renglones torcidos

¡Feliz seguridad!

Hablar de libertad y responsabilidad resulta en cierto modo redundante, ambas están ligadas

En estas fechas casi todo el mundo recuerda con cariño y nostalgia las navidades de su infancia, ajenas al agobio de los preparativos y de las típicas tensiones que suelen darse entre adultos. Tendemos a idealizar u olvidar la contraparte negativa, como la de tener ... que obedecer continuamente a 'los mayores'. Anoche me dirigía hacia casa de mis padres con mi hijo de 8 años que, ufano y desafiante, me pidió que le dejara recorrer el resto del camino a solas. En lugar de explicarle por qué no era buena idea –e imponer sobre él la enésima prohibición del día– le animé a hacerlo. Caminó un par de metros hasta volver conmigo, asustado por la presencia de unos desconocidos.

Asustado. Ahí está el quid de la cuestión. Tendemos a creer que la contraparte negativa de la libertad es la responsabilidad, el no querer asumir las consecuencias de nuestros actos. Pero hablar de libertad y responsabilidad resulta en cierto modo redundante, ambas están ligadas. Por eso a los menores de edad, aunque tengan libertad de movimientos, no se les pueden imputar delitos (de hecho, estos recaen sobre sus padres, que son responsables de ellos). La labor de los progenitores consiste en que sus retoños conquisten su propia libertad, algo que va más allá de que nadie les impida hacer lo que les dé la gana. Esa libertad que va inevitablemente ligada a la responsabilidad, a asumir las consecuencias de los propios actos y que implica, por tanto, cierta capacidad de raciocinio. Ahora bien, insisto: esto no es lo que verdaderamente nos da miedo de la libertad en última instancia. Estos dos últimos años han puesto de manifiesto que lo que en el fondo no toleramos es la libertad ajena, y no apunto ahora a asuntos graves como el del estado cada vez más precario de la libertad de expresión.

Mi hijo, en su camino a casa, temió la libertad de esos desconocidos que alcanzó a ver y cómo podrían emplearla contra él (susto, agresión, rapto, todo lo que puede caber en una mente infantil). El mismo esquema que motivó comportamientos preocupantemente liberticidas durante la pandemia. En ese contexto pudimos constatar con nitidez nuestra querencia hacia la seguridad y el desprecio absoluto de la libertad ajena. Libertad sólo para mí, que decido bien. Teniendo en cuenta este panorama, me preocupa la progresiva sofisticación de la Inteligencia Artificial y la tendencia de la población a aplaudir como focas su empleo cuando se alega que es en aras de la seguridad de todos. Parecerá que exagero, pero en muchos lugares se utilizan técnicas de reconocimiento facial para controlar a la población. En 2026 todos los vehículos en España estarán obligados por ley a usar un dispositivo de localización para que la DGT conozca su ubicación en tiempo real. La decisión se vende como medida adicional de seguridad. Y así, poco a poco, como la marea en el cantábrico (que sube sin que nos demos cuenta), se van poniendo en marcha cada vez más leyes que la ciudadanía aplaude, porque le aterrorizan los demás. ¿Libertad? ¿Para qué? ¡Feliz seguridad! ¡Y próspero control nuevo!

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios