La Alberca
¿Cuánto vale una vida?
El sanchismo ha provocado la distinción entre muertos buenos y malos con su trato a ETA
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Iniciar sesiónLa visita de Sánchez a Kiev arrastra una contradicción diabólica porque el presidente del Gobierno de España ha viajado a Ucrania, donde las fosas comunes serán el ábaco del genocidio para los historiadores, justo cuando la Eurocámara ha hecho público un informe que asegura que ... los crímenes de ETA son de lesa humanidad y, por tanto, imprescriptibles o no amnistiables. El sanchismo, que usa los muertos como objetos de trueque con los herederos del terror a cambio de su apoyo político, cojea moralmente en los cementerios. La conmoción del presidente con Zelensky pita en los oídos de una sociedad que contempla, ya derrotada, el incesante goteo de asesinos volviendo a su tierra sin haber cumplido ni la mitad de su condena. Sabemos que Sánchez es un demiurgo de la mentira, de la impostura y del nihilismo ético, pero esta interpretación de un supuesto estado de contricción y pesadumbre en la masacre de Rusia nos sumerge en el eterno dilema de la condición humana: ¿valen unas vidas más que otras? Antes que eso: ¿cuánto vale una vida?
No es fácil responder estas preguntas en ninguna circunstancia, pero en estas fechas se nos ha complicado aún más el debate con varias noticias recientes. La primera es que el informe que el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática ha encargado a la empresa independiente ArqueoAntro para estudiar las fosas comunes de Madrid ha desvelado que en la mayoría de ellas los muertos pertenecen al bando nacional, es decir, fueron asesinados por los republicanos. El dato fulmina los prejuicios ideológicos que el Gobierno ha inyectado en la ley de Memoria Histórica. Todas las víctimas de la guerra duelen igual. Todos los verdugos merecen repudio. Todas las víctimas del franquismo tienen que ser rehabilitadas públicamente. Todas las víctimas de ETA también. Todos los asesinos, sean del bando que sean, tienen que pagar por lo que hicieron. Sin embargo, la distorsión que los populismos han provocado sobre estos axiomas tan elementales ha terminado poniéndole un precio distinto a cada muerto. Hay víctimas caras de tienda de lujo y víctimas baratas de mercadillo.
La segunda noticia que conduce a esta triste reflexión es la del violador de Igualada, un ogro que destrozó a la chica practicando sobre ella una violencia abominable. Se ha generado una trifulca porque algunas feministas progubernamentales han dicho sin sonrojo que el origen sudamericano de este monstruo beneficia a Vox. El argumento es, además de ruin, terrorífico. La vida de la mujer agredida les importa menos que el enfrentamiento político y el odio visceral con el que miran al adversario. No entienden que un criminal es un criminal independientemente de su procedencia, raza, religión o sexo. El problema es que el clima de polarización radical que ha propiciado el sanchismo distinguiendo entre muertos buenos y muertos malos está llevando a este país a una desintegración moral de la que será muy difícil recuperarse a corto plazo. Y ninguna miseria ontológica puede superar a la de una sociedad que no se cree la tristeza de su líder en los entierros.
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