El drama de la pobreza en Sevilla lo cuenta Sofía: «Pagué 450 euros por vivir en un salón con mi madre y mi hijo estando embarazada»
Reportaje
Esta joven se trasladó a la Oliva con sus dos hijos de uno y dos años, sus dos padres y sus dos hermanos en una sola habitación por la que abonan hoy día 500 euros al mes
La suya es una historia de esperanza: huyó de la guerra en Nicaragua, la intentaron violar hasta tres veces en Madrid, hasta que Sevilla le devolvió la sonrisa
Cáritas alerta de la gravedad de la vivienda en Sevilla: «Hay familias hacinadas en pisos o trasteros y si quieres cocina, hay un plus»
El retrato de la pobreza en Sevilla: de las madres solteras con hijos a las familias hacinadas en trasteros
Más de 50 jefes de Estado son los que tienen previsto acudir a Sevilla para dialogar en la Cumbre de la ONU de la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, y varios de ellos, como Pedro Sánchez, harán parada un día antes ... en el programa internacional de Global Citizen Now, un espacio donde líderes del primer mundo hablarán durante horas de la pobreza extrema con trajes de chaqueta, pines y aire acondicionado. Pero ninguno tiene fijado en su agenda institucional una visita a algunos de los barrios más pobres de España, o acaso ni sabrán ubicarlos en el mapa. Mucho menos conocerán dónde empieza y dónde acaba Cáritas en el sevillano barrio de la Oliva y otros tantos que se circunscriben a la ciudad. A Sofía no le queda más remedio que saberse ese camino de memoria. Tiene a su cargo dos hijos prácticamente recién nacidos, sus dos padres y sus dos hermanos adolescentes han viajado de su Nicaragua natal siguiéndola y ella busca en Sevilla la suerte que nunca tuvo en Madrid, al tiempo que escapa de la muerte por la guerra a la que sigue sometida su país. Sofía, se aclara, nombre ficticio, que prefiere no poner rostro ni voz a este reportaje, es el retrato humano de la pobreza en suelo sevillano que está ahí por más haya quien mire a otro lado. Por más que siga habiendo mil negocios por cada boca vacía. Pobreza severa de quien se levanta y tiene ante sí toda una familia que sacar adelante sin tener recursos pero sí la fortaleza de seguir aguardando por un mañana mejor. Sí la esperanza que nunca falta cuando ya no queda nada.
Cáritas Sevilla acompañó en 2024 a 39.628 personas con una inversión de 11,4 millones de euros. En el informe que fue presentado hace semanas por su presidente, Miguel Ángel Carbajo, quedó de manifiesto un año más que la atención principal en los hogares sevillanos sigue centrándose con un 42 por ciento sobre el total en los barrios más desfavorecidos. Son los de siempre y así seguirá siendo hasta que haya persona alguna a la que deje de salirle rentable. Son, por parroquias, Jesús Obrero (Polígono Sur, 351 hogares), Candelaria y Blanca Paloma (Tres Barrios, 331 hogares) y El Rosario (San Jerónimo, 192 hogares). Y no muy lejos del peor de los rankings está la de la Oliva, que sólo en junio lleva atendidas a 90 personas en un mes, un dato inexplicablemente inusual. Así lo manifiesta Mamen Carrascosa, coordinadora no sólo de Cáritas la Oliva, sino también de todo el arciprestazgo de una de las zonas más vulnerables como es la de La Oliva-Bellavista. En ella está la Iglesia real, la de la oración y la caridad. La de abrir la puerta cada día y saber que cada nombre recibido es una historia a la que dar respuesta. O al menos brindar la más sincera de las escuchas.
Así conoció a Sofía, que llegó primero a Madrid en 2019 huyendo del terror de Managua, capital de un país que en 2018 vio desatadas una serie de protestas violentas contra el gobierno en las que ella misma participó con el fin de mejorar sus derechos sociales. Allí soñaba con ser psicóloga, pero la gravísima crisis política en la que se veía sumida Nicaragua le hizo cambiar de aires de forma radical a petición de su padre cuando tenía sólo dieciséis años, dado que llegó a ver cómo amigos suyos fueron quemados. Ella se salvó a tiempo: «Llegué con mi madre a una casa donde nos habían prometido trabajo y un buen lugar donde vivir. Y bueno, no fue así», relata a este periódico con firmeza pese a su juventud. Aun así, la capital de España les permitió a ella y a su madre una vida más segura que la que le aguardaba con los paramilitares. «No sólo arrestaban, también disparaban», argumenta. Cuando se instaló en el piso que había atado antes de aterrizar en Madrid, se dio cuenta de que aquello era en verdad un salón: «En el sofá cama dormía mi mamá, la dueña y otra chica, y en el suelo dormía yo con una colchoneta», subraya. Una casa indigna en el obrero barrio de Vallecas que explotaban arrendatarios a más familias que no se conocían de nada entre ellas pero a quienes les unía un techo.
«Me intentaron violar en tres 'entrevistas'»
Allí duró cinco meses. Su madre comenzaba a trabajar en residencias de mayores pero Sofía aún era joven y tenía dificultades, como ahora, para regularizar su situación y conseguir un empleo con 17 años. «Yo no me quedaba ahí mirando, pero es que era muy difícil, muy difícil, porque incluso en tres entrevistas que tuve, me intentaron violar en todas», añade. De ahí que cesase en su búsqueda. «Yo me metía en Milanuncios, y ahí salía trabajo y me citaban en un lugar. Al llegar ahí, ya era otra cosa, claro». Sofía hizo unas formaciones no regladas con el fin de subsistir atendiendo a personas que sufrían alzheimer. Hizo dos paradas en el camino: Extremadura y Vigo, donde le salieron trabajos puntuales. «En Galicia no pude seguir porque la mujer del hombre al que yo cuidaba se puso celosa». Volvió a Madrid y conoció al padre de sus dos hijos. Era 2022 y salió embarazada del primero. La echaron por ello pese a que podía hacer su trabajo. Y ahora eran su madre, su novio y ella quienes venían buscando un piso. «Encontramos una habitación por 450 euros para todos. A él le tocaba dormir en el suelo». De ahí se mudaron: 500 euros por otra habitación con una cama más pequeña. Tampoco era el sitio.
Dio a luz a su primer bebé, y en esa otra vivienda llena de gente desconocida los llantos no fueron bienvenidos. «Tuve problemas con mi pareja y depresión posparto. Lo pasé muy mal», achaca. Volvió al salón del principio porque no encontraba otro sitio. Nuevamente quedó en cinta. Y apareció Sevilla, que le abrió otras puertas a otra esperanza. Una amiga le recomendó que esto era «más pueblo y más económico, pero vi que no era así». Fue el año pasado cuando Sofía aterrizó para ir olvidando tanto calvario madrileño, y llegó a Sevilla casi dando a luz del que fue su segundo hijo tras un parto muy complejo en el que pudo perder la vida. Fue una niña, la mejor hermana para su hijo. «Llegué un 5 de agosto a la Oliva. Y por un salón pedían 450 euros. Éramos mi madre, mi hijo pequeño y yo embarazada, todos vivíamos ahí», recapitulaba. Cuatro personas, una de año y algo y un bebé, en un salón. Y en otra habitación, dos personas cada una con su apellido y a saber qué más. Y otra en otra. Siete personas en un piso minúsculo en uno de los barrios más pobres de España. «Me puse a hacer pestañas y lo que saliera». Ahí que apareció Cáritas en su vida en noviembre del año pasado: «Le dije a mi madre que no, que me daba vergüenza pedir ayuda».
Le brindaron un apoyo emocional que nunca tuvo y ya sabe lo abiertas que están las puertas de la Oliva y su parroquia. Pero trabajar era ya una utopía con dos bocas ya que alimentar. Mamen y sus compañeras la atendieron y la acompañaron en todo proceso, dotándole de tickets de supermercado y cualquier otro tipo de asistencia necesaria. «Ella nunca pide nada», asevera la coordinadora. Sofía encontró otra vivienda precaria también en la Oliva, en la que está alquilada en estos momentos. Ella, sus dos hijos, su madre y tres personas que ahora sí le resultan familiares: su padre y sus dos hermanos, de 14 y 16 años, que han ido a verla sin billete de vuelta. Los siete que son como familia en una sola habitación, de la que no quiere dar ni un dato por miedo a posibles represalias de su casero. «Aparte hay una pareja, otros dos chicos y otra pareja. Más nosotros siete. Once. Y ahora estoy muy bien», dice, después de todo. Después de tanto. «Yo le digo a mi mamá que son ángeles», desliza sobre Cáritas Diocesana. Su preocupación pasa por tener un contrato de trabajo, cuya documentación viene gestionando, para regularizar de una vez por todas su situación y que todo mejore. «Hoy tengo una entrevista de trabajo y el año que viene me gustaría meter a mi hijo en la guardería», bisbisea, ilusionada. Dos frases que son la esperanza de quien nunca la pierde. Y un deseo postrero: que su situación dé el vuelco que ella y su familia merecen de una vez por todas.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete