Marcando nucas

Hay que imaginarse a un 'gudari' de las artes plásticas dibujando el cartelito del concierto contra Santiago Abascal, con su tiro en la nuca, su sangre esparcida, y cuatro gorilas de la cosa pegando saltos entre ikurriñas de plástico y lazos amarillos. Valientes.

No es ya ni siquiera un deseo de muerte y señalamiento, sino que la muerte brota y el propio señalamiento se ha convertido en marca de la casa, una forma de presentarse al pueblo: como la de Rubiales agarrándose las bolsa en las antípodas.

Conciertos paralelos a la Semana Grande bilbaína, y uno que propone que en los carteles figuren otros nombres, sin sangre ni terror. Oficialmente cantará Álex Ubago, por templar gaitas, pero yo contraprogramaba a 'El consorcio' a ver si se relajan ya, y la testosterona del odio cerval la canalizan de otra forma. Limpiándose uno a otro el chapapote mental y las liendres, un poner.

En realidad, cuando no piden la cabeza de un demócrata, montan una verbena pobre a un etarra viejo, todo vestidito de Quechua, que no conocieron pero que excarcelado les regala fiestas patronales en febrero, cuando todo es monotonía. Petardos y el peste impagable a pólvora bajo el sirimiri; una verbena, un arrimarse a la compañera del pueblo de al lado, y que la sana juventud abertzale se socialice. Que crezca y se multiplique.

Estos chavales que, de tan progresistas, socializan el sufrimiento. Hoy muchos callan y facturan pensando en otros cuatro años fetén, y hay dos muertos por una 9mm. Parabellum que se revuelven en sus nichos del cementerio de Polloe. Donde siempre llueve.