El impuesto a los ricos, la gran mentira

La izquierda habla mucho de fiscalidad y muy poco de gestión. Pongamos las cifras en su sitio. El llamado «Impuesto de Solidaridad a las Grandes Fortunas», esa tasa a los «súper ricos» destinada a salvar la sanidad y la educación pública, afecta a menos de mil declarantes en Andalucía y apenas recauda 30 millones (una cifra ridícula si tenemos en cuenta que el presupuesto de la Junta ronda los 47.000 millones). Sin embargo, es un tributo que impide que grandes inversores se domicilien fiscalmente en España, pues no existe una figura similar en otros países de nuestro entorno. Una comunidad que alberga la mayor concentración de urbanizaciones de lujo en España, entre Marbella y Sotogrande, pierde así la oportunidad de captar nuevos contribuyentes de altísimo poder adquisitivo.

¿Merece la pena? Ideológicamente quizá, pero en términos prácticos, no. La subasta de las ruinosas villas turísticas forma parte de un plan de la Consejería de Hacienda que contempla la racionalización de alquileres y la venta de inmuebles en desuso, que cada año generan costes por el Impuesto de Bienes Inmuebles y su mantenimiento. Solo los ingresos estimados por la enajenación de solares y edificios vacíos alcanzan un importe cercano a los 400 millones de euros (catorce veces la recaudación del «sablazo» a los súper ricos). Entre los bienes que salen a la venta figuran el gran solar junto a la antigua estación de San Bernardo o el abandonado Canal de la Expo. Además, el ahorro por racionalización de alquileres y optimización de sedes hasta 2040 se aproxima a los 600 millones. Los datos matan el relato.

La imposición del Ejecutivo de Sánchez del tributo por la ‘Solidaridad a las Grandes Fortunas» para contraprogramar la política fiscal de la Junta, la gran mentira del impuesto a los ricos para mejorar la Sanidad y la Educación, tenía como único fin generar una confrontación política a costa de la autonomía financiera de Andalucía. El rédito real de la medida es tan nimio que, a la postre, se podía compensar con medidas de ahorro sin afectar negativamente a las cuentas públicas. A juzgar por las encuestas, tampoco ha habido un beneficio electoral para un Gobierno que solo se mueve por tics ideológicos.