No queremos un puente
La alegación del Gobierno para enterrar los túneles es una falta de respeto a Sevilla y al sentido común. Lo más rápido habría sido hacer el paso subterráneo cuando se licitó porque ya estaría inaugurado
No queremos un puente. No lo queremos porque es una falta de respeto. El Gobierno ha decidido oficialmente lo que ya sabíamos desde hace mucho tiempo: hará el paso de la SE-40 por el Guadalquivir con la fórmula más barata, ahorrándose con los sevillanos ... lo que necesita para otros territorios cuyos votos en el Congreso son vitales para la supervivencia del sanchismo. Hace sólo unos días la ministra de Transportes inauguró en Barcelona la nueva estación de Sants, en la que ha invertido 410 millones de euros. Poco antes, en el mes de julio, inauguró el túnel que une las estaciones de Atocha y Chamartín en Madrid, una obra que ha costado en total 1.072 millones entre tuneladora y nuevas infraestructuras. En el caso de Sevilla ha preferido gastarse el dinero en indemnizar a las empresas que ganaron el concurso para hacer dos pasos subterráneos bajo el Guadalquivir, entre Dos Hermanas y Coria, hace la friolera de 14 años. Uno iba a costar 232 millones y el otro 203, según consta en el Boletín Oficial del Estado del 20 de abril de 2009. Es decir, la excusa ofrecida ahora por el subsecretario de Infraestructuras -la ministra no ha tenido valor de venir a darnos la mala noticia- es infumable. Dice el Gobierno que el puente es una solución más rápida. Mentira. Lo más rápido habría sido ejecutar la obra que ya estaba adjudicada porque de haber cumplido hoy tendríamos ya ese tramo funcionando. El puente será lo más lento. Y a todo esto hay que sumar los dos pasos diseñados para desatascar la capital andaluza y acortar las distancias entre Huelva y Cádiz necesitaban la mitad de inversión que el túnel de Atocha. Y que en estos momentos la Diputación de Vizcaya está construyendo un túnel bajo la ría de Bilbao que tiene un presupuesto de 362 millones. Y que en Londres se está ejecutando el túnel de Silvertown bajo el Támesis, muy similar al que se había diseñado para Sevilla, con el informe favorable de la misma empresa que aquí apuesta por el puente.
Todos estos datos revelan la tomadura de pelo que supone la decisión del Gobierno de España para los sevillanos. En primer lugar porque los túneles se diseñaron a raíz de una Declaración de Impacto Ambiental que decía que un puente generaría un impacto visual insostenible sobre el estuario del Guadalquivir. Y en segundo lugar porque la obra de los subterráneos ya se había adjudicado y se paró por falta de presupuesto tanto durante los gobiernos socialistas como con los del PP. Una vez más, Sevilla va a pagar el pato de la inoperancia política y se va a tener que conformar con un parche que, por si todo esto no bastara, afecta a la base aérea del Copero, a la entrada de barcos de gran calado al Puerto y a la protección de la fauna del estuario. El disparate es de tales dimensiones que ya ni siquiera nos enoja, sino que nos rebela. La única ciudad europea de su tamaño que no tiene red de metro, ni conexión ferroviaria con su aeropuerto, ni ronda de circunvalación metropolitana completa, tendrá que conformarse de nuevo con las migajas de un Gobierno que ningunea a los andaluces sin pudor. Por eso no queremos puente y vamos a levantar la voz sin complejos. Queremos lo que Sevilla se merece, ni más ni menos: un túnel moderno y unos políticos mejores.
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