puntadas sin hilo
El factor Disney
El abortismo ha cambiado la imagen agresiva del derecho a matar por un disfraz de Winnie the Pooh
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónWalt Disney ha hecho más daño que el tabaco, aunque el Gobierno no haya hecho ninguna campaña en su contra ni en los cines haya carteles con la leyenda 'el visionado de esta película puede ser perjudicial para su salud mental'. La muerte de la ... madre de Bambi es el ataque a las torres gemelas de la madurez social. Disney popularizó la humanización de los animales como herramienta para narrar historias, una vía que luego ha sido explotada masivamente en el mundo del cine y la televisión, donde la lista de perros, gatos, ratones, patos, pájaros, abejas, cerdos, osos, peces y hasta hormigas que piensan, sienten y padecen como humanos es interminable. La fórmula no es nueva, porque entronca con las fábulas de Esopo de la Grecia clásica, pero a raiz del éxito de las películas de Disney el universo de bichos parlantes se consolidó en el imaginario colectivo y ha terminado filtrándose en la médula de los comportamientos sociales. También ha tenido una proyección política que no se circunscribe solo al Partido Animalista (PACMA) –que logró la nada desdeñable cifra de 280.000 votos en las elecciones de 2023, por encima de BNG, Coalición Canaria o UPN–, sino que inspira tendencias en la izquierda, que es la que marca la agenda ciudadana occidental incluso cuando gobierna la derecha. El animalismo del pensamiento woke es además antihumanista, ya que considera a nuestra especie como un ente invasivo tóxico y contaminante, dañino para la naturaleza. Ya oímos a Rodríguez Zapatero decir aquello de «la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento» o a Evo Morales sostener que «son más importantes los derechos de la Madre Tierra que los derechos humanos», y al Gobierno español presentar iniciativas como 'Gran Simio', que pretende extender la Declaración de los Derechos Humanos a gorilas, chimpancés y orangutanes.
Ocurre sin embargo que estos paladines del bienestar animal se movilizan para salvar a los bebés foca, pero se niegan a conceder al embrión humano el derecho a la supervivencia. El supremacismo animalista conecta con la nueva estrategia del abortismo, que ha cambiado la imagen agresiva del derecho a matar por un disfraz de Winnie the Pooh. El argumento ahora no es la consigna feminista del 'nosotras parimos, nosotras decidimos', sino la reducción de la 'huella humana' en la tierra para frenar el cambio climático. Y hay que reconocer esta estrategia está funcionando muy bien.
La desproporción entre el número de mascotas y de niños en Sevilla del que ayer informaba este periódico es un microejemplo de una tendencia europea en la que convergen muchos factores, pero en la que juega un papel determinante la humanización animal. El problema no es que la gente tenga perros o gatos, sino que éstos sustituyan a los hijos. Las mascotas colman las necesidades afectivas de sus dueños sin dar demasiado la tabarra. No en vano, con ellas la vida es como una película de Disney, despreocupada, infantil e irreal.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete