The Spirit of Spain

Sorprende la amplitud de visión de este estudio; me ha hecho recordar la de grandes hispanistas del pasado, como Karl Vossler o Marcel Bataillon; en nuestra época de especialización y atención a hechos particulares, esto se echa de menos. Este libro recentísimo presenta una visión de España desde sus orígenes, de sus raíces históricas, de sus conexiones con el mundo en que se ha realizado históricamente, desde la romanización hasta las invasiones, las relaciones con el Islam en Al-Andalus, la estrecha vinculación con toda Europa, de la cual es inseparable, sin la cual no es comprensible.

Analiza con rigor los rasgos principales de la personalidad española en sus cambiantes históricas, sus vicisitudes, la diversidad de las épocas, las alternativas, los temas polémicos y conflictivos.

Esta visión panorámica, precisamente por ser histórica, no se limita al pasado; tiene presente la realidad española actual, lo que llama «la presencia de España», y se detiene con minuciosidad y precisión en lo que es nuestro siglo. Emplea una curiosa expresión, «las generaciones de 1898», y distingue cuatro; es una forma sorprendente de ver la realidad actual, pero responde a la idea de que hay un esencial parentesco y continuidad entre cuatro generaciones que realizan a diferentes niveles lo que fue la estrictamente llamada del 98.

Harold Raley no puede desentenderse del drama religioso e histórico que representó la Reforma, la aparición del Protestantismo a comienzos del siglo XVI, la permanencia del Catolicismo como factor decisivo de la historia española. Sorprende la serenidad, la generosidad, la amplitud de miras con que examina esta cuestión, casi siempre mal planteada. Raley ve la justificación de la permanente adhesión de España al Catolicismo, la ve como una muestra de fidelidad, de autenticidad, de comprensión de un destino histórico.

Este libro tiene en cuenta como algo esencial ciertos acontecimientos que han ejercido influjo decisivo en la realidad española. Así, la obra de Cervantes, el papel representado por la figura de Don Quijote y lo que se ha llamado el quijotismo; lo distingue perspicazmente de lo que se ha llamado el «estoicismo» español, rasgo que reclama una interpretación cuidadosa, que no desfigure lo real.

Finalmente considera la función en la constitución de España de ciertos factores que fueron condicionantes de la generación del 98, como la interpretación de Castilla y la configuración que ha tenido gran parte de la literatura española.

Por supuesto, al hablar de España incluye como elemento intrínseco la proyección en América, la creación de comunidades que, siendo americanas, han recibido desde fines del siglo XV la hispanización y han resultado tan incomprensibles sin España como España lo es sin ellas.

Todo lo que acabo de señalar, en un libro extranjero, es casi impensable; en libros españoles no es fácil encontrar esa amplitud de visión, ese conocimiento profundo, ese entusiasmo que nace de un amor infrecuente. El lector se pregunta cómo este libro, tan breve y conciso, tan denso, ha sido posible. Creo que la respuesta está en su carácter de experiencia personal del autor, de que en él no se ha tratado de mera información, de erudición, tal vez de discusiones y polémicas, sino de una vivencia personal, de que la realidad española se ha convertido en él en porción esencial del argumento de su vida.

Se podría distinguir entre los libros que se escriben desde fuera, quiero decir desde fuera de la vida del autor, y los que brotan de ella, los que son algo intrínseco al autor mismo. No es ya una cuestión de valor, ni siquiera de calidad, sino más bien de «cualidad». Depende esto de dónde han sido engendrados, en qué zonas de la persona se han originado, desarrollado, llegado a término más o menos feliz, más o menos logrado. Sería posible una visión de la literatura, de la filosofía, de la historia, desde este punto de vista. Se podría intentar una «topología» de las creaciones humanas, para averiguar en qué zonas personales se realiza. Las diferencias son enormes y reveladoras. Rara vez se tiene esto en cuenta. Pero creo que nuestra visión de lo real sería más justa y eficaz si tuviéramos presente lo que es persona, la estructura y las posibilidades de lo personal y lo que nace de ello. Aquí he querido simplemente intentar una localización personal e histórica de un libro sin pretensiones, sin petulancia, escrito casi en voz baja, que nos puede ayudar a entendernos y a lanzar una mirada crítica y esperanzada a la vez sobre nuestro posible e incierto porvenir.

El supuesto básico de este libro es que España, realidad social e histórica a lo largo de muchos siglos, con variaciones enormes y que no se pueden perder de vista, pertenece a ese orden de cosas que precisamente no es «cosa». Nada humano se puede entender si se deja fuera la condición, asombrosamente olvidada por tantos, de ser algo rigurosamente personal.

Por algo el título de este libro es precisamente «El espíritu de España». Se trata de encontrarlo en su múltiple y azarosa variedad.