La Alberca

Los privatizadores de Sevilla

Ni la Plaza de España se va a privatizar, ni los que protestan pueden pontificar

Raúl Doblado

Espadas, Muñoz, Javier Fernández, Rafael Escuredo, Amparo Rubiales, Torrijos, Gómez de Celis y hasta el mismísimo ministro Óscar Puente han echado culebras por la boca desde que ABC dio la noticia del proyecto municipal para acotar la Plaza de España y cobrar por la visita ... a los turistas. El debate es interesante y son legítimas todas las posiciones de partida: las que aprueban la idea del alcalde, José Luis Sanz, tras años de vandalismo en el monumento y las que la consideran una restricción excesiva de la libertad de los ciudadanos, que somos los propietarios del bien. Unos apuestan por el vallado para garantizar su conservación con los ingresos directos, otros por la tasa turística para financiar la seguridad y mantenimiento con esa recaudación, otros directamente por no hacer nada. Lo que ya no es lícito es el cínico pontificado de quienes pasaron a la historia por ser los mayores privatizadores de la ciudad. Es muy cansino esto de recibir lecciones de progresía. Espadas, que ahora manda en el PSOE andaluz, anda ahí con la matraca de la Sanidad pública, como si el que hubiese dejado precisamente en su ciudad el Hospital Militar con jaramagos hubiese sido otro. Y ahora hemos visto a Gómez de Celis impulsar una petición de firmas contra lo que él llama «privatización» de la Plaza de España, además de presionar desde el Congreso que vicepreside para que el Gobierno tumbe la propuesta. Esto es bochornoso. Porque Celis sí privatizó, sin comillas, la plaza de la Encarnación, la comisaría de la Gavidia, Torre Triana, el mercado de la Puerta de la Carne... Veamos la diferencia. Lo que el alcalde del PP plantea ahora para la plaza de Aníbal González no es ceder la titularidad del monumento a una empresa. Si se aplica el silogismo de Celis, el Congreso de los Diputados también es privado porque usted y yo, que somos propietarios del edificio, no podemos entrar libremente, sino cumpliendo unas normas, salvo quien conozca al Tito Berni. Sin embargo, lo que él hizo como delegado de Urbanismo del Ayuntamiento en la Encarnación sí entra en la categoría de enajenación de lo público a lo privado. Allí había una plaza y un mercado que eran del Ayuntamiento. Cien millones de euros del erario después, aquello es hoy un espacio gestionado por una empresa privada, que deja pasar gratis a los sevillanos gracias a un acuerdo del gobierno de Celis que consistía en pagar con dinero público una compensación anual. A su inauguración, por cierto, fueron muchos de los voceros que ahora claman contra la medida de la Plaza de España. «Desgraciaíto el que come el pan de manita ajena», dice un martinete. Otro día hablaremos del vallado de las calles en Semana Santa, del Plan Centro o de la caseta de los 'Mimogas', que le hemeroteca es muy puñetera.

Ni Celis, que nunca tuvo la idea de convertir Plaza de España en un hotel de lujo —¿a que no, Alfonso?—, ni Óscar Puente han presionado aún para la SE-40, el metro o la conexión por tren con el aeropuerto. Y ahora podemos decirles como Caracol el del Bulto al tren cuando pitaba en los llanos de la Mancha: «Esos cojones, en Despeñaperros».

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 20€
110€ 20€ Después de 1 años, 110€/año
Mensual
3 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 3 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios