Estreno de 'La tregua'
Arón Piper y Miguel Herrán, la inesperada amistad entre un capitán republicano y un teniente de la División Azul en un gulag: «Maquillar el pasado es un error»
Los jóvenes actores, estrellas de su generación, protagonizan 'La tregua', una película sobre los españoles que sobrevivieron en un campo soviético tras la II Guerra Mundial
'La tregua', dirigida por Miguel Ángel Vivas, se estrena este viernes en los cines de toda España
Carmen Burné
MADRID
«Cuando cuentas algo que vivió otra gente, no quieres fallarles. En el rodaje de 'La tregua' había mucha emoción y también mucha responsabilidad». Quien habla es Arón Piper, que recuerda la presión de dar vida en 'La tregua' al capitán Reyes, un ... militar español internado en gulag de Karagandá, en la estepa de Kazajistán, que debe proteger a sus hombres y a sí mismo ante la maquinaria soviética que los acusa de traidores por querer volver a España. A su lado, quien toma la palabra es Miguel Herrán, sobrecogido aún, que interpreta a Salgado, un teniente de la División Azul que acabará en el mismo gulag que sus compatriotas y, hasta ese momento, enemigos: «Estás en un decorado, con un vestuario, fingiendo hambre. Pero había momentos en que me preguntaba: 'Si yo ahora lo estoy pasando mal, ¿cómo sería de verdad?' Esa incertidumbre, ese no saber cuánto tiempo ibas a estar allí, no ser dueño de ti mismo... Pensarlo asusta. Te hace comprender lo que significa perder la libertad total y absoluta».
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Arón Piper y Miguel Herrán son las estrellas de 'La tregua', una ambiciosa producción de Plano a Plano que llega este viernes a los cines de toda España. Una película que recoge el miedo y la miseria, pero también la hermandad y la esperanza, que se vivió en Spassk-99, un gulag estalinista donde fueron hacinados miles de hombres obligados a excavar, transportar piedras, sobrevivir con raciones mínimas y combatir un frío que se pegaba a los huesos. Los republicanos españoles que acabaron allí habían viajado a la URSS como parte de las Brigadas Internacionales o enviados por el Partido Comunista y querían regresar a España tras la Guerra Civil, a lo que Stalin respondió llamándolos traidores y enviándolos al infierno. Los divisionarios, por su parte, fueron apresados en el Frente ruso por el Ejército rojo. Dos mundos antagónicos encerrados en un mismo espacio: los unos con la esperanza perdida de la revolución, los otros con el recuerdo de un franquismo al que ya no podían volver. Pero todos con ganas de regresar a su casa, a su país.
Ni Piper ni Herrán conocían esta historia antes de leer el guion. «Cuando lo descubrí, me pareció increíble que no se hablara de esto. Y me dio la sensación de que aquí tenemos la tendencia a tapar las partes de la historia de las que no nos sentimos orgullosos. Pero es un error: si maquillas el pasado o lo borras, luego no entiendes dónde estás ni hacia dónde vas», explica a ABC Arón Piper.
Herrán coincide: «Hay episodios que preferimos no contar porque incomodan. Creo que uno de los mayores errores es intentar tapar o maquillar el pasado. Para entender dónde estamos, primero debemos reconocer de dónde venimos. Si borramos o suavizamos ciertos episodios de la historia para que parezca que no fueron tan duros, lo único que conseguimos es crear confusión en las nuevas generaciones: no entienden por qué estamos en esta situación ni hacia dónde podemos ir».
El director, Miguel Ángel Vivas, les da la razón. «La Guerra Civil es un tema sensible, pero yo no quería hacer una película sobre la Guerra Civil, sino sobre personas. Al final lo que me parecía esencial era que, cuando terminara la película, el espectador no recordara quién era republicano o quién nacional, sino que se quedara con el asturiano, el barcelonés, el hombre que contaba chistes malos o el que se guardaba en silencio sus principios. Humanizar, trascender la ideología», asevera el cineasta, que confiesa que la película habla de nuestra actualidad, no solo del ayer: «Si esta historia no hablase de hoy, no la habríamos hecho. La crispación política actual es insostenible. Necesitamos historias que nos recuerden que, antes que ideologías, somos personas. Porque si cuentas un episodio del pasado, pero no habla de hoy, no tiene sentido. No queríamos hacer solo una película sobre un gulag o sobre republicanos y nacionales. Queríamos hablar de cómo estamos hoy, de la crispación política, de la dificultad para escucharnos».
Para contar la historia de 'La tregua' no ha faltado ambición. Se levantó un decorado de más de 10.000 metros cuadrados que era un auténtico campo de concentración. Emilio A. Pina, productor ejecutivo de la cinta, contaba a Iker Cortés en los periódicos de Vocento que se levantaron alrededor de ocho barracones, un comedor, un hospital y una dependencia que hacia el final de la película hace las veces de auditorio. En total, llegaron a contratar a 2.500 extras, todos ataviados con vestimenta de la época en un esfuerzo de producción muy complejo. Además, las secuencias del interior de la mina donde los españoles sufrieron los trabajos forzados se rodaron en Mina Lucía, un yacimiento ubicado en Álava, que dejó de explotarse en los años veinte del pasado siglo.
Porque había que dar realismo a todo el universo que retrata 'La tregua'. Y para eso, los actores tuvieron que sufrir. «Los sumergimos en agua helada, los metimos en barro de madrugada, rodamos bajo lluvia real y lluvia falsa. Queríamos que el espectador sintiera esa dureza en la piel», cuenta a ABC Miguel Ángel Vivas. Piper recuerda esa dureza: «El rodaje era como entrar cada mañana en un campo de prisioneros real. A nivel psicológico te afectaba, porque llegaba un momento en que de verdad sentías el encierro». «Pero ese malestar emocional también lo volcamos en la película. Era parte de lo que sentían nuestros personajes», remata Herrán.
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Y eso se traspasa en la pantalla de una película que tuvo su 'première' en el Festival de San Sebastián antes de su aterrizaje en salas el 10 de octubre. Porque como dice Arón Piper: «No solo se trata de interpretar bien, sino de honrar lo que pasó. Estás trabajando sobre una historia que no merece ser olvidada».
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