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MEMORIA DE DICIEMBRE

El globo

Un manojo de globos sujetos por un hilo que tú te atas a la muñeca de la memoria, para que no se te escapen al cielo del olvido

Los niños siempre cuidan de que no se les escapen los globos EFE
Antonio García Barbeito

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Es un muñeco de lana, de tan vestido para que el frío que le ronda no le entre. Abrigo, guantes, bufanda… Es un niño asomado a una ventanilla de lana. Le lagrimean un poco los ojillos, donde los pájaros del frío le habrán aleteado al ... ir por la calle, pero el niño limpia con parpadeos su mirada y consigue que toda la ciudad le quepa en la instantánea de esos dos ojos que, sin saberlo, van buscando asombros para darle de comer, mucho más tarde, al hombre que le vendrá y que se dolerá de nostalgia. El niño le da una mano a su madre y con la otra sostiene un globo morado, lleno de gas. El niño lleva el globo con el mismo mimo con el que quizá otro día lleve un cirio, una vara de hermano o una bandera deportiva. El globo tiende a subir, pero se queda en un vertical intento de aerostático de bolsillo atado a la muñeca del chiquillo. El globo, si el niño lo soltara, se elevaría por cima de los tejados y, desde la oscuridad de la altura de la noche, observaría la ciudad encendida, como un ciego pájaro de gas. Pero se perdería para siempre. El niño lo sostiene atado para que no se le escape esa burbuja encerrada, vestida de fiesta, como él.

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