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la tribu

La casa

Aquel olor a aliño fresco, a carne asada, aquellos tazones de manteca…

Antonio García Barbeito

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Si no fuera por las tristezas que ya cuentas, te quedarías la mayor parte del año en este tiempo que alterna chaparrones —o lluvia en ciernes que quisiera ser chaparrón— con soles brillantes, mañanas doradas, resolanos gloriosos de cigarro y tertulia y noches frías y ... largas de cuentos y de miedos. Es el tiempo de la casa, de la casa como resumen del día, de la casa como última estación de las faenas. Si pudieras, volverías al eterno otoño de la niñez y de la adolescencia, porque entonces, cuando eras un niño, un chaval, no te faltaba nadie de la cercanía más íntima, y la casa, cuando se cerraba la puerta, quedaba toda resumida en la mesa de la cena y más tarde en la alcoba. La casa entonces se agigantaba en sabores que sólo el otoño sabe traerte, como por milagro de aparición de canéforas, en una canastilla que era un bodegón colocado en la mesa de la tradición.

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