La Macarena y la futbolización cofrade

Ojalá esta humilde petición sea al menos tenida en cuenta, que luego nos quejamos cuando se mofan los de fuera

No esperen aquí un alegato sobre la religiosidad. Ni ningún dogma cristiano. Ni siquiera información cofrade. No soy la persona adecuada para ello. Si quieren referentes de este tipo lean a diario a Javier Rubio, Javier Macías y Pepe Trashorras, por ejemplo. Tampoco escribo como ... hermano. Que quede claro. Vaya por delante toda esta explicación para dejar patente que lo que aquí se va a exponer no es una queja, sino más bien una petición. El deseo de alguien que vive la Semana Santa como un enamorado de su tierra, de sus tradiciones y de su idiosincrasia. Una persona que no entiende a Sevilla sin pasos en las calles, sin capirotes, sin el sonido de una corneta cuando llega la primavera. Alguien que vive la piedad popular desde el más básico significado de la misma y que se la intenta inculcar a los más pequeños que van apareciendo y a esos visitantes que alucinan con la imágenes pero, sobre todo, con el pueblo, con la gente. Con cómo se vive aquí la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

O se vivía, porque aquí es donde llega mi lamento: cada día estoy más alejado de todo aquello que me inculcaron mis familiares siendo un renacuajo que con cuatro años ya se colocó la túnica de La Bofetá. Los excesos, en todas las facetas de la vida, siempre han existido, y en la Semana Santa no iba a ser menos. Las masificaciones y las modas tampoco son nuevas. Pero antes había unos límites que ahora parece que se sobrepasan a diario. No por todos, claro, pero sí por demasiadas personas. Y a algunas de ellas se les presupone ser referentes. Culpar de esto a la Macarena por los últimos acontecimientos sería totalmente injusto. De hecho, lo es. Pero sí sirve lo ocurrido en la hermandad más representativa y con mayor número de devotos para poner fin a la futbolización del mundo cofrade.

Ahora todo se entiende como una competición, como una lucha de poder, como un espectáculo. La dualidad futbolera se ha trasladado a las juntas de gobierno, a las cuadrillas de costaleros, a las bandas de música. Se busca notoriedad, repercusión, reproducciones. Se generan conflictos, vuelan los cuchillos, se va a lo personal. Hasta hay ultras. Es decir, todo lo contrario a lo que promulga el cristianismo. Es tal el grado de degradación que uno ya no sabe qué tiene de especial la Semana Santa cuando a lo largo de todo el año hay pasos en la calle. No se trata de ser rancios, claro que hay que evolucionar con los tiempos, pero hay que mantener las tradiciones. No cabe duda de que la actual Macarena necesita una restauración, pero es más importante la que debe llevar a cabo el mundo de las cofradías. Ojalá esta humilde petición sea al menos tenida en cuenta, que luego nos quejamos cuando los de fuera se mofan de nosotros.

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