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LA FERIA DE LAS VANIDADES

El ermitaño de la palabra

Julio M. de la Rosa se encerró en la Sevilla cernudiana para buscar la verdad y la literatura en el patio interior de su escritura

La ermita de Alájar, en la sierra de Huelva, donde Benito Arias Montano, el sabio del Siglo de Oro, encontró a Dios JOSÉ MANUEL BRAZO MENA
Francisco Robles

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Para Francisco Núñez Roldán y Francisco Gallardo

«Boca arriba, inmóvil, la vista perdida, noto en el cuello los latidos del corazón cada vez más débil. Fuera de la alcoba, no sé si es de día o noche. Un carruaje se detiene en la ... puerta de la casa sin hacer el menor ruido». Julio M. de la Rosa escribió su propia muerte en el final de El ermitaño del Rey, la novela mística que le dedicó a Benito Arias Montano, el sabio del Siglo de Oro que encontró a Dios en el silencio de Alájar. Julio M. de la Rosa fue en vida, y sigue siendo tras su muerte, el ermitaño de la palabra que nos ha legado una obra tan profunda, que da vértigo asomarse a sus novelas, a sus relatos, a esa forma de ahondar en la mente y en el alma del hombre escindido que nos ha tocado vivir.

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