Cádiz importa más el fondo y un director de banco está vestido de niño chico en una chirigota callejera y le da igual porque dice una cosa importante al poder. Yo he tratado de mantener el equilibrio entre la guasa sevillana y la carga gaditana. Y también con la mala «follá» granadina. Con esos tres ingredientes intento hacer una mezcla bonita. Entre esos tres humores sale una buena receta.
-Siempre ha llevado a gala ser andaluz y su acento andaluz. ¿Alguna vez le dijeron en alguna cadena de televisión que lo «corrigiera»?
-Muy al principio. Luego han pasado varias cosas, la primera, que no me he visto solo. Al principio me vi muy solo cuando me dijeron que arreglara lo del acento. Yo siempre he pensado que las cosas que no están estropeadas no hay que arreglarlas. Yo me dedico a la comunicación y un comunicador se tiene que preocupar de que su mensaje llegue al receptor. Sé cuando tengo que hablar más despacio o vocalizar un poquito más. No me he cerrado nunca detrás de mi acento andaluz para que no me entiendan. Recuerdo que una vez me dijeron que tenía que hablar más despacio pero yo había comprobado que el público me había entendido.
-¿Quién le dijo eso?
-Un directivo de una televisión. Y yo le dije: «Pues escuche usted más ligero».
-¿Era de Madrid o de Barcelona?
-No, era andaluz. Y ésta es la clave. Este señor era un directivo de Televisión Española y era andaluz. Y no entendí que un andaluz me afeara mi acento, cuando en el público había personas de todas las latitudes, no sólo de España sino de países iberoamericanos. Y ahí se estaba riendo todo el mundo. No había ningún problema con el mensaje. Y me di cuenta de que no era un consejo profesional sino un mensaje acomplejado de una persona andaluza. Y por eso me sumo a esa famosa campaña de los bolígrafos BIC que decía: «BIC naranja escribe fino; BIC cristal escribe normal». Es decir, que lo que no es fino, es normal. Y yo rompo una lanza por la normalidad.
-¿En Dos Hermanas, su ciudad natal, usted hablaba normal?
-Sí, era completamente normal cuando hablaba con mis amigos o mi familia. Yo no me di cuenta de que mi acento era exótico hasta que cogí mi primer AVE y me dijeron eso en Madrid, que mi acento era exótico y tenía que corregirlo. Yo creo que España ha ido corrigiendo ese complejo con el tiempo. Yo veo series con acentos gallegos o canarios y no pasa nada. Se ha normalizado todo y también el acento andaluz. Y cada vez más el acento andaluz se va alejando del pobre y del analfabeto. Hay grandes ejemplos de comunicadores como Roberto Leal, Eva González o Carlos Herrera, que mantienen su acento con gran éxito. También María Jesús Montero, la vicepresidenta del Gobierno. Desde aquí tenemos que normalizar nuestro acento andaluz no haciéndonos pequeños ni intentando variar nuestra idiosincrasia. Cuando hablamos en andaluz, lo único que se puede deducir es que somos andaluces, que es una denominación de origen. Para saber si somos cultos o incultos, simpáticos o desagradables, inteligentes o cortitos, se tienen que esperar diez minutos o un cuarto de hora.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete