Tribuna abierta
Una etérea ilusión
Con este 15 de agosto morirá una ilusión, pero simbólicamente, nacerá a la vida otra... El comienzo de la cuenta atrás. Sevilla ha de volver a soñar con la espera
Pablo Borrallo
cUando los primeros días de agosto nos adelantan aterciopeladas brisas matutinas y anaranjados atardeceres que van recortando la nostalgia por los áureos días que poco a poco se van, el reloj del tiempo, nuevamente, empuja a nacer a la vida el manto glorioso de la ... devoción mariana hispalense. De nuevo la historia y la liturgia citándose con la ancestral tradición. La nostalgia y la memoria besando la frente del anual rito mariano. Otro agosto de reencuentros con la más hermosa e inmemorial costumbre de postrarse ante la que es Reina del Universo y Medianera Universal de todas las Gracias. Sevilla asomándose al balcón de su propia historia.
Un año más, las sonrientes naves catedralicias cantando la más bella letanía ante la que ostenta con justicia el cetro de la ciudad, aquella que es la Reina por la que reinan los reyes de la cristiandad. Sevilla, espejo supremo de devoción mariana, rendida a los pies de su bendita patrona. Carteles distribuidos por la ciudad pregonando, de nuevo, un solemne novenario, que culminará, entre rayos de sol, el próximo día 15, cuando aun sin procesionar y desde el altar del jubileo, la señora del rey San Fernando vuelva a bendecir a sus hijos al despuntar la luminosa mañana. Ríos de fieles, gladiolos y nardos abiertos en flor se convertirán, por un instante, en un inmejorable jardín de las delicias que perfumará los corazones de quienes devotamente imploran. Y otra vez más, la Virgen de los Reyes se levantará de su trono para acoger bajo su manto los ruegos, súplicas y plegarias de quienes ponen en sus manos la mayor de sus ofrendas..., su inquebrantable adhesión a la fe cristiana y el sueño tan sevillano de volverle, pronto, a rezar de amanecida.
Repique glorioso de campanas y resplandores de eternidad en las acrisoladas cristaleras catedralicias nos evocarán otra ensoñación sevillana, donde cielo y tierra se darán la mano para incensar y purificar las promesas celestiales. Venciendo fronteras de indiferencias y mares de incredulidad, tantas veces avivados por los poderes fácticos, añejas estampas con siglos de historia volverán a formar colas de impaciente devoción para rendir pleitesía a la que es vaso espiritual, refugio de pecadores y consoladora de afligidos. Incontestables senderos de luz hacia esa Reina de los Reyes que volverá a abrir de par en par la puertas de la Catedral eterna de la fe. Otro 15 de agosto donde el pueblo sevillano se dejará transportar por la centinela de las almas, cual si fueran caminantes que desean encontrarse con la estrella de la mañana.
La herencia cristiana transmitida de generación en generación. Sevilla y la hermosa ilusión del día de la Asunción, que este año, por segunda ocasión consecutiva, volverá a clavar en nuestro corazón el resplandor fugaz de lo que pudo ser y no será. La cruel y dura realidad que estamos viviendo a consecuencia de la pandemia mundial volverá a desnudar todas nuestras expectativas. Cual niño al que se le rompe el juguete, a la ciudad se le ha roto la albergada expectativa puesta en los últimos meses en ver procesionar su anhelado sueño estival. Otro 15 de agosto de salida frustrada, otro día de la Virgen de etérea ilusión, evaporada en un abrir y cerrar de ojos. Un día que volverá a ser atípico en la historia de la religiosidad popular de esta bendita tierra de María Santísima.
Con este 15 de agosto morirá una ilusión, pero, simbólicamente, nacerá a la vida otra... El comienzo de la cuenta atrás. Será un día, a pesar de todo, con un mensaje para la esperanza: Sevilla, ciudad de la víspera por excelencia, ha de volver a soñar con la espera. Esa espera, tan incardinada en la piedad popular sevillana, que todo lo abarca, puede y sostiene... hasta otro año más sin Ella. Esa espera que descuenta hacia atrás los días del almanaque de la fe. Ojalá muy pronto la desilusión vuelva a hacer las paces con la ilusión y la realidad nos devuelva a la aurora más añorada del verano hispalense. Esa aurora de luz celestial que, a la hora en punto y abriéndose paso a los pies de la Giralda, presagiará la inminente presencia de esa grandeza divina, que se acerca decidida hacia la puerta de Palos para pintar de alegría las impacientes calles de nuestros corazones. Solo desde la esperanza podremos entender que la frustrada salida de la patrona de la archidiócesis habrá sido un mal sueño. Al fin y al cabo, la Virgen de los Reyes, el sueño de San Fernando, siempre será para Sevilla un sueño y los sueños siempre son sueños. Toca volver a soñar.
Pablo Borrallo es doctor en Historia por la Universidad de Sevilla
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