Violencia machista, matizaciones

El lenguaje es el primer campo de batalla. Tenemos que acabar con expresiones como «un hombre, por ser hombre, mató a su mujer, por ser mujer». En la mayoría de los casos no se ajusta actualmente a la realidad, que se explica mejor de esta forma «un energúmeno aprovechó su fuerza física para propinar una paliza a su pareja que, en tanto mujer, no pudo defenderse por ser más débil». Al asumir este patrón explicativo podemos prevenir mejor, proteger a las víctimas, y ampliar su tipología: hombres y mujeres homosexuales, ancianos, enfermos y niños.

El feminismo que culpa a los hombres por serlo no sólo ha resultado ineficaz, sino que está provocando una reacción de hastío en los varones jóvenes. No en todos, pero sí se aprecia una creciente tendencia misógina a nada que se bucee un poco en redes sociales. Es comprensible (que no justificable): «Yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, porque nadie me ha tratado con amor». No ayuda tampoco que a nadie le preocupe la notable diferencia entre el porcentaje de universitarias frente al de universitarios, o que la prevalencia de suicidios en hombres sea claramente superior. Otro problema al que nos enfrentamos es la terrible moda de las violaciones grupales. Los jóvenes no son lelos: si a las mujeres no nos gusta ser discriminadas por razón de sexo, ¿por qué no iban a sentir ellos lo mismo? Se han ignorado durante siglos los problemas e injusticias a los que nos enfrentábamos las mujeres, ¿resulta inteligente cometer el mismo error, pero con el otro sexo? ¿Esperamos resolver así los problemas que pueden surgir entre hombre y mujer? El feminismo dominante –el feminismo 'queer'– es una sobrerreacción a las injusticias del machismo. Ahora empezamos a ver el germen de una misoginia fruto de ese feminismo desenfrenado y delirante. ¿Estamos abocados a ese péndulo de acción-reacción en la lucha de sexos? No debería resultar tan complicado poner un poco de cabeza en el asunto, pero me temo que esto no logra movilizar votantes.