Serrat y la berza identitaria
De Serrat a la Lotería, todo indica que España existe
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Iniciar sesiónEn algunos países califican a sus grandes entretenedores de «tesoro nacional». Tal era la consideración que merecían Johnny Hallyday y Aznavour para los franceses; o Sinatra, Elvis y Johnny Cash para los estadounidenses. Con ese mismo respeto continúan saludando los ingleses a sir Ray Davies, ... sir Paul McCartney o sir Elton John. Si aquí cuidásemos a nuestros artistas con la debida reverencia, Joan Manuel Serrat formaría parte del Olimpo de los venerables, por su calidad como poeta de lo cotidiano, por la eficacia con que entona sus canciones -con ese vibrato un poco peculiar, pero que a él lo torna tan próximo-; y hasta por su bonhomía, aderezada con la sal de un puntillo pícaro y risueño.
Serrat ya tiene 74 años. Ha superado sus reveses de salud y a veces se le percibe cansado. Pero sigue abarrotando allá donde va, sea en España, América, Londres o París. En el año en que algunos nacimos, el maestro catalán ya conmovía desde las tablas. Tras semejante tute está de vuelta de todo, es difícil que algo pueda sorprenderlo en un concierto. Pero un espectador majadero lo ha conseguido. Cantaba Joan Manuel en Barcelona su disco «Mediterráneo», de 1971, y un voceras del público lo interrumpió para exigirle que lo interpretase en catalán. Serrat detuvo a sus músicos, pidió silencio al respetable y le dio una lección magistral al nota, una reconvención irónica de tal calibre que al nacionalista sectario debieron darle ganas de desintegrarse bajo su asiento. Serrat le afeó su «despiste», le explicó que estaba cantando enteras y por orden las diez canciones de un disco compuesto y grabado en su día en castellano. Le pidió que respetase su espectáculo y su modo de plantearlo. Le recordó que cuando el intolerante todavía no había nacido, él ya trabajaba por el bien de Barcelona y Cataluña.
¿Por qué reaccionó así Serrat? Pues porque es una persona normal, que vive de manera natural su condición de catalán y de español. Sin mojarse tampoco demasiado, a lo largo del último año Serrat no ha dejado de indicar que el «procés» es un dislate y que él está, como lo estamos todos, hasta la zanfoña de que nos restrieguen por la cara una paranoia identitaria que solo sirve para alimentar odios y separar a las personas.
Ayer el Gordo de la Lotería se repartió por 46 provincias. Dejó un reguero de dinero por todo el país. En las webs de los periódicos y las televisiones se repetían los vídeos de gente celebrando, de Bilbao a Granada, de Santiago a Barcelona, de Almansa a Huesca, de Torrejón a Guernica. ¿Y qué se veía? Pues a gente de idéntica pinta, que en calles muy similares celebraban sus premios con la misma liturgia y las mismas palabras. Españoles de aquí y de allá, de los de carne y hueso, no de los del laboratorio de Torra y Urkullu.
De Serrat a la Lotería, aún va a resultar que España existe. A pesar de los esfuerzos «dialogantes» de Sánchez.
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