bala perdida
Un caso de decencia
Este médico no ha cumplido sino la vocación sagrada más allá de la convención asqueante
Plató de autógrafos
UCO y señoritas
A un pediatra del hospital de Cruces, en Bilbao, le cayó una amonestación por atender a una niña terminal, en su propio domicilio, pero debiera haberle caído más bien un premio. El reproche administrativo sobrevino porque el doctor usó medios públicos para aliviar a ... la criatura enferma, brincando la preceptiva de la atención paliativa. He aquí un caso estremecedor del mundo que venimos aparejando: el sacerdocio de la medicina sólo puede aplicarse según el minutero de la administración. Resulta, así, que la muerte de un niño debe escoger bien el horario, porque si no, nadie te ampara. Hay que morirse cuando dicte el turno del hospital, porque si no acabas tu vida en el desierto desolado. Esto es como decir que puedes morirte mejor según el código postal, porque la atención paliativa es buena, o mala, según las comunidades. Este médico no ha cumplido sino la vocación sagrada más allá de la convención asqueante, y esto, que no concreta sino un magisterio, lo hemos vivido como anomalía, porque lo que se lleva es la medicina de la burocracia, y si ahí no cumples igual hasta pagas una multa. Iba a haber escrito yo hoy de Leire y la gran astracanada concéntrica, pero me ha podido el entusiasmo de celebrar y aplaudir a un médico del norte, Jesús Sánchez, porque el entusiasmo conviene airearlo, y porque no nos aparece todos los días un profesional de la decencia, en medio de un merecumbé de sablistas, embusteros y señoras que ofrecen un fiscal de apaño porque estamos en una España de fontanería o peluquería. O ambas cosas. El pediatra Sánchez asumió el auxilio como riesgo, y su iniciativa igual cambia al fin la ley al respecto. Esa bondad insólita nos trajo el día, mientras la tal Leire montaba una 'familia de la tele', para todos los telediarios.
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