Sevilla al día

Candelaria

Así se cumple la profecía cada 2 de febrero, cuando todos los niños de la Virgen rozan sus manos, que son las candelas que simbolizan la luz de Cristo

En los fríos de febrero hay una luz nueva que torna del blanco puro de la mañana al plata de la tarde. Es la que nace cada 2 de febrero por el mayor promontorio de la vieja Sevilla y que tiene su vértice en San ... Nicolás. Aquella iglesia asimétrica en la fachada y con un campanario a medio construir esconde un barroco pleno, como este invierno que cruza su ecuador y va alargando los días hasta la Cuaresma. En aquella feligresía donde vivieron Cervantes y Murillo, y donde compartieron vecindario la aristocracia y las clases populares, de palacios lustrosos y corrales de vecinos, hay dos tradiciones centenarias.

Cada lunes siguen viniendo, como lo hicieron nuestros abuelos en una herencia transmitida, peregrinos anónimos desde la devoción más intima. Son las ‘caminatas’ de San Nicolás. Suben Muñoz y Pabón, Vírgenes, Conde Ybarra, San José o bajan Federico Rubio y Mármoles. Así, durante tres semanas, cada lunes, desde sus casas salen a andar en silencio, como hizo el santo que da nombre al templo y que quiso que permaneciese callada sus actos de caridad. Son obras de penitencia o promesas ofrecidas a Dios, como un viernes en San Lorenzo. Los lunes acuden a San Nicolás decenas de sevillanos, algunos desde los barrios más alejados, cargando una enorme cruz quién sabe si por la droga, quién sabe si por la pobreza o por la enfermedad. El primer lunes, al llegar, rezan: «Glorioso San Nicolas, escúchame». El segundo, «Glorioso San Nicolás, protégeme» y, el tercero: «Glorioso San Nicolás, ruega por mí»; acompañados por un Padrenuestro, un Ave María y el Gloria. Al concluir, regresan a casa del mismo modo que acudieron: caminando y en silencio.

Pero hay otra tradición que incorporó la hermandad que fundó Pepe el Planeta en torno al Señor de la Salud, que es la que se celebra hoy. Cada 2 de febrero acuden los padres con sus bebés recién nacidos para presentarlos en el templo ante la Candelaria en besamanos, como lo hizo la propia Virgen con el Niño Jesús a los 40 días del parto, en la fiesta de la Purificación. María llevó a su hijo y entregó dos palomas como ofrenda, como las doce que coronan los varales que labró Manuel Román Seco para el palio verdeagua y plata de la dolorosa de San Nicolás. Así se cumple la profecía cada 2 de febrero, cuando todos los niños de la Virgen rozan sus manos, que son las candelas que simbolizan la luz de Cristo en el mundo.

Nos recibe la Candelaria bajo ese techo atornasolado que es su palio, en cuya gloria aparece la escena de la Presentación de Jesús en el templo de Jerusalén. Porque hoy, 2 de febrero, en este día del sol que es el domingo, celebramos la luz. En San Nicolás está la cuenta atrás de la primavera, que llenará de flores los Jardines cuando pase la Candelaria al son de Campanilleros.

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