TRIBUNA ABIERTA
«E per tal variar natura è bella»
No habrá verdadero ocio sin previo negocio que permita valorarlo y gozarlo en toda su plenitud
Rogelio Reyes
La vuelta del verano y el comienzo del otoño suponen un cambio de estación que viene sucediendo desde que el mundo es mundo. Y lo mismo sucederá cuando, agotado el invierno, la primavera luzca con todas sus galas sobre la faz de la Tierra. Es ... la ley de la 'variato' que rige el discurrir de la naturaleza y que hace posible que los mortales no caigan en la monotonía. Una ley que ponderó a finales del siglo XV en uno de sus poemas el petrarquista italiano Serafino Aquilano al afirmar que «per tal variar natura è bella». Si el griego Heráclito había dicho que todo en la vida es cambio, el Aquilano, dando un paso más, vIno a decir que en ese cambio estaba precisamente el disfrute de la existencia, que si las cosas no cambiaran nunca la vida sería una experiencia insufrible, un tedioso recorrido por una senda archisabida y fastidiosa.
Fue tal el éxito literario de aquel verso que su impacto se dejó sentir en la pluma de los grandes escritores de nuestro Siglo de Oro, entre ellos el propio Cervantes, quien contemplando los cambios de fortuna que acaecen en el mundo en el discurrir de cada día, culminó así uno de sus sonetos en su novela 'La Galatea': «La sujeción se cambia en señorío, /en placer el pesar, la gloria en viento,/ che per tal variar natura è bella». Y este verso italiano, convertido ya en una suerte de 'dictum' clásico, le sirvió a autor del 'Quijote' para legitimar las novelitas intercaladas en su obra inmortal, porque en la variedad estaba el gusto y el disfrute del lector. El mundo era para Cervantes una rica variedad de lances y de personajes de toda clase y condición sometidos a mutaciones sin cuento. Y la sociedad un inmenso telar en el que se alternaban los más diversos perfiles compensados unos con otros gracias al continuo cambiar de las cosas. La metamorfosis que impulsa a la naturaleza y hace del variar su mayor atractivo es la misma que mueve las acciones del hombre en una permanente transformación que exige compensar una actividad con su contraria.
No habrá, pues, verdadero ocio sin previo negocio que permita valorarlo y gozarlo en toda su plenitud. Ni auténtico descanso que no venga precedido de un duro quehacer que acreciente la conciencia de su disfrute. Y así en todos los dominios de la acción humana. Todos los hechos en la vida han de someterse a la ley de la compensación y del contraste para que cumplan el efecto benéfico que el hombre busca en ellos. El fin de semana perdería todo su encanto si no fuera un simple paréntesis entre dos períodos de trabajo. Y los hoy tan ansiados 'puentes' perderían su mística viajera si no fueran una excepción en el curso del año. No puede extrañarnos, pues, la enorme proyección suscitada en tiempos pasados por el verso de Aquilano: el mundo sería sencillamente insoportable si la vida fuese un 'continuum' sin variaciones ni cambios en los que depositar nuestras expectativas y nuestras ilusiones. Gracias a ese 'tal variar' que la vida copia de la misma 'natura', el hombre vive con un horizonte de libertad por delante. No sabe lo que vendrá mañana y es libre para soñar y reinventar el mundo cada día.
La naturaleza nos brinda así un modelo palmario de lo que ha de ser un ejercicio racional de la vida del hombre. La sucesión de luz y sombre en el curso del día y de la noche ; el tránsito de una estación a otra ; del calor al frío, de los días largos y soleados del estío a la pobreza de la luz invernal… son todo un ejemplo de equilibrio, un antídoto contra el tedio que debe ser trasvasado a la tarea de cada día para que el aliento de lo que está por llegar haga del presente una ilusión de futuro.
Este modelo de vida, inspirado en el equilibrio cósmico y en la compensación que hacen posible la permanencia del hombre sobre la Tierra, es también el ideal de la sana convivencia política, que no puede basarse en la monotonía del poder autocrático – símbolo de la pasividad - sino en el sano equilibrio de poderes de una sociedad auténticamente democrática, expresión de la variedad que enriquece la vida social con sus funciones de contrapeso y de control. No basta con una división de poderes políticamente formalizada en sus órganos representativos. Es preciso que tales poderes ejerzan activamente la función crítica para la que han sido creados. Y - traído ese ideal al más vivo presente - para que en la España de hoy la justicia siga resistiendo los envites de un sectarismo autocrático que aspira a contrariar esa riqueza de matices inherente a la condición humana proclamada en el verso del poeta italiano, el principio de libertad que late en las entrañas del hombre mismo.
Catedrático Emérito de Literatura española
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete