TRIBUNA ABIERTA
El reto de transformar la descarbonización en imperativo
Se precisa una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero inmediata, rápida, a gran escala y de forma sostenida. Y ello exige mucho compromiso de todos y mucha financiación
Isabel García Tejerina
Terminó la COP27 y este año pasó de puntillas, entre crisis, que las hay todas: bélica, geopolítica, energética, de inflación, alimentaria... Una compleja situación cuyo final aún no atisbamos. En medio de tanta incertidumbre, que tanto lo complica todo, una certeza absoluta: un año más ... acumulando gases de efecto invernadero y uno menos para alcanzar la neutralidad climática a tiempo. Y la certeza también de que cada décima de grado de aumento de temperatura que no evitamos, incrementamos de manera significativa cómo nos complicamos nuestra existencia y la del planeta.
En 2023 debemos hablar, más aún, de emergencia energética y de imperativo de descarbonización. Emergencia porque el último Informe de brecha de emisiones de Naciones Unidas nos dice que estamos lejos del grado y medio de París: o reaccionamos o la Tierra se calentará entre 2,4 y 2,8 grados, según escenarios. Y el 6º Informe de Evaluación del IPCC concluye que ningún rincón del planeta escapa al cambio y que algunos fenómenos climáticos requerirán cientos de años para poder revertirlos. Se precisa una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) inmediata, rápida, a gran escala y de forma sostenida. Y ello exige mucho compromiso de todos. Mucha financiación de muchos.
La emergencia es energética porque el 75% de los GEI viene de la producción y consumo de energía, y aún el 80% de la energía que mueve, calienta y enfría el mundo proviene de quemar combustibles fósiles.
La descarbonización es hoy, por tanto, un imperativo legal, porque así nos hemos comprometido en la Ley Europea de Clima, un imperativo medioambiental, un imperativo geopolítico –debemos mejorar nuestra soberanía energética– y económico y, por lo tanto, un imperativo social.
De alguna manera, la transición ecológica, la agenda de sostenibilidad, es una agenda de inversiones a las que el sector público por sí solo no puede hacer frente. Es fundamental el empuje de las empresas, que podrán avanzar más rápido si se les proporcionan las condiciones necesarias para ello: una fiscalidad que incentive y un marco regulatorio claro, estable y seguro para la inversión.
Impulsados por los marcos normativos, por consumidores, empleados y por el sistema financiero, lo cierto es que empresas y organizaciones avanzan hacia cero emisiones netas, muestra de una mayor conciencia ante la vulnerabilidad al cambio climático y al papel que cada uno debe desempeñar. Directivas como la propuesta de diligencia debida en materia de sostenibilidad, actualmente en negociación, promoverán que más empresas, dentro y fuera de la UE inicien su andadura en materia de sostenibilidad.
En este escenario veremos cobrar un protagonismo creciente al sistema financiero global. No solo porque se requiere mucha financiación por el coste de la transición, por la necesidad de ayudar a los países en desarrollo a alcanzar sus objetivos de mitigación, sus necesidades de adaptación y de recuperación detrás de cada episodio climático extremo. También porque cuanto más nos alejemos del objetivo del grado y medio, mayores serán los daños, más los afectados, los riesgos y sus probabilidades de materializarse y, por lo tanto, mayor será el deterioro de los activos y de la capacidad de generar valor de las empresas.
La UE, ante la crisis energética, ha aumentado los objetivos de desarrollo de energías renovables y de eficiencia energética. En la COP27, Europa elevó su compromiso climático para 2030 a una reducción del 57% de sus emisiones sobre las de 1990. Varios reglamentos del paquete Fit for 55, el marco regulatorio europeo para alcanzar nuestros compromisos, se han aprobado ya y en 2023 cabe esperar que se aprueben los restantes.
La pasada COP15 del Convenio de Diversidad Biológica aprobó el Marco Mundial para 2022-2030, de importancia creciente a efectos de la transición ecológica. Es sabida la interrelación entre el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, como es sabido que el desarrollo y bienestar dependen de ecosistemas sanos, lo que exige, en nuestro beneficio, preservar todas sus formas de vida.
A finales de noviembre la Comisión presentó una propuesta de reglamento para potenciar las absorciones de carbono de la atmósfera, creando mercados voluntarios fiables; y se dio un nuevo impulso a la economía circular, centrada en los envases y residuos de envases, avanzando hacia su completa circularidad, pues la transición ecológica debe ir más allá de la lucha contra el cambio climático.
Pese a lo arduo y largo que parece el camino el de la transición ecológica, 2023 debe transitar su senda. Acelerar el paso. En la UE el impulso nos lo da la nueva legislación y los compromisos internacionales, que nos esforzamos por liderar. Pudiendo parecer que la complejidad de la situación mundial no es la más propicia, menos que nunca se debe perder el foco, pues a las razones medioambientales, hoy se suman las económicas, sociales y de seguridad estratégica.
Es exministra de Agricultura y Pesca
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