La Alberca
El Papa del toreo
Los toreros han otorgado en la Maestranza otro título al Faraón, el de sumo pontífice de la tauromaquia
ESTABA Curro sentado justo debajo del toro de Carmen Laffón en el Salón de los Carteles de la Real Maestranza de Caballería, con el teniente Santiago León Domecq a un lado y Rafael Chicuelo al otro, y toda la torería de Sevilla miraba la estampa ... del Faraón para perderse en los recodos de la memoria y soñar aquella vuelta al ruedo por el callejón en la novillada de Benítez Cubero, o las verónicas al sobrero de Tassara, o la vuelta al ruedo en un quite de los Urquijo, o los lances al juampedro para llevárselo a los medios... Había en el ambiente un aire de solemnidad porque la mirada del niño de Camas seguía intacta en los ojos del maestro y los demás toreros la buscaban para encontrar un gesto de complicidad, como si estuviera el toro en la plaza y sólo hiciese falta un guiño para decírselo todo. Un siglo de toreo estaba allí congregado ante la llamada de Emilio Muñoz, silenciosa lentitud de Triana en el bamboleo de su muñeca izquierda, y nadie levantó la voz. Aquello era un cónclave en la Capilla Sixtina de la tauromaquia. Espartaco lo entendió rápido. «Aquí está pasando algo muy grande», me dijo.
El juez Santiago Romero de Bustillo sentenció que el currismo es una religión porque Romero fue el «creador de una ilusión permanente, de una esperanza incondicional y una forma de entender la vida». Su paso por la tauromaquia lo ha cambiado todo. Por eso desde su retirada se publica todos los años un cartel de la Feria con siglas cristianas: «Año 21 d. C. (después de Curro)». Joaquín Sabina dice que es el sumo sacerdote del toreo. Y el maestro Antonio Burgos remata con que ante el novillo 'Radiador' se produjo su ordenación episcopal en Sevilla. Romero es una leyenda porque logró que la gente lo esperase, que tuviera fe en su duende. Comiendo con Antonio Ordóñez, el genio de Ronda le intentó convencer para que torease una corrida de Zahariche después de una temporada gloriosa: «Curro, si matas una de Miura este año serás un torero que pasará a la historia». Y Romero le contestó: «Maestro, ¿y no es mejor pasar a la historia sin torearla?». El Faraón está en los anales del tiempo porque no se ha parecido a nadie, porque ha hecho su obra a su aire sin someterse a ninguna norma ni costumbre. Por eso debajo del toro de Carmen Laffón tenía la otra tarde en la Maestranza un porte de pontífice.
En uno de sus silencios con la mirada en sus adentros, Espartaco me habló por lo bajini: «Hace muchos años me dijo el Cordobés que el toreo necesitaba un Papa para poner en orden a los cardenales. Yo estoy viendo ahora a este hombre aquí sentado en este salón del Vaticano de la tauromaquia, que es la plaza de Sevilla, con tantos cardenales a su alrededor, y siento que estamos celebrando la fumata blanca». En ese momento, sin necesidad de que nadie tomara la palabra, todos se levantaron y le dieron una ovación. Annuntio vobis gaudium magnum: Curro Romero, Faraón de todos los imperios del arte, ha sido también designado por el colegio cardenalicio del toreo su pastor supremo. Y para que así conste y surta los efectos oportunos, expido la presente en Sevilla. A mayor gloria del currismo.