El placer es mío
Fracasar es perder el entusiasmo
Fracasar no es que te devalúen, sino extraviar la motivación tras sentirte rebajado. Fracasar es perder el entusiasmo
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Iniciar sesión«En su cerebro una palabra de dos caras tintineaba como una moneda: éxito-fracaso». John Dos Passos, en Manhattan Transfer
A ti, que has terminado tus estudios universitarios o vas a iniciarlos en breve, quiero ofrecerte este modesto testimonio de lo que cincuenta ... y dos años de vida me han enseñado sobre el fracaso.
Fracasar no es incumplir tus retos. Es dejar de intentarlo, y, llegado el momento, empecinarse en no cambiarlos. Con frecuencia sucede que lo que nunca habíamos proyectado nos proporciona mayores satisfacciones que lo que con tanta pasión perseguíamos. Fracasar es no comprenderlo y carecer de cintura para modificar el camino. Es cerrar las puertas a las oportunidades que se te abren, no aprender a saciarte con segundos platos. Fracasar no es que te devalúen, sino extraviar la motivación tras sentirte rebajado. Fracasar es, a cualquier edad, perder el entusiasmo.
Fracasar es vivir para el éxito, y, por el éxito, pensar que el trabajo lo es todo en la vida. Quiero desengañarte para que no te engañen. Por mucho que te guste, y ojalá te guste mucho, el trabajo no te dará, por sí mismo, la sensación de una vida plena. Así que fórmate, pero no sólo para tu dedicación laboral. Prepárate también para el ocio. Fracasar es llegar a casa y no saber qué hacer con tu tiempo. Quedarte solo y que no te sobren las formas de distraerte. Fracasar es carecer de motivos para volver de la oficina, no emocionarte ni con la literatura, ni con el cine, ni con la música, ni con el arte, ni con nada que no sea lucrativo para ti. Fracasar es vivir obsesionado con tu minúsculo mundo profesional. Es no educarte para ampliar continuamente tus intereses. Pues el que muchos gustos abarca, quizás apriete poco, pero se lo pasa maravillosamente.
Fracasar es renunciar al amor. Y, en el amor, vivir en la quimera. No es que te abandonen, sino abandonar. Ser incapaz de apreciar tu suerte y, excitado por la novedad y el ansia de experiencias, convertir el cambio en el motor de tu existencia. Fracasar es olvidarte de tus padres, y de tus hijos, y de tu pareja, y, por lo que podrías estar perdiéndote ahí fuera, dejar escapar la maravilla que tienes dentro. Te confesaré que, hace unas semanas, andaba yo de capa caída y lo conté en el grupo familiar. Mi hermano mayor me mandó un mensaje de estima que me conmovió. Tan emocionado estaba que, aunque me daba pudor, lo compartí con mi mujer y mis hijos. Con ellos acabé de venirme arriba. Fracasar es llegar a un momento de crisis, que a todos nos alcanza, y darte cuenta de que, emocionalmente, no tienes donde caerte muerto. Fracasar es pretender el aplauso cuyo criterio desprecias. Y en su búsqueda insensata, perder la estimación de los que de verdad te importan.
Fracasar es traicionarte. Y dejar de hacer honor a tu familia, a tu educación, a lo que te enseñaron en casa y a lo que tú, por tu cuenta, aprendiste con los maestros que se te revelaron admirables. Fracasar es no reconocer, en lo que haces, a la persona que te gustaría ser. Es pensar por comparación, o sea, por envidia, y, por asimilarte a quien no eres, empezar a ver con unos ojos que no son los tuyos. Fracasar es consentir que otros te marquen la pauta sin ni siquiera imponértela, simplemente por la pretensión absurda de ser como ellos. Fracasar no es perder. Es perder la humildad. Es vivir sin empatía, instalado en la superioridad moral e intelectual, perdonando la vida. Y por una frase ingeniosa, faltarle a alguien ese respeto que no quieres que te falten a ti. Fracasar es mentir y no darte siquiera cuenta de estar haciéndolo.
Ahora atiende bien a esto, porque es lo opuesto a lo que has oído. Ignora esa pretensión fatua y vanidosa del liderazgo. No fracasa quien no llega a ser líder, sino quien aspira sin rubor a serlo. ¿Has leído a Chesterton? Te conviene. Aquel que está más seguro de sí mismo, y de sus capacidades, es del que menos seguro debes estar. Quien, ante un reto difícil, no duda un ápice, sino que afirma sin vacilar: «estoy capacitado, puedo hacerlo», de ése, recela con todas tus fuerzas. ¿Desconfías de ti mismo, no te ves suficientemente bueno? Eres extraordinario. Nadie está más cualificado para un desafío complejo que aquél que se sabe poco preparado. No es la arrogancia, no es el optimismo, ni una auto-confianza desmesurada, lo que te llevará al logro. Es el esfuerzo que nace de la modestia. No te quedes en «sé tú mismo». Supérate y sé un «tú mismo» mejor.
Me consta: las inseguridades tienen muy mala prensa. Tú, atesóralas como perlas. Y si tienes miedo a lo que te espera, si sólo sabes que apenas sabes nada, si sientes una gran incertidumbre sobre tu futuro, no te preocupes. Fracasar no es dudar. Es no dudar nunca.
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