DE RABIA Y MIEL

Muros, activistas y perrodistas

Se han roto los consensos básicos de una profesión que siempre supo apartar la rivalidad para ponerse enfrente de los poderosos cuando éstos se defendían atacando desde sus sillones

La semana pasada se debatió en el Congreso de los Diputados sobre retirar acreditaciones a periodistas. Los partidos de izquierdas, locos por administrar humo sobre sus miserias, se empeñaron en poner el foco en la figura de Vito Quiles, un activista con micro. Esto ... no lo digo yo, lo dice él y su trayectoria. Fue en las listas de Alvise Pérez a las elecciones europeas, hizo las veces de jefe de prensa de su campaña mientras seguía practicando ese reporterismo parcial suyo y, entre otras perlas, ha afirmado cosas como que no le interesa si hay corrupción en Vox o en el PP. Convendremos en que esto periodismo no es. 

No obstante, Quiles no es el problema, es el señuelo, el caballo de Troya que ha utilizado la falsa progresía para sentar un precedente que entraña un peligro sideral: los políticos pueden decidir quién pregunta y qué se puede preguntar. A Vito no le da ni para ser nazi, solo es un aprovechado, con menos vergüenza que un gato en una matanza, que encontró la fama en los pechos de Vox y su influencia en redes y luego fue impulsado al estrellato por una izquierda que identificó en él y sus sucedáneos el pretexto para lanzar su perversa estrategia de crispación, división y descrédito hacia la prensa realmente incómoda, a la que intentaron equiparar con estos influencers del sectarismo.

Estos papafritas no serían nadie sin los parlamentarios que los jalean, pero tampoco sin los 'perrodistas', miembros de la opinión sincronizada, que, con su repugnante vasallaje hacia Sánchez, han otorgado a estos charlots cierta pátina de legitimidad, ya que, entre consigna y consigna disfrazada de cuestión capciosa, aciertan a formular las preguntas correctas y punzantes que no se están haciendo. Cómo van los 'perrodistas' a dar cursos deontológicos si firmaron aquel abyecto manifiesto 'contra el golpismo judicial y mediático'. Si, entre otros grandes hits, lanzaron el bulo de la bomba lapa. No los vi pedir la rectificación de la portavoz del Gobierno cuando lo propagó, ni la de la vicepresidenta Montero cuando acusó a la mujer de Feijóo de recibir unas subvenciones que no recibió. Pero sí los he visto revolverse contra Daniel Gascón por expresar su opinión en la sección de opinión de un periódico. O atacar de manera furibunda a una Ketty Garat a la que el tiempo le ha dado la razón.

Siempre ha habido líneas editoriales, lo que nunca había habido es un muro entre profesionales de la información, entre los encargados de sacar la verdad del pozo de los hechos. Sánchez, mesías de la posverdad, ha convertido este oficio, al igual que la sociedad, en un nido de trincheras, rompiendo los consensos básicos de una profesión que hasta ahora siempre supo apartar la rivalidad para unirse y ponerse enfrente de los poderosos cuando éstos se defendían atacando desde sus sillones. El dedo es Vito Quiles y compañía, la luna son los muros y el ataque a la libertad de prensa. ABC lo sabe, de ahí que haya decidido ser la bola de demolición contra esta tapia de la infamia.

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