el rincón de... antonio crespo prieto
«La corrupción es un mal mundial, pero en Perú se ha normalizado»
Licenciado en Filología y periodista, ha estado los últimos 31 años lejos de Sevilla como responsable de comunicación de Telefónica en Argentina y, posteriormente, en Perú
«Se nos valora muchísimo ahí fuera, aunque aquí no lo hagan tanto»
Antonio Crespo Prieto
—¿Tiene un diagnóstico sobre cuándo se jodió el Perú?
—Zabalita, en 'Conversación en la Catedral', lo dejó dicho hace cincuenta años. Pero la última vaz que se jodió fue con el presidente Pedro Castillo, que hizo verdaderas barbaridades.
—Lo que nos llega ... desde allá nos da la impresión de que sigue muy jodida la cosa.
—Ya se registran más de medio centenar de muertos y el problema está en saber si quieren cambiar las cosas o saltarse la Constitución por las bravas. Detrás de estas movilizaciones se aprecia la sombra alargada del populismo de Evo Morales.
—Yo me atre vería a decir que, desde hace doscientos años, sigue pasando lo mismo.
—Pasan las mismas cosas pero con rostros diferentes. Perú tiene tres grandes deudas pendientes consigo mismo: la institucionalidad de los partidos, la corrupción y una abismal desigualdad social con un reparto de riqueza desproporcionado
—¿La política peruana es clientelar, caciquil o caudillista?
—Es clientelar y partidista. La mayoría de los partidos son empresas que tienen dueños, fulano o mengano, y funcionan como empresas: buscando una rentabilidad mercantil y no aspirando a repartir riquezas defendiendo el interés general.
—La corrupción se da en España, en Europa, en EE.UU, sin embargo, la nave va…
—La corrupción es un mal mundial. Pero en Perú se ha convertido en costumbre, es un hecho normal. Allí se dice y, creo que refleja lo que hablamos, lo siguiente: «Roba pero hace obras…»
—Algunos peruanos que conocí se empeñaban en sostener que la corrupción, el caudillismo y el clientelismo son herencia de su pasado colonial. Realmente hay herencias eternas ¿no le parece?
—(Risas) Sí, lo fácil es echarle la culpa a Pizarro o a cualquiera de los cuarenta virreyes. Hay cosas que se heredan. Pero también las buenas. Y en Perú hay muchísimas cosas buenas.
—Tengo entendido que el 90% de la riqueza nacional está en manos de un 5.5% de élites blancas. ¿Ese dato explica la acogida populista de Pedro Castillo?
—En Perú, como pasa en muchos países del mundo, la riqueza está muy mal repartida. Ese dato que usted avanza es cierto. Y fue una de las razones por las que Pedro Castillo ganó las elecciones.
—¿Quién está detrás del populismo en la América hispana?
—Quienes quieren adueñarse del poder, ya en Nicaragua o en Venezuela, aprovechando la injusta distribución de la riqueza. Estos dictadorzuelos se eternizan en el poder, de ahí su interés en cambiar las constituciones.
—Se salvan Chile y poco más. ¿Por qué?
—Uruguay, Costa Rica y poco más. En esos países los niveles de calidad democrática son aceptables. En Chile se quiso cambiar la Constitución, se realizó un referéndum y salió que no.
—Resulta chocante ver que el apellido Fujimori, manchado por la corrupción, aún tenga respaldo político.
—En su primer mandato, Fujimori hizo algunas cosas bien hechas y las vendió magníficamente. Y eso ha quedado en el imaginario de la gente. Pero él y su apellido siguen en prisión por corrupción, entre otras cosas muy graves.
—¿Vargas Llosa dejó Perú por imposible?
—No, Vargas Llosa dejó Perú porque es un europeísta convencido. Vuelve siempre a Perú. Se vacuna de nostalgia y regresa. Su cosmogonía política es hispano francesa. Pero sus novelas no pueden ser más peruanas.
—Algunos peruanos, sotto voce, le confesaban que ojalá fuera el Perú una comunidad autónoma de España…
—Yo le he oído esa frase a ilustrados personajes peruanos. Siempre en voz baja, en privado, porque decirlo públicamente sería una aseveración políticamente incorrecta.
—Usted sostiene que no sabe muy bien si Pablo de Olavide fue un limeño sevillano o un sevillano limeño. Le recuerdo que también tuvo sus tensiones con la caspa local…
—(Risas) Gran personaje el ilustrado Olavide. Hizo el primer plano de la ciudad en 1771 y, entre otras cosas, el alumbrado público y reglamentó la circulación nocturna. Tuvo sus enemigos en España y en Perú. Tuvo que ser un tipo extraordinario porque tuvo enemigos aquí y allá.
—¿Qué es lo que más le sorprendió en su reencuentro con la Sevilla que dejó hace más de treinta años?
—Sevilla misma, el color, el sabor, la gente. No se si es la más bonita del mundo. Pero está entre las más bonitas seguro.
—¿Ha empezado ya a echar de menos Lima o mata el gusanillo en el restaurante peruano del mismo nombre en la calle Sinaí?
—Echo de menos Lima, como Buenos Aires, Madrid, Barcelona y Estepa…
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