La única utopía todavía posible
«La utopía poshumanista pretende liberarse del límite natural entre la vida y la muerte. La utopía animalista quiere liberarse de las fronteras naturales que la biología establece entre las diferentes especies. Y la tercera utopía busca emanciparse de las fronteras artificiales que separan y dividen a los seres humanos»
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Iniciar sesiónFrancis Wollf –según los medios de comunicación franceses, uno de los pensadores europeos más importantes de la actualidad– sostiene que aún es posible apostar por una última utopía. Lo afirma en su último libro «Tres utopías contemporáneas: Hacia la unidad política de la humanidad, publicado este mes, en nuestro país» ... (Erasmus Ediciones), «de gran fuerza argumentativa y convicción», según Le Monde.
En él Wolff expone las razones por las que ya no son posibles las utopías revolucionarias: no vemos factible la perfección o el Bien en mayúsculas . Nuestra época se define por una general incredulidad con respecto de las ciudades ideales como lugares libres de todo mal. Las protestas, manifestaciones o reivindicaciones de las que somos testigos cada día se limitan a un futuro que, simplemente, sea menos malo que nuestro presente: «Hay en todas estas revueltas una constante que las distingue de las antiguas utopías revolucionarias: se rebelan contra alguna cosa en vez de movilizarse en favor de algo . Se sabe bien lo que se rechaza (injusticias, miseria, corrupción, humillación, arbitrariedades, segregación, represión), pero se ignora a qué se aspira».
Así, este profesor emérito de la Universidad de París cree que todos los ideales de hoy consisten en la aspiración a alguna modalidad de «menos»: menos injusticia, menos pobreza, menos corrupción, menos discriminación, menos… Lo máximo anhelado es, siempre, lo menos posible en lugar de lo imposible que caracterizaba, tradicionalmente, a las utopías: «El último tercio del siglo xx ya no se soñaba con la liberación de una clase o de un pueblo, sino solo en una liberación política: la de los deseos individuales. El ideal proletario había adquirido un color libertario: eso fueron los movimientos inspirados en el Mayo del 68 ».
Con un lenguaje claro, lógico y conciso pero «a contracorriente en nuestros días» –como lo califica halagüeñamente el renombrado Roger-Pol Droit –, resume las tres utopías de nuestro tiempo: 1. El poshumanismo , que quiere alcanzar, mediante la técnica, nuestra omnipotencia, aproximándonos a la inmortalidad con la abolición permanente de las enfermedades y la vejez. Nos atribuye un estatuto supranatural al creernos por encima de la condición biológica. 2. La utopía que se halla en las antípodas de la anterior y desea erradicar para siempre la explotación de los animales . Equipara los derechos de éstos a los nuestros, humanizando al animal y animalizando al hombre. Y 3. La utopía que busca la Justicia en mayúsculas, buscando eliminar de la faz de la tierra, y para siempre, la guerra entre los humanos.
La utopía poshumanista pretende liberarse del límite natural entre la vida y la muerte. La utopía animalista quiere liberarse de las fronteras naturales que la biología establece entre las diferentes especies. Y la tercera utopía busca emanciparse de las fronteras artificiales que separan y dividen a los seres humanos . Son incompatibles entre sí, en tanto en cuanto emanan de visiones del ser humano claramente contrarias unas a otras. Según Wolff ninguna es ni viable ni justa, por buscar la perfección y la extirpación del Mal. Son pues ideales que adolecen de desmesura o hybris .
En su lugar propone la única utopía que cree hoy factible, una utopía humanista: la utopía cosmopolita, que considera como la única realizable, y que puede adoptar diferentes versiones dependiendo del grado de la aspiración, exigencia o realismo que sea desee tener: «La hospitalidad respecto a los extranjeros, la igualdad de los ciudadanos de la comunidad humana o la justicia global del Estado mundial».
Este brillante pensador que a lo largo de su trayectoria literaria ha ahondado en la esencia de lo humano sostiene que «solo la utopía cosmopolítica puede apuntar a la justicia pues está fundada sobre el punto de vista de ninguna parte. Solo la utopía cosmopolita, que no tiene sostén ni de financieros ni de opiniones públicas se halla fundada sobre una antigua convicción filosófica: nosotros humanos no somos ni dioses ni animales. Esta convicción se basaba antaño en una pregunta: Pero hay otra formulación de la vieja pregunta "¿Qué es el hombre?": ¿de dónde venimos?" Y en este punto no hay ya dudas, solo certidumbres. Por mucho que digamos o pensemos ser de alguna parte, París o Johannesburgo, Francia o Brasil, Europa o África , sabemos bien que nosotros, humanos, somos también del mundo. Y «ser del mundo» tiene dos sentidos: ser de un solo mundo y ser todos del mismo mundo. Esto lo sabemos desde que aprendimos a hablar. Es lo que hace que la utopía cosmopolita sea si no la más realista (en cierto sentido es la más loca de las tres), la conceptualmente más sólida. Y que tenga menos presente no implica que no pueda tener menos porvenir».
@ArashArjoma es profesor de filosofía en la UAB
y consultor de INSPIRALIA
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