Así se devuelve a la vida a los españoles presos en los terribles gulags de Stalin
Chaquetas hechas a mano en Kazajistán como en 1940, divisas precisas... El figurinista Alberto Luna explica a ABC cómo ha sido el largo proceso para dar vida a los trajes de los actores de 'La tregua', una nueva película histórica basada en hechos reales
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Iniciar sesiónPresume el artista de su obra como el padre lo haría de su retoño. Alberto Luna, todo un diseñador de vestuario con tres décadas de experiencia en el mundillo, muestra orgulloso una chaqueta gruesa y grisácea. La acaba de coger de un burro cercano; ... de los que sirven para colgar ropa, no de los que rebuznan. «¡Mírala, tócala y siente sus cuatro kilos de peso! Tenemos muchas. Han sido confeccionadas en talleres de Kazajistán con algodón y están rellenas de lana virgen sin tratar, como se hacía en la época. Tienen que ser iguales a las de la Segunda Guerra Mundial», afirma en declaraciones a ABC. Para confirmarlo, desenfunda su 'tablet' y nos enseña una fotografía de los años cuarenta. 'Habemus' sentencia: son dos gotas de agua.
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La chaqueta, una variante de la famosa 'telyashka' soviética, es uno de los tesoros que ha mandado confeccionar Luna para la nueva película en la que trabaja como figurinista: 'La tregua'. Un drama histórico que ha sido dirigido por Miguel Ángel Vivas y que llevará hasta la gran pantalla a partir del 10 de octubre (día del estreno) las vicisitudes de los españoles que, tras ser capturados por el Ejército Rojo, fueron enviados a los campos de concentración de Iósif Stalin. «Hubo republicanos y divisionarios franquistas. Aunque lucharon en bandos contrarios, en estas prisiones tuvieron que unir fuerzas contra el frío y el horror. Para ellos fue una forma de supervivencia», explica. Su trabajo ha sido vestir a los actores para la ocasión, y vaya si se ha esforzado en ello.
Recrear la historia
La mañana despunta fresca en las afueras de Madrid; de pelliza y jerseicillo ligero. El día pide café caliente, aunque, ni por asomo, tanto abrigo como aquel por el que suspiraban los españoles que recuerda 'La tregua'. «La película explora, en parte, la historia de los republicanos que quedaron atrapados en la Unión Soviética al estallar la guerra. Por un lado, pilotos que estaban siendo formados en la escuela de Kirovabad; por otro, algunos marinos de Odessa», desvela Luna. El figurinista, de pelo plateado y gafas redondeadas, recibe a este periódico en Algete. Una infinidad de pabellones le rodean; todos ellos de 'Peris Customes', una empresa experta en alquiler y confección de vestuario para la industria del cine. «Han elaborado algunas piezas para la película y les hemos alquilado varias naves para guardar nuestro material», sentencia.
Luna exprime un poco más el argumento de la película mientras nos muestra sus dominios; unos en los que prima la lana y las armas son las agujas de confección y las perchas. Afirma que unos y otros despreciaron a aquellos soldados olvidados: Stalin no les permitió volver a casa y Francisco Franco se desentendió de ellos tras el conflicto fratricida. «Al final, tras dos años de periplo, fueron enviados al Oblak de Karaganda, al sur de Kazajistán», completa. Aquel era un enclave al margen de la civilización en el que su reto fue sobrevivir a las bajas temperaturas, el hambre y el agotamiento. Y en esas se vivió un giro final. «En 1943 llegaron también miembros de la División Azul. En la película contamos ese momento de odio inicial entre ambos bandos, pero también cómo se hicieron amigos para resistir», finaliza.
Conoce bien el guion… ¡No le queda otro remedio! Desde que le llegó, lo ha mirado y remirado para hacer bien su trabajo. «¿Que cuánto he tardado? El proceso de documentación fue muy largo… Me llevó cuatro meses investigar todo». Lo dice mientras alza las manos, casi como si quisiera abrazar los cientos de piezas que se utilizarán en la película. «¿El mayor reto? Que el resultado fuese preciso a nivel histórico y que la ropa fuese verídica y auténtica», completa. Insiste, y lo hace efusivo, en que cada prenda, tejido y botón ha sido fabricado para recrear la de los años cuarenta y cincuenta: «No solo representamos lo que vestían en el campo de concentración, también hemos tenido que viajar hasta los cincuenta y ochenta, porque hay escenas en esas épocas».
La conclusión es que, durante esos cuatro meses, Luna se ha convertido en todo un experto en uniformes soviéticos, alemanes y españoles de la Segunda Guerra Mundial. «Lo primero que hice fue empaparme de la época y sacar toda la información que pude de libros, documentos históricos, un documental de TVE que analizaba el tema… También contacté con asesores militares y expertos y estudié fotografías. Así construí mi propio universo», señala. Le preguntamos por un detalle del que esté orgulloso, y lo tiene claro: «Los historiadores me insistían en que las divisas que llevaban los guardias del gulag eran de color rojo, pero yo había visto en un museo local que eran azules. Al final, recurrí a documentalistas kazajos y me dieron la solución: habían pasado a ser azules en 1943».
Paseamos por los pasillos que forman altas estanterías copadas de ropa y complementos de época. Son el resultado final, pero Luna recuerda que, terminada la fase de documentación, todavía queda mucho camino hasta ese premio gordo. Uno de los primeros pasos consiste en elaborar una suerte de catálogo con las prendas que necesita cada miembro del reparto. El de 'La tregua' lo guarda como un tesoro en esa 'tablet' que hoy custodia cual Cancerbero. «Con ese trabajo hecho, tomamos las tallas y las medidas de los diferentes actores. Es muchísima información», añade. El resultado es su Biblia particular, los diez mandamientos del vestuario que deben seguir aquellos encargados de confeccionar o conseguir las prendas.
Miles de prendas
Después comienza la fabricación como tal. En 'La tregua', afirma el figurinista, el grueso de las piezas han sido hechas en Kazajistán. «El estilo de chaqueta que se ponían los presos en el gulag todavía se utiliza en la zona; el relleno es lana cien por cien sin tratar», señala. Lo dice mientras sujeta una de ellas entre las manos, pesada y cálida. Las rayas horizontales son su marca inconfundible. «Las mandamos hacer allí porque buscamos el realismo. Nos han llegado 150, además de otras 350 piezas entre pantalones y complementos», suscribe. De repente, los ojos de Luna vibran de emoción: «¡Mira!». Los seguimos para chocar con unas botas recias, altas y duras como el cemento. «Eran habituales en el gulag para aislar los pies del frío. Aunque apenas se podía andar con ellas, no tenían otra cosa».
Pero no todo es corte y confección. También hay mucho de patear mercadillos locales. Lógico, dice Luna, pues por Kazajistán pasan muchas prendas de las viejas repúblicas socialistas soviéticas.
—¿Cuánto cuesta una prenda en Kazajistán?
—No sabría decir, el equipo lo ha comprado todo en moneda local, que tiene un montón de ceros. Creo que se llama tengue…
—¿Y cuánto presupuesto han invertido en vestuario?
—¡Solo te diré que nunca es suficiente! [Ríe]
Con los atuendos en la mano, llega el penúltimo paso: darles vida. «Las prendas limpias no valen, los presos no tenían lavadoras», explica Luna. Mientras habla, nos guía a una sala con nombre y apellidos: 'Zona de ambientación'. Dentro, trabajadores con mascarillas hacen pruebas sobre una chaqueta. «Simulamos nieve artificial sobre la ropa, pero también la envejecemos y conseguimos que tenga aspecto de congelación», añade. Todo con productos químicos, de ahí la protección. «Es un trabajo difícil. Se lija, se raspa, se eliminan los tonos brillantes y naturales...», completa. Cada actor cuenta con varios atuendos similares: uno casi intacto, otro con nieve, uno con un agujero de bala… Todo depende del papel que juegue en el largometraje.
—¿Qué le parece que, después de tanto trabajo de confección, se maltraten las piezas para ambientarlas? Será como que hagan daño a un hijo...
—Claro que no. No me importa que se destruyan, se degraden o se les hagan agujeros de bala. Las películas tienen que ser así. Prefiero eso a que se vean 'fake', artificiales, y que el público no las reconozca como verídicas.
Dos horas después, nuestro 'cicerone' se despide entre sonrisas y premura. No tiene tiempo que perder; quedan todavía muchas prendas que preparar y otros tantos gorros, botas y parches que ambientar. Porque en el cine la autenticidad no se improvisa, se lija, se oscurece e, incluso, se arrastra por el barro para dejarla a punto para una nueva película. En este caso, 'La tregua'.
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