Miedo a la Madrugada

Zoido, que me parece que se cree que sigue siendo alcalde de Sevilla y no ministro de Interior, ha felicitado a la Madrugada por el acuerdo alcanzado para acabar, dicen, con los problemas de lo que no sé si alguien ha llamado La Gran Noche de Sevilla; y si no se lo han llamado, ahí lo tienen, por si lo quieren usar. Zoido felicita a la Policía Nacional cuando en un brillante servicio desarticula una banda de mafiosos. Zoido felicita a la Guardia Civil cuando desmonta un alijo de toneladas de droga que venían camino del mercadeo español para enganchar a las criaturitas. Pero tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil dependen de Zoido en cuanto ministro del Interior, de ahí que sea de toda lógica y justicia que felicite por sus éxitos a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado a sus órdenes. ¿Pero está a las órdenes del ministro del Interior el Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla? No, padre. Entonces, ¿por qué lo felicita Zoido por el acuerdo alcanzado en la Madrugada? ¿Es el Consejo una dependencia más del Ministerio del Interior, que está en la calle San Gregorio? ¿O es que Zoido, como ministro y sabedor de los altos secretos y asuntos reservados del Estado en materia de seguridad, en cuanto su competencia, tenía determinadas informaciones que le han movido a esa felicitación al Consejo, que con su decisión las habría alejado?

¿Saben lo que me ha dado la felicitación de Zoido al Consejo? Miedo. O más que miedo: canguelo, jindama. O mucho me equivoco o somos cada vez más los sevillanos a los que los Madrugada nos da miedo, por muchas soluciones generosas que las cofradías de esa jornada propicien con el Consejo. La Madrugada, que era antes la jornada de la Semana Santa más ansiada, más esperada, más emocionante, es ahora la más temida:

—Veremos a ver esta Madrugada...

Frase que le oigo a muchos sevillanos. No es que yo quiera ser alarmista, sino simplemente observador, pero a más de un padre le he escuchado, tras lo del año pasado:

—Yo con los niños desde luego no salgo más a ver las de Madrugada. ¿Tú no ves, todavía el Viernes por la mañana, cuando vayan de vuelta? ¿Pero de noche, con ese gamberreo en las calles y esos tapones en las bullas? Ni hablar.

En Palacio ha dicho la propia Mitra: «Otra noche aciaga más y se acabó para siempre la Madrugada». ¿Ah, pero no se ha acabado ya para siempre lo que entendíamos, vivíamos y sentíamos por Madrugada, que era devoción, emoción, recogimiento, sevillanía, saetas, saber estar, saber andar, saber esperar a la Esperanza, someterse al Gran Poder del Señor, alegrarse con Triana, y no echarse a la calle como a una inmensa botellona de vidrios rotos, bullas entaponadas, carreras, peleas, porros, meadas por los zaguanes y parejas sobándose por las esquinas? Miro en el ABC, como en un anticipo de la edición del Jueves Santo, el cuadrante que inventó Filiberto Mira con la «Situación aproximada de las cofradías de la Madrugada con los nuevos recorridos». Me fijo en los cambios, impresos en color rojo, y me quito el sombrero ante la generosidad de alpargata de esparto del Calvario, yendo a la Campana, que les pilla al lado, casi por el recorrido de vuelta del Gran Poder, Museo incluido. Y le reconozco a la hermandad de Aquella Que Está En San Gil el mérito de haber renunciado al simbolismo histórico de la iglesia de la Anunciación. Pero me acuerdo de «la última noche que pasé contigo», oh Madrugada, como dice el bolero, eso que no se sabía qué pasaba cuando estaba parado el paso de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso ante la Puerta del Baptisterio, miro el cuadrante de la nueva Madrugada y me da lo que a tantos: miedo.